Por Francisco Longa
En vísperas electorales los análisis o las reseñas sobre lo que dijeron las urnas abundan. En la siguiente nota buscamos aclarar algunos puntos centrales que deja la jornada del domingo, más allá del resultado en provincia de Buenos Aires.
El panorama global
En primer lugar es importante aclarar que la asistencia a las urnas sigue siendo fluida y cuantiosa en el electorado nacional. Casi un %78 del padrón fue a votar en este caso, lo que representa incluso un incremento respecto de la asistencia de las primarias de 2015, donde el guarismo rondó los %74. Estos números son similares a los de las asistencias en países vecinos donde el voto es obligatorio, como Brasil, Bolivia y Uruguay, aunque en este último en general la asistencia supera el %90.
Como conclusión general, observando la panorámica que deja el país, es evidente que la polarización entre el macrismo y el kirchnerismo es la que domina el espectro electoral. Esta polarización se presenta con fuerza en distritos significativos, como las provincias de Buenos Aires y de Santa Fe, y en otros distritos de menor cuantía electoral como Chaco, Misiones o La Pampa. Hay dos distritos significativos por su volumen electoral que se muestran claramente alineados al gobierno nacional: Capital Federal y Córdoba; en éste último es probable que el kirchnerismo pueda mejorar su performance si dedica mayores esfuerzos proselitistas, aunque la tendencia general parece difícil de revertirse de acá a octubre.
También hay que destacar la modificación del mapa nacional respecto de tendencias que se venían manteniendo por largos períodos de tiempo. Nos referimos a provincias como San Luis, Santa Fe, Santa Cruz y La Pampa, por ejemplo, donde no solamente fueron derrotados los oficialismos, sino que perdieron partidos políticos que habían ganado consecutivamente varias elecciones del pasado reciente. Con excepción de Santa Fe, donde se impuso el kirchnerismo, el resto de los ‘triunfos sorpresa’ quedaron del lado del macrismo.
Pero las sorpresas a nivel nacional no solamente se expresaron en triunfos. Es importante prestar atención a algunos desempeños que, aunque no se cristalizaron en victorias, marcan avances significativos y novedosos. El caso de la provincia del Chaco es significativo al respecto: si bien el peronismo retuvo la provincia, retrocedió más de 15 puntos porcentuales respecto de su desempeño en las PASO de 2015; si bien Cambiemos mantuvo sus 37 puntos, al igual que en 2015, la merma del peronismo acerca al macrismo a la cima electoral.
En Jujuy, por ejemplo, el Frente de Izquierda casi duplicó su desempeño de 2015, y alcanzó ahora un destacado %12,5. Estos números nos hablan de movimientos subterráneos, que no se han expresado en triunfos ni ‘batacazos’, pero a los que hay que prestar atención para identificar cuáles pueden indicar tendencias de mediano y largo plazo, y cuáles son apenas desempeños aislados con pocas chances de repitencia.
Otra conclusión general que devuelve la imagen nacional es el debilitamiento de la ‘tercera vía’ encarnada en figuras como Sergio Massa o Florencio Randazzo. Aún juntos, y en el lugar donde mejor se mueven (la provincia de Buenos Aires), no superan el %20 de los votos, lo que significa -sobre todo para el ex intendente de Tigre-, una merma en su desempeño.
Metamorfosis del mapa político
Estos datos refuerzan la idea de que Cambiemos dejó hace tiempo de ser un fenómeno porteño, y hoy se consolida como el espacio político con mayor proyección nacional. Además, a diferencia del kirchnerismo, tiene menor dependencia respecto de su líder. Como sostiene el politólogo Julio Burdman en un artículo de la Revista Anfibia, los datos del domingo parecen mostrar que Cambiemos está dejando de ser una alianza electoral, para pasar a ser un partido único, con proyección, programas y presencia nacional.
A nivel de los candidatos, es cierto que Esteban Bullrich no hubiera logrado tantos votos sin el protagonismo de Vidal en la campaña, pero no es tan fácil asegurar que cualquier otro candidato kirchnerista lo hubiese hecho si recibía la bendición de Cristina. Es cierto que cerca de CFK hay dirigentes con buena imagen y con caudal de votos propios, como por ejemplo Agustín Rossi en Santa Fe. Pero Cambiemos ha logrado consolidar dos elementos: por un lado una ‘marca’ electoral exitosa y que parece no haber alcanzado su techo. Esta marca, aunque apela a la ‘novedad’ también logró funcionar con candidatos que vienen con larga trayectoria en política: no solamente con casos como el de Carrió, en San Luis, por ejemplo, Claudio Poggi le ganó a los Rodríguez Saá. Poggi es un antiguo aliado a la familia peronista gobernante, pero que enmarcado en Cambiemos logró pegar un salto y poner en vilo la hegemonía del justicialismo.
En segundo lugar, Cambiemos cuenta con una serie de dirigentes con buena imagen en el electorado, como Rodríguez Larreta, Vidal, además de la ya mencionada Elisa Carrió. También es evidente que la candidata porteña podría en un futuro representar un problema para el gobierno, en caso de que decida apostar a un protagonismo individual desmedido. Pero mientras se mantenga dentro del espacio que la acaba de consagrar, el partido de gobierno puede ostentar un puñado de candidatos que gozan de buena salud electoral.
Por el contrario, en el caso del kirchnerismo la dependencia respecto de CFK sigue siendo muy grande. Sin embargo, con una campaña en la que casi no desplegó publicidad en la vía pública, y con una enorme maquinaria mediática en su contra, Cristina sigue vigente en el distrito más poblado del país; y si logra seducir a parte del electorado peronista que eligió a Massa o a Randazzo en las primarias, tiene altas posibilidades de triunfar en octubre.
En este punto es importante destacar que es la propia estrategia del gobierno la que va a llevar a los comicios de octubre a un punto de máximo riesgo: es que Cambiemos buscó transformar la elección en una valoración entre el pasado y el futuro. Es curioso, mientras algunos actores importantes del gobierno, por caso la vice presidenta, se encargan de decir que las elecciones de medio término no sirven para nada, al mismo tiempo el gobierno apela a transformarlas en una gesta decisiva para definir el futuro de la nación. Hay allí una contradicción.
Pero no es problema para el gobierno sembrar contradicciones: el propio manejo espurio del escrutinio con fines mediáticos, y el actual retaceo de un porcentaje de votos que podría incluso dar vuelta el resultado en la provincia de Buenos Aires, contradice la imagen de la transparencia y la defensa de la república, supuestos vicios del populismo de los cuales Cambiemos había venido a librarnos.
Por último, es importante remarcar que el gobierno apostó y apostará a ‘presidencializar’ la elección. Incluso más: el actual empate virtual en el distrito más importante del país le otorga al gobierno más elementos para transformar una simple elección general legislativa, en prácticamente una instancia de balotaje presidencial.
Esta estrategia se enmarca en la ofensiva polarizadora que el gobierno viene encarando desde que los números de la economía no responden: esto está, una vez más, muy lejos del ‘unir a los argentinos’ prometido en la campaña. Esta vocación de dramatizar y presidencializar la elección le sirve al gobierno, pero también al kirchnerismo. Por el contrario le es sumamente perjudicial a todo aquel que plantee una tercera vía respecto de la polarización. De esa forma se explican los magros resultados de Massa y Randazzo, y es por ello también que se puede augurar que, en octubre, una parte significativa de los votantes de éstos últimos va a terminar cayendo de uno o de otro lado de la mal llamada ‘grieta’.
Respecto del desempeño de la izquierda, pueden observarse luces y sombras. El Frente de Izquierda y de los Trabajadores sigue siendo la principal referencia de la izquierda, y muestra un crecimiento porcentual en la foto a nivel nacional: provincias como Chaco, Jujuy y Mendoza apuntalan este crecimiento. Sin embargo, en los distritos más poblados como la provincia de Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe, su desempeño no mejora. Desde el lunes a la mañana las y los referentes se encargaron de destacar que su fuerza creció un %30 a nivel nacional respecto de 2015: pasando de 700 mil a 900 mil votos. Esto es una verdad objetiva, aunque oculta que en 2015 esta fuerza había sufrido una merma en su faena electoral respecto de 2013, año en donde cosechó más de un millón de votos en las elecciones generales. Es consabido que en las instancias legislativas el desempeño electoral de la izquierda argentina es mejor que en las ejecutivas; pero aún con ese parámetro, el Frente de Izquierda sacó menos votos ahora que en aquel último desempeño legislativo de 2013.
¿Fin o re-estructuración del bipartidismo?
Desde el lunes a la mañana, la principal preocupación tanto de Macri como de Cristina es entonces seducir esas voluntades intermedias, que rondan el %30 del padrón, para que en octubre vuelvan a encuadrarse en el marco de la polarización. En la provincia de Buenos Aires, entonces, el empate refuerza la grieta y fortalece al gobierno por un lado y a Cristina como principal figura opositora por el otro. Esto implica que el escenario se encuentra aún abierto.
Mientras Cambiemos se consolida como partido a nivel nacional, con un mensaje, una campaña y candidatos encuadrados en una estrategia dirigida desde la Casa Rosada, la conformación de Unidad Ciudadana le sigue dando a Cristina Fernández de Kirchner la posibilidad de renovar al panperonismo. De aquí a octubre nos esperan dos meses en donde se polarizará al máximo la campaña, en función de terminar deglutiendo al tercio que quedó fuera del ‘voto grieta’.
Todas las opciones alternativas a la división binaria entre macrismo y kirchnerismo, tanto las que se expresan por izquierda como las que elijen diversas versiones del peronismo no kirchnerista, enfrentarán un escenario por demás complicado para seducir voluntades ‘independientes’ de la polarización. Pero más importante que esta polarización puntual en esta campaña, es identificar cuáles de estas dinámicas están dejando de ser minorías circunstanciales, para pasar a ser tendencias de mediano plazo.
Si se confirma la consolidación de Cambiemos como estructura partidaria unificada a nivel nacional, y si Cristina logra dirigir al pan peronismo desde la Unidad Ciudadana, entonces es probable que la polarización tenga mucho para decir no solo de aquí a octubre, sino por varios años más. Si eso ocurriera, no estaríamos asistiendo al fin del bipartidismo en Argentina, sino a una metamorfosis del mismo: nuevamente dos partidos polarizan las voluntades mayoritarias, pero ahora con nuevos ropajes político-ideológicos.