Por Vivian Palmbaum
Hace pocos días se conocieron los datos de Unicef respecto de la situación de las niñas y niños de nuestro país. El relevamiento arrojan como resultado: 5,6 millones de niñas y niños pobres en la Argentina. Un dato cuyas cifras se ven encarnados cotidianamente en los barrios populares.
Como respuesta, el gobierno nacional de Cambiemos y sus aliados del massismo, con la reinstalación del discurso punitivista busca criminalizar la pobreza. En cada territorio se responde con organización para resistir la ausencia de políticas públicas que le den alguna otra respuesta a las situaciones cotidianas que les toca atravesar a pibas y pibes desde tan pequeños.
Un intento por reflejar los números de las infancias de la pobreza, con cifras destinadas a causar un impacto en los lectores, mientras las políticas de Estado están ausentes para dar contención y modificar una realidad que se vive cotidianamente en los barrios. Criminalizar la infancia pobre, renovando el impulso a la iniciativa de la baja en la edad de imputabilidad, se acopla a las políticas que en la ciudad de Buenos Aires han dejado a más de 11 mil pibas y pibes sin vacantes para la escuela primaria, con importantes cifras de deserción en la escuela media. Estas son algunas de las más notorias políticas de disciplinamiento que se intentan instalar.
A los pocos días de aparecer estas cifras, la vicepresidenta Gabriela Michetti reimpulsó la consideración de la baja en edad de imputabilidad, como si esa fuese la única respuesta desde el Estado a las privaciones y miserias cotidianas que padecen los sectores populares y que afectan el futuro de pibas y pibes de nuestra tierra.
Mirá quien habla: Unicef
En el informe titulado: Bienestar y Pobreza de niñas, niños y adolescentes en Argentina, de abril de 2016, se da cuenta de algunas consideraciones iniciales. En lo formal en el año 2005 se sancionó en nuestro país la ley 26.061 de PROTECCIÓN INTEGRAL DE LOS DERECHOS DE LAS NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES, a pesar de ello y tal como lo expresa Unicef: “los niños todavía experimentan brechas entre el derecho formal y su ejercicio efectivo según el lugar donde nacen y las características socioeconómicas y laborales de sus hogares”.
El Estado Mundial de la Infancia de 2005 sentó el precedente para el enfoque de Unicef sobre la pobreza infantil: “Los niños y las niñas que viven en la pobreza sufren una privación de los recursos materiales, espirituales y emocionales necesarios para sobrevivir, desarrollarse y prosperar, lo que les impide disfrutar sus derechos, alcanzar su pleno potencial o participar como miembros plenos y en pie de igualdad de la sociedad”. Esta conceptualización va más allá de la noción material tradicional de la pobreza y es intrínsecamente multidimensional. La comprensión de los efectos combinados producto de múltiples privaciones puede ayudar a identificar las causas subyacentes de la inequidad en los resultados en el desarrollo de los niños, además de la red de programas y servicios requeridos en la respuesta. Esto les permite a los responsables de políticas identificar a los niños (y niñas) que están privados de poder satisfacer numerosas necesidades básicas y puede facilitar el desarrollo de respuestas políticas globales e integradas.
Merece una mención destacada el hecho que un organismo reconocido como Unicef publique informes sin el necesario reconocimiento del género, al publicar informes con un sesgo deliberadamente masculino.
Una realidad
En cada uno de los barrios populares (y no solamente allí) que se refleja en el Registro de barrios populares nuestras niñas y niños sufren situaciones que los afectan directamente. Hoy el incremento sustancial de la pobreza se refleja en el aumento en los diferentes comedores populares que se ven desbordados de asistentes.
La renuente asignación de recursos a la educación, como una política de estado, afecta directamente a aquellas y aquellos para los cuales es el único recurso. Con docentes que han sido instalados en la campaña mediática como exclusivos responsables de sostener la educación pública (de la cual el estado nacional parece desentenderse). Al mismo tiempo se produce la desarticulación de los programas y espacios de contención destinados a niñas, niños y jóvenes, que el estado ha decidido discontinuar, mientras que se subsidian escuelas privadas y proyectos de ONGs que lucran con los pobres.
La criminalización y estigmatización de la pobreza afectan a nuestras niñas y niños con las políticas represivas que los castigan, tal el caso de los gendarmes, policías o fuerzas de la prefectura que los acosan y persiguen con total impunidad. Solamente ayer se conoció la noticia que en Zabaleta (Barracas) los hermanos de Kevin, el nene de 9 años asesinado por una bala de la Prefectura, habían sido amenazados por estas fuerzas de la inseguridad. En barrios del conurbano bonaerense, como Longchamps, desde hace mucho tiempo que las pibas y pibes de las barriadas trabajaban los fines de semana, para el mercado esclavo textil, por una mísera remuneración, que ya no existe. También, desde muy temprana edad, son reclutados y reclutadas en los barrios como mano de obra barata para otros servicios: defender los negocios de las fuerzas de seguridad o de los narcos, que ya están instalados como un estado paralelo en algunos barrios del conurbano bonaerense.
Sin infancia no hay futuro
Frente al desamparo en los barrios se producen otro tipo de respuestas que parten de la organización de espacios destinados a alojar, contener, asistir y poner el esfuerzo para que nuestras pibas y pibes sientan que no todo está perdido, porque sin infancia no hay futuro.
Organizaciones barriales, culturales, sociales y deportivas, en barrios, villas y asentamientos, desde hace años vienen construyendo espacios donde la infancia encuentre un lugar de participación, para mostrarse con sus propias fortalezas, fantasías y deseos más allá de las duras condiciones que le ofrece la vida cotidiana.
Una misma información generó repercusiones en los medios gráficos. Mientras se titulaba en La Nación: Según Unicef, hay 5,6 millones de niños pobres en la Argentina, para Pagina 12 mereció: Casi la mitad de los niños son pobres y para el diario Clarín: En 5 años creció en 1,5 millón la cantidad de chicos pobres. Coincidir para mostrar los datos de la pobreza que afectan a los pibas y pibes de los barrios, si bien las fuentes de información fueron distintas, mientras para los dos primeros fueron datos que arroja Unicef, para Clarín la fuente la encuentran en el Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Con diferente origen, los datos reflejados muestran los números de la inequidad e injusticia que afectan a nuestro futuro.
La abstracción numérica de una realidad (5,6 millones de pibas y pibes pobres) que en la experiencia de la vida cotidiana se traduce en múltiples situaciones de desamparo. Unos fríos números detrás de los cuales hay miles y miles de pequeñas y pequeños. Una cifra casi escandalosa, que publicada en medios como La Nación, parecen destinadas a lavar las conciencias, mientras por otro lado se demandan medidas punitivas y políticas económicas que producen creciente empobrecimiento de los sectores más vulnerables. Mantener la pobreza es la posibilidad y excusa para los estados de gestionar créditos frente a los organismos multilaterales de crédito, tal como asistimos en la actualidad. Mientras tanto, y desde hace muchos años con organización y participación popular se intenta, en cada barrio, proteger a quienes sin duda constituyen nuestro futuro.