Por Gabriel Casas
Ricardo Centurión ya no es más jugador de Boca. Por culpas propias y ajenas. Centurión tenía todo para ser el ídolo que el club xeneize buscaba desde la partida de Carlos Tévez a China, pero…
Sus virtudes: una habilidad endiablada, talento (aunque sin visión de juego en equipo) y encima, no le pesaba la camiseta. Boca iba a hacer un esfuerzo y pagar los seis millones de dólares al San Pablo que costaba su ficha. Guillermo Barros Schelotto lo quería. Daniel Angelici le desconfiaba, pero iba a soltar la billetera y tratar de que cuando Boca volviera a la Copa Libertadores juntarlo con el mismo Tévez.
Según el propio Centurión, le soltaron la mano, aunque sus antecedentes venían generando “incomodidad” en la dirigencia xeneize ¿Qué pasó para que esto sucediera cuando todo estaba encaminado para su continuidad? Parece que Centurión fue a bailar a un boliche de Lanús el sábado a la noche con sus amigos (los amigos del campeón, claro) y que ahí protagonizó un incidente con alguien que le pidió una foto. El otro, que dice es hincha de Boca, asegura que el futbolista lo insultó y lo amenazó ante ese simple pedido. También se metieron los amigos de Centurión. Y el hincha lo denunció. Y el incidente tomó estado público.
Es como la gota que rebalsó el vaso. Centurión no sólo es noticia por lo que hace adentro de una cancha. También lo es afuera de ella. Hay fotos suyas posando con armas, videos de Centurión descontrolado en un hotel donde concentraba Boca tratando de ser frenado por sus compañeros, y, como ya denunciamos en su oportunidad, su ex novia lo denunció por golpes y amenazas. Parece una nimiedad que su último escándalo haga que le hayan bajado el pulgar (a comparación con la gravedad de los anteriores), pero era previsible, también, que Angelici estaba buscando el motivo para no renovar su contrato.
Cuando fue la denuncia de su ex novia, el ambiente machista del fútbol se puso de su lado. Tomó la teoría (muy escuchada en el ambiente del futbol y en otros exitistas) de que “le quiere sacar plata”, mientras en el país muere una mujer cada ocho horas por la violencia machista. Otros quieren hacer ver a Centurión como un emergente de los problemas que tiene la sociedad con jóvenes que llegan a ser exitosos en algo (el fútbol, por ejemplo) y provienen de clases bajas, sin educación y sin oportunidades en su niñez.
Puede ser que Centurión no haya tenido una buena educación, pero lo que es indudable es que tuvo (y tiene) oportunidades. No cualquiera llega adonde él llegó por su talento futbolístico. Logró fama y dinero. Centurión es el campeón. Y se rodea, claro, de los amigos del campeón. Por eso, en su entorno, para defenderlo, dicen que el sábado salió a festejar con sus amigos que Boca había hecho uso de la opción por los seis millones de dólares. O sea, que el único festejo que entiende Centurión para otro gran paso en su carrera, fue hacerlo yendo a un boliche con sus amigos. No, por ejemplo, con sus íntimos y su familia, en un asado en su casa.
Al campeón no se lo cuestiona. Ninguno de sus amigos le debe haber dicho: “loco, no salgamos”. Porque ninguno lo debe haber considerado como algo grave. De hecho, no lo es. Era un sábado a la noche. Son jóvenes y les gusta ir a bailar. Muchos futbolistas jóvenes deben haber ido a bailar el pasado sábado. Sin embargo, ninguno es noticia como Centurión. Y ninguno de ellos, por esa salida (aunque sin escándalo) se perdió el porcentaje de un pase de seis palos verdes. Ninguno tampoco tiene los antecedentes de Centurión. Es que el propio Centurión sirvió la gota que rebalsó su vaso.