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    “Darío Santillán es la figura máxima de nuestra época”

    18 enero, 20126 Mins Read
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    Por Vicente Zito Lema*. Hoy, 18 de enero, el joven militante asesinado en un piquete hubiera cumplido 31 años. “Yo veo que Santillán expresa todo lo que la juventud rebelde, emancipadora, subversiva, poética, puede dar al mundo”.

    I. El Che, Evita…

    Darío es la figura máxima de nuestra época. Santillán es en sí la época. Yo siento que él queda como la figura máxima de una época. Así como hay un Cordobazo, un Trelew, con sus mártires, está esta época que es la de Darío. Él marca. Uno podría decirme si no estoy exagerando, pero yo siento que así como hay una época del Che en nuestro país y una época de Evita, yo veo que Santillán expresa, en su juventud, todo lo que la juventud rebelde, emancipadora, subversiva, poética, puede dar al mundo. Yo creo que Santillán es una figura de la misma talla del Che o de Evita. Por más que, y esto también es lógico, sus poquísimos años de vida, marquen un desarrollo hasta ahí. Pero conociendo su vida, leyendo lo que él decía, intuyo una potencialidad que ya no es una fantasía. Creo realmente que Santillán expresa, desde la derrota de nuestra generación en adelante, que la vida sigue, pero no que sigue como algo natural sino como algo profundo de la criatura humana que pone en acto. Darío no es algo natural: es la construcción humana, la construcción de lo que lo humano es capaz de hacer por la humanidad. Y queda en la historia Argentina porque marca la época… es la época. Después de la derrota del 76, la muerte de Santillán es uno de los acontecimientos que dejan para el mañana, pero también para el ayer, la aventura humana en su plenitud.

    II. Tenía que expresarme, construir belleza desde lo que me trastocaba

    No me veo ni me vivo por fuera de la historia de una generación. No quita mi individualidad, sino que le da su verdadera existencia, su verdadera identidad. Y como parte de esa generación, tuve que enterrar a muchos de mis amigos y de mis compañeros. Y sentí tanto sus muertes que escribí sobre ellos, a nivel individual (Miguel Ángel Bustos, Rodolfo Walsh, Agustín Tosco, Ernesto Guevara, el Gallego Fernández Palmeiro y muchos militantes), así como lo hice con hechos: Trelew, el Cordobazo. Sucedían tragedias, se daban epopeyas y yo participaba lo mejor que podía, con las mayores fuerzas que tenía, en ellas. Pero también como poeta, como escritor, sentía que tenía que expresarme, intentar construir belleza desde eso que me trastocaba, que me hacía sentir el alma herida, por usar un término romántico. Después viene el exilio, sobre el cual también escribo y luego la difícil vuelta al país de alguien que sobrevivió, que intentó mantener la lucha afuera, y mi escritura, mi pensamiento, estaba ligada a lo que había vivido y poco a poco, construyendo desde los bordes, a esta nueva realidad de volver al país tras el exilio, que fue una experiencia muy distinta a la que tuvieron los que siguieron viviendo en el país. En ese marco, en el que yo había enterrado y había escrito sobre mis compañeros de generación, se dan los asesinatos de Santillán y Kosteki.

    III. Santillán y Kosteki ya no eran mis hermanos sino mis hijos

    Y no es, desgraciadamente, que no se hayan dado, desde que regresé al país en 1984, otros acontecimientos y otras muertes. Porque nunca cesaron las muertes de los que luchan contra la muerte en nuestro país. Pero cuando sucede lo de Santillán y Kosteki yo sentí que algo distinto había pasado en mí como persona. Sentí con una fuerza, que todavía me estremece, que lo que había muerto con Santillán y Kosteki ya no eran mis hermanos sino mis hijos. Fue un estremecimiento… yo sé lo que lloré, lo que me enojé. Si mi generación hubiese estado en su accionar político, me atrevo a decir que hubiera participado de actos que cualquiera que conoce a nuestra generación puede imaginar. Pero era otra época, otro tiempo, y sentí como propio el caso. Y de ahí que, sin que nadie me lo pidiera, me metí y participé con todas mis armas de manifestaciones y escribí en los medios de comunicación y hablé por radio y, con la excusa de hablar de mi obra o de la historia, me metía para hablar de ellos. Como un obsesionado quería hablar de ese tema y buscaba espacios. Necesitaba hacerlo, no soportaba la muerte de mis hijos. Porque no estaba preparado. Destruía todo lo que había sido mi vuelta al país. Todo se desmoronó. El país volvía a ser para mí, otra vez, el reino de la muerte, de lo injusto profundo. No soporté la muerte de Santillán y Kosteki y por eso intenté consolarla de la única forma que sé: militando contra los asesinos, contra el olvido y, a la vez, dando respuesta a mi alma lastimada: escribiendo. Y escribí de todo: hice reportajes, escribí poemas, teatro, realicé análisis desde lo histórico, lo psicológico, lo filosófico. Es decir, construí desde todos los lugares que podía.

    IV. También hice teatro, también corté calles y puentes haciendo teatro

    Y como también soy director de algunas de mis obras de teatro, entonces también hice teatro con esa obra que escribí y la monté en la calle, en puentes y yo también corté calles, a diferencia de otras veces que me invitan. Esta vez, con apoyo del Frente Popular Darío Santillán, cortamos el Puente que une Neuquén con Río Negro, para desde allí, sobre el puente mismo, leer poemas y extractos de la obra. Y montamos la obra, a la hora en que se inició el juicio contra los autores materiales de la Masacre de Avellaneda, frente a los Tribunales de Lomas de Zamora. Y luego sobre el Puente Pueyrredón.

    Y también recorrí el país, alentando y formando grupos de teatro que montaran la obra. Incluso el Grupo Raíces ganó el Primer Premio de Teatro en Corrientes. Y cuando la estrenamos en Buenos Aires, recuerdo que estuve sentado junto a Alberto Santillán. Que fue una experiencia muy dura, terriblemente dura. Y el papá de Darío estaba ahí sentado y lo veía llorar. Y fue muy fuerte. Y así, siempre traté de  contribuir: en 2011, cuando se fundó la Universidad de los Trabajadores, en IMPA, donde soy director,  hicimos un acto en homenaje a Kosteki y Santillán, y lo invitamos al papá de Darío. Y antes, cuando fui el director de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, también allí hicimos actos. Y en su momento aporté al agrupamiento de artistas e intelectuales que se reunieran exigiendo justicia por Santillán y Kosteki. Y siempre fue por ellos, pero también por mí. Porque insisto: sentí que ellos eran mis hijos. Siento que, de haber tenido un hijo, me hubiera gustado que fuera Darío. Por eso escribí y milité todo lo que pude. Y sigo haciéndolo.

     ———-

    * Testimonio recogido por Mariano Pacheco como parte del proyecto de investigación sobre la biografía política de Darío Santillán a 10 años de su asesinato.

    FOTO: Darío Santillán en su cuarto leyendo Actas Tupamaras. Gentileza de la familia.

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