Por Vivian Palmbaum / @vivi_pal
Hace pocos días se cumplieron 27 años de nacimiento del MOCASE, que encuentra a las familias campesinas e indígenas en una compleja coyuntura a nivel nacional y regional.
El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) tiene fecha de nacimiento el 4 de agosto de 1990. Animados a continuar luchando, tal como lo vienen haciendo miles de familias que producen cotidianamente, para resistir con organización los constantes intentos de despojo al mismo tiempo que construyen un modo colectivo de gestionar la producción, se enfrentan con una coyuntura muy adversa.
Organización y producción
Tal como ellos mismos lo dicen: “el MOCASE asumió como estrategia central la lucha por la tenencia de la tierra y por las condiciones de vida de las familias campesinas indígenas”. Los campesinos indígenas venían sufriendo un histórico proceso de desalojos silenciosos, contra la legitimidad de la tenencia de la tierra por el desconocimiento del derecho veinteañal.
Esta situación no contemplaba lo que se dneomina usucapión, que es un término jurídico que indica un modo de adquirir la propiedad por el transcurso del tiempo. Esta adquisición se lleva a cabo mediante una posesión continuada durante el tiempo que exige la ley.
El Movimiento Campesino de Santiago del Estero se creó en una provincia donde el clientelismo político y el manejo discrecional del estado históricamente han favorecido a una minoría. Con esta experiencia de organización se fue generando unidad y conciencia para enfrentar el miedo que los poderosos instalaron de la mano de los gobiernos, “la experiencia de organizarnos ha generado conciencia y conquistas, unidad y movilización de los campesinos indígenas porque básicamente perdimos el miedo a organizarnos”, tal como ellos mismo afirman. “La organización para la autodefensa de los pobladores, junto a iniciativas de acercamiento a los derechos sumado a asesoramiento legal y de defensa jurídica correspondiente, fue logrando una mayor visibilidad política ante los dueños del poder, amplió los lazos solidarios con otros sectores de la sociedad, que se sintieron atraídos por esta lucha”.
La organización colectiva impulsó y facilitó una gran cantidad de emprendimientos, que no serían posibles de otro modo. Enumeramos solo algunas de las iniciativas comunitarias como: pastoreos comunes controlados por bolleros con energía solar, botiquines comunitarios y construcción de corrales autóctonos para la cría de cabras para carne, leche y quesos. Adquisición de máquinas agrícolas administradas y utilizadas comunitariamente. Reforestación con algarrobos en suelos desgastados por el uso intensivo. Construcción de sedes, con depósitos para la comercialización conjunta. Módulos de acopio y extracción de agua, potabilizadores a energía solar y eólica. Aserraderos y carpinterías para el uso y destino racional de la producción forestal. Creación de agroindustrias de mermeladas, escabeches (productos regionales), carnicerías comunitarias instaladas en los pueblos de referencia, fábrica de quesos con leche de cabra, tejido y teñido artesanales de lana de oveja, chacinados. Recreación de tecnología indígenas: represas, construcción de molinos de viento con materiales reciclados. Instalación en las comunidades y con las centrales de radios punto a punto de corto y largo alcance, para comunicarnos permanentemente. Por iniciativa de niños, jóvenes y padres: la escuela de formación política y técnica en agroecología y espacio de formación de promotores de la salud, comunicadorxs populares, promotores productivos.
Triste record
En el año 2013 el Registro Nacional de Tierras Rurales revelaba que más del 15% de las tierras de tres departamentos de Santiago del Estero tienen dueños extranjeros, es decir, una cantidad mayor a la permitida por la ley 26.737, que regula el Régimen de Protección al Dominio Nacional sobre la Propiedad. Se trata de los departamentos Jiménez, Belgrano y Aguirre, donde predominan las explotaciones agrícolas ganaderas, con una fuerte incidencia de pools de siembra dedicados a la soja. Una región donde los productores son oriundos de otras provincias, como Tucumán, Córdoba y Santa Fe, además de un 15% que son extranjeros.
La distribución equitativa de la tierra, el acceso y su utilización, ha sido y es aún, uno de los principales problemas del mundo y una cuestión que atraviesa a los países de nuestra región. Nuestra historia atestigua este hecho con el exterminio del 60% de los pueblos originarios, de acuerdo a un informe del INAI de 2006. Don Osvaldo Bayer lo expresa con gran claridad “el genocidio de los pueblos o clases peligrosas o inferiores, está presente desde la época de la conquista”. (El Terrorismo de Estado en la Argentina)
En nuestra región, la disputas por el acceso y distribución de tierras constituye aún uno de los problemas centrales. La concentración de tierras y la conformación de latifundios, ha sido una constante, del mismo modo que ha sido una constante la resistencia al despojo y las ocupaciones directas de tierras por parte de campesinos y comunidades indígenas. Los ejemplos sobran en estas tierras.
Desde el Mocase enuncian que “Santiago del Estero, parte del Gran Chaco Americano, fue saqueada por las empresas que se llevaron la inmensa riqueza forestal. Hoy nuevamente, con la excusa del progreso, vuelven empresas transnacionales, de los agronegocios que con la complicidad de los gobiernos, los jueces y la policía quieren destruir los bosques y los bienes naturales”. Al mismo tiempo se intenta despojar de sus saberes ancestrales a las comunidades con el impulso de una ley de semillas, que permitiría incrementar y garantizar los beneficios de la corporación Monsanto.
El panorama hoy aparece sombrío con la gran mayoría de las economías regionales en un profundo proceso de crisis que obliga a las familias campesinas, que producen la mayoría de los alimentos que consumimos, a abandonar sus campos lo que favorece la creciente concentración de la tierra y la producción en pocas manos. Este modelo económico impulsa la producción sojera que “Solo produce divisas para los bolsillos de los grandes terratenientes y exportadoras extranjeras” como afirman desde el Movimiento Nacional Campesino Indígena.
La disputa territorial hoy adquiere una nueva presencia en los medios de comunicación, cuando las comunidades originarias, los campesinos de las agriculturas familiares o los pequeños productores son criminalizados por el ejercicio de sus derechos. La lucha por la tierra alcanza nuevas connotaciones cuando se avanza con el despojo de las tierras que legítimamente le corresponden a las comunidades que las ocupan ancestralmente. Un nuevo desaparecido en democracia intenta disciplinar a los rebeldes: Santiago Maldonado. Mauricio Macri y Michelle Bachelette se ponen de acuerdo para avanzar contra Facundo Johanes Huala que se erige como una amenaza contra el poder dominante representado por los Benetton y compañía.
Construir con las comunidades
El Mocase se vincula con otras organizaciones a nivel nacional, regional e internacional. Tal es el caso con el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) que nuclea a más de 500 mil familias. A nivel regional forma parte de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y en el ámbito internacional en La Vía Campesina (LVC), “porque la lucha por un mundo mejor para todos los pueblos y todos los hombres y mujeres, es la lucha por la liberación planetaria”.
“Las organizaciones y comunidades campesinas indígenas del MOCASE VC hemos decidido parar las topadoras, parar la destrucción del medio ambiente y movernos organizadamente por la identidad cultural, la forma de vida comunitaria y solidaria”.
Otro mundo mejor es posible, así nos lo muestra la organización de familias y comunidades.