Por Ana Paula Marangoni
Los resultados provisorios son un fuerte indicador de que la entonces advenediza fuerza que alcanzó la presidencia en 2015 con una precaria estructura (y echando mano de las posiciones radicales), dos años después, aumenta sus triunfos y posicionamientos. Subestimar al PRO como fuerza política es ya un balance de ciegos y necios.
Las elecciones PASO de este año confirmaron, show y globo inflado mediante, un panorama difícil de digerir. Independientemente del caso de la Provincia de Buenos Aires, que merece su propio apartado, para sorpresa de muchos, el PRO se consolida como fuerza nacional, y dio el batacazo en provincias referenciadas históricamente por otras fuerzas: Córdoba (Unión por Córdoba de Schiaretti), Neuquén (Movimiento Popular Neuquino), La Pampa (Frente Justicialista), San Luis (Frente Unidad Justicialista de Rodríguez Saa), Santa Cruz (Frente Para la Victoria), Mendoza (Frente Peronista Somos Mendoza); junto a otros triunfos: Jujuy, Entre Ríos, Corrientes, la ya acostumbrada elección arrasadora en la Ciudad de Buenos Aires, y el empate técnico en suspenso en la Provincia de Buenos Aires.
Esta buena performance es aun más resonante en un contexto general de ajuste, despidos y flexibilización laboral. Lejos de emitir un “voto castigo”, o del famoso equilibrio de poderes del ideal republicano (un partido en el Poder Ejecutivo y fuerzas opositoras en el Poder Legislativo), el mensaje general parece ser de aprobación y consolidación del gobierno actual, quien lograría conseguir mayoría en la Cámara de Diputados. Siendo que las provincias y ciudad que aportan mayores bancas son la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza; todo parece indicar que a excepción de Santa Fe y con puntos suspensivos sobre la Provincia de Buenos Aires, el Pro también está cerca de lograr un triunfo electoral estratégico.
Perdedores
Mientras tanto, las PASO parecen dejar en claro una estela de perdedores, y serían los centristas Massa y Randazzo. A Massa, pareciera que se le va acabando el combustible que en estas elecciones debían impulsarlo como principal fuerza opositora. Y a Florencio, parece que, valga la redundancia, no le llegó su ansiado tren.
El factor “Cristina”, con fuerte arrastre (aunque no por eso desprovisto de inconvenientes), ha influido para debilitar (o dinamitar, según el caso) ambas opciones. Y probablemente, ambos candidatos sufran pérdidas de votantes frente a la disyuntiva que el PRO siempre se encarga de caracterizar como un dilema entre “pasado y futuro”.
El Massismo, de perpetuarse la tendencia actual, perdería su lugar protagónico en la oposición, pasando a ser una fuerza minoritaria. Mientras que la esperanza Randazzista, pereció antes de nacer.
Provincia de Buenos Aires
La elección en la Provincia tuvo picos de desesperación por parte de los salieris de Cristina. A las diez de la noche, en el bunker PRO, era un hecho la inesperada victoria de Esteban Bullrich por encima de la candidata de Unidad Ciudadana, nada menos que la ex presidenta. Sin embargo, y más allá del apetito de Cambiemos por los flashes fotográficos, se sabía que justamente los datos que faltaban cargarse pertenecían a distritos en los que CFK obtuvo mayores caudales de votos. Esto mantuvo en vilo a las fuerzas kirchneristas, que tuvieron que esperar las palabras de su líder hasta las cuatro de la madrugada y, con un 5 % de mesas sin escrutar, ver cómo Cristina llegaba a un empate técnico.
Ese 5 % decisivo para los candidatos distanciados por milésimas llegará en diez días aproximadamente, y es probable que importe poco a quienes pudieron llevarse la foto de la victoria. Porque después de todo, en las PASO quienes se muestran ganadores tienen la posibilidad de convencer a los votantes de que efectivamente son los ganadores.
Si bien sabemos que ese cinco por ciento no es para nada decisivo, dado que lo determinante será el resultado de las elecciones generales (en las que de algún modo y dada nuestra cultura personalista deseamos que se produzca un “desempate”, más allá de que técnicamente se está disputando una banca de diferencia en el senado), es inevitable no percibir el resultado electoral de CFK como una ¿victoria? con sabor a derrota.
En un contexto en el que Cambiemos continúa fortaleciéndose; a CFK, la mayor investidura de su propia fuerza, y aspirando a un cargo mucho más modesto que el de la presidencia (varios escalafones más abajo, podríamos afirmar), parece costarle a duras penas sostenerse en su histórico bastión de votos frente al ex ministro Esteban Bullrich, quien, si bien es una figura con buena imagen y en probable ascenso, dista de ser uno de los principales referentes del PRO.
CFK se juega en estas elecciones mucho más que un cargo en el senado. Simultáneamente, se pone a prueba la disputa por el liderazgo en el PJ (primer desafío logrado), pero también la posibilidad de ser la líder de la oposición a este gobierno; en tercer lugar, cabría la posibilidad de poner a prueba su posible presidenciabilidad (o la de su fuerza) en 2019. Pudiendo comprobarse con altas posibilidades el liderazgo de la oposición en ambas cámaras, el Kirchnerismo se enfrenta al mayor de sus obstáculos, y es el de quedar encapsulado en un liderazgo que no permite hacer crecer otros y que muy probablemente no tenga suficiente fuerza como para vencer al PRO en las siguientes elecciones.
Esta victoria amarga sería el peor de los panoramas ya que dejaría abierta al PRO la posibilidad de tener buenas chances de reelección. Pero siempre es mejor no adelantarse. Y mucho menos hacer pronósticos.
Como saldo de las PASO queda en el aire la sensación de que el giro a la derecha de este gobierno, pese a las medidas de exclusión social que viene llevando a cabo, tiene el visto de aprobación. ¿Estaremos viendo distintas películas?
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