Por Nicolás A. Herrera F.*
Está circulando una “captura de pantalla” de lo que parece ser un publicación de un académico colombiano. Este escrito se enfoca en preguntas y reflexiones suscitadas por la publicación. Resulta irrelevante su autor y debe comprenderse como un aporte a la discusión general sobre la “odiología” e “ideología” del poder, y no como un ataque personal o afrenta contra su supuesto autor, pudiendo referirse analógicamente a cualquiera de nuestras sociedades latinoamericanas.
No olvides nunca
que los menos fascistas
de entre los fascistas
también son
fascistas.
Roque Dalton
(En Poemas clandestinos; 1975)
En lugar de “universidad” puede usarse “gobierno” o “partido” y en lugar de “estudiante” puede decirse “empleado” o “militante”. (Adjunto la “captura” por razones ilustrativas).
I. Se define a una universidad colombiana (v.g. “gobierno”, “partido”) como “antro, platanal o potrero africano”, que en otras palabras quiere decir “cueva”, lugar de “mala reputación” y “campo de negros” (¿Hacienda?). El locus enuntiationis (lugar de enunciación) del autor parece ser el de las categorías “civilizadas”, de “buena reputación” y de una “urbanidad blanca”.
II. Se plantea que la mayoría de los estudiantes universitarios (v.g. “empleados”, “militantes”) son “sin vergüenzas, irresponsables, haraganes, vagos y perezosos [que no se dan cuenta] de que los contribuyentes tenemos que subsidiarles la paridera y pagarles los servicios públicos. Todo se lo merecen porque sí. Porque son muy especiales”. ¿Querrá decir que “nosotros” (es decir, los negros y pobres) somos los vagos, haraganes y perezosos a los que nos mantienen “ellos” (es decir, los “contribuyentes”, los ciudadanos “de bien”, los blancos, ricos y trabajadores)? ¿Acaso no son “ellos” el sector social más evasor de impuestos? La dicotomía conquistador-conquistado, sujeto-objeto.
III. En un arrebato de angustia exclama: “No ven la hora de expropiar al Club Campestre y de arrancarles a los dueños la tierra y los medios de producción de la riqueza para repartirla y destruirla”. ¿Olvida el autor que “nosotros” somos los creadores de riqueza, que hemos sido ignorados, humillados, expropiados y vilipendiados por siglos, para que “ellos” tengan “sus” tierras, medios de producción, riquezas y Club Campestre? ¿Que no sólo perdimos las tierras, sino el salario, el tiempo, la vida y que nuestros derechos “ellos” los convirtieron en mercancías?
IV. “Antro”, “platanal”, “potrero africano”, “vagos”, “haraganes”, “sinvergüenzas”, “perezosos”, “subsidiados” (¿ñoqui?, ¿choriplanero?). Todas categorías que expresan la exterioridad del sistema, la negación del sujeto. Todo lo negro es pobre; todo lo pobre es perezoso; todo lo perezoso es haragán; todo lo haragán es resentido. Las voces de las víctimas no llegaron a su escritorio. Es el discurso del odio (odio-logía) del poder en está puro.
V. Este pensamiento condena el pensamiento crítico como “trasnochado”, “jurásico”, “idealista ingenuo”. En nombre del mítico “estado de naturaleza” exige que no se invoquen ideologías caducas. Es el discurso de las ideas (ideo-logía) del poder disfrazado de cientificidad. Es Descartes, Hobbes, Weber, Le Goff, Nietzsche, Popper y Hayek. Es Domingo Faustino Sarmiento. Es la Modernidad en estado puro. El sistema-mundo moderno/colonial capitalista/patriarcal cristianocéntrico y occidentalocéntrico. Este discurso demo-liberal defiende la mítica “hermandad” de clases sociales y el modelo civilizatorio que acaba con la tierra y con nosotros (incluidos ellos) en aras del mítico progreso infinito. Es el pensamiento mítico del poder.
VI. La odiología y la ideología descritas han sido expresadas en el caso colombiano por ruines personeros históricos: Caballero y Góngora, Tomás Cipriano de Mosquera, Abadía Méndez, José Antonio Montalvo, Laureano Gómez, Gilberto Alzate Avendaño, Miguel Ángel Builes, Julio César Turbay. Son las mismas categorías que organizan el discurso actual de Álvaro Uribe Vélez, Alejandro Ordóñez, José Obdulio Gaviria, María Fernanda Cabal, Paloma Valencia. Cada país tiene los suyos y puede incluirlos en la lista infame.
VII. Esta afectividad y racionalidad del poder (anti-sentipensamiento) expresa un nihilismo devastador. No es propiedad exclusiva del autor del texto, sino un “sentido común” que puede verse en políticos, académicos y gentes corrientes en los cinco continentes. En nuestro Continente, este discurso asume condición de juez en el caso venezolano y en los países “progresistas”. Los propietarios, blancos, urbanos, hombres, “occidentales”, ricos, exigen sepultar la suprema herejía de los pueblos y conminan a los pueblos a enterrar aciertos y utopías, con burocracia y corrupción. La contradicción entre civilización y barbarie. El autor asume un posicionamiento de clase. Ha tomado partido y decidido a quién servir. Hace bien.
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*Nicolás Armando Herrera Farfán es psicólogo e investigador colombiano, integrante del Colectivo Frente Unido – Investigación Independiente.