Por Agustín Bontempo / @agusbontempo
Hoy es la fecha para el inicio de la Superliga Argentina, y si algo está claro es que el deporte más popular de nuestro país se ha privatizado en manos de los poderosos de siempre.
Si hay algo que no se le puede cuestionar a la gestión de Mauricio Macri con relación al tema del fútbol es su respeto por la palabra. Promotor de la privatización del fútbol desde la oposición, al asumir su mandato el 10 de diciembre de 2015 ratificó que el Fútbol Para Todos no era un buen negocio.
Así, durante 2016, se instaló la discusión sobre la necesidad de que el Estado se hiciera cargo de un programa que generaba pérdidas (algo un tanto extraño si vemos los niveles de ganancia que genera este deporte a nivel mundial), intentando generar cierto consenso social en el marco de lo que es una estrategia comunicacional del gobierno de Cambiemos para todos los temas en general.
En el presente artículo, haremos un escueto análisis sobre quiénes son los grandes vencedores de este negocio y quiénes los derrotados del mito de “que pague quien lo quiera ver”.
Conociendo a los protagonistas
No es nuestra intención hablar especialmente de las ganancias siderales que tendrán los nuevos actores del negocio del fútbol, que excede por mucho al tándem Fox-Turner. Al respecto, ya se habló bastante. Sí nos interesa sintetizar quiénes son estos actores.
Uno de los grupos menos mencionados, pero a la vez el gran triunfador de esta historia, es la multinacional American Telephone and Telegraph (AT&T). Esta empresa es dueña, entre otras, de Direct TV, la cual adquirió en 2014 y de Time Warner, recientemente adquirida, en 2016.
¿Por qué hablamos, entonces, de estas compañías? Ocurre que Turner Broadcasting System es la que gestiona los canales que son propiedad de Time Warner, entre ellos, TNT. Por su lado, Direct TV es el socio mayoritario de Torneos.
En este nivel del árbol empresarial, hay un factor clave para la selección de la alianza entre Fox Sports y Turner. Como algunos y algunas habrán escuchado, la balanza se inclinó por este conglomerado a causa de un juicio suspendido que Televisión Satelital Codificada (TSC) tenía con la AFA desde hacía varios años. ¿Pero qué rol cumple este nuevo actor? TSC es una compañía con una propiedad compartida entre Torneos y el Grupo Clarín. Cuando en 2009 la Asociación del Fútbol Argentino rompió el contrato televisivo para iniciar la gestión estatal Fútbol Para Todos, TSC la demandó por una cifra que ronda los 5 mil millones de pesos. Frente a la propuesta de ESPN, Mediapro y Fox-Turner, TSC envió una nota al directorio de AFA, en la que aseguraba que dejaría sin efecto el juicio si se aprobaba la oferta que finalmente se decidió. Y no es confidencial, sino que esta información circuló por los medios de todos los colores.
En este nivel, es necesario rearmar la estructura en sentido inverso. TSC es propiedad de Torneos y Clarín. A su vez, Torneos es propiedad de Direct TV quien, junto a Turner, pertenece a AT&T. Es decir que el “favor” judicial no es casual, sino que hay intereses empresariales concretos. Entonces, el grupo Clarín cedió sobre el juicio porque las ganancias que se avecinan superan por mucho la contienda judicial. Visto desde esta óptica, el poder multimedial y monopólico todo lo puede. Incluso, ganar competencias económicas en el “libre mercado” gracias a una artimaña judicial.
Conociendo a los derrotados
Pero para ello, tenemos que recordar que hay ganadores de menor escala. Además de la obviedad que significa Cablevisión, empresa que pertenece al Grupo Clarín o Direct TV como actor directo, también Telecentro será beneficiada. Así, entre las tres compañías se reparten los más de 11 millones de abonados a la televisión por cable (con algunas excepciones muy locales).
¿Y por qué son ganadores? En primer lugar, porque dentro de esas millones de personas que ya pagan el cable, están los principales potenciales clientes del paquete para ver la Superliga, que oscila en los 300 pesos mensuales. Solo con que 1 millón de personas paguen el fútbol privado, se generarían alrededor de 300 millones de pesos en ganancias por mes. Pero además, hay entre 15 y 20 millones de adultos que al día de hoy no pagan ni siquiera el servicio por cable básico, situación que hasta el torneo de fútbol pasado no era problema porque se podían ver los partidos por aire. Todas esas personas pasan a ser potenciales clientes de un servicio que ronda los mil pesos por mes, además del paquete futbolero.
Entonces, en este estado de las cosas, ¿acordamos en que el que quiera ver fútbol lo tiene que pagar? Nadie puede acusar de falta de coherencia a esta tribuna, que supo cuestionar las limitaciones y decisiones que el gobierno kirchnerista tuvo en materia de comunicación. Hemos publicado mucho al respecto. En el mismo sentido, hemos llamado la atención sobre la orientación del gobierno actual en esta materia. No vamos a justificar ningún negociado, ni siquiera las prioridades que el Estado argentino debe tener en materia económica. De todas formas, nos preguntamos: si el sector privado gana tanto con este deporte, ¿por qué el Estado no puede aprovecharlo en beneficio de su población? Y no justamente cobrando abonos, sino con lo las ganancias en materia de publicidad, principal razón para que los grupos empresarios tomen las riendas del negocio.
Pero vamos más allá. Es el fútbol argentino el abanderado del potrero, ese que tanto orgullo nos da, que aparece en charlas, en publicidades, en análisis profesionales. Ese potrero, también cuna de la pobreza que hoy azota a más de 12 millones de personas en nuestro país. Allí, donde esos niños pobres saltan a la fama para hacer ganar cifras multimillonarias a clubes, representantes, empresarios y marcas. Pero la contradicción del capital siempre es la misma. Si sirve, lo adoptamos, lo explotamos y nos enriquecemos. Si no sirve, la pobreza es su problema. Hablando estrictamente de fútbol, esos niños pobres que con los años enriquecen a los poderosos, a partir del próximo viernes no tendrán más la posibilidad de ver el deporte que los apasiona y los hace soñar. Porque en esta injusticia social en la que vivimos, hasta el derecho de mirar un partido nos han quitado.