Por Nicolás Armando Herrera Farfán*
El pasado 6 de junio fue un día particularmente frío en Buenos Aires. Cerca del mediodía recibí un mensaje de un querido amigo: “murió François Houtart”. La dolorosa noticia fue confirmada por la compañera Isabel Rauber. ¿Qué hacer ante una noticia que era, como dijera Mario Benedetti, “un absurdo previsible”? Entre el desconcierto y la conmoción mensajeé a mis compañeros del Colectivo Frente Unido. El “autor intelectual” del Colectivo y “ángel de la guarda” de nuestro trabajo se había ido.
I. Nuestro intercambio
Lo conocí en marzo de 2010 gracias al querido Atilio Borón. François había sido invitado a un seminario de Derechos Humanos y a la presentación de una antología de Camilo Torres en Buenos Aires. En una tarde calurosa de verano, con generosidad ilimitada, atendió la entrevista que preparamos con Lorena López; allí recordó, evocó y actualizó a Camilo Torres (su amigo, compañero y discípulo): “más que un simple cura-guerrillero, era un revolucionario sonriente que tenía un sueño y un horizonte ético-político (como Luther King y el Che Guevara)”. Entrevistarlo permitió acercarnos a una época. Fue la puerta y llave de la memoria, por la que entramos a Camilo y a los mágicos años sesenta.
Nos reencontramos dos años después en Buenos Aires nuevamente. Entonces presentaba un libro de su amiga y discípula Isabel Rauber y daba un seminario para la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA). Aceptó nuestra invitación a almorzar en nuestra casa, bendijo el pan y, siempre generoso, compartió una nueva entrevista. Iba para la cumbre de los pueblos en el marco de Río+20 a discutir su propuesta de Paradigma Civilizatorio.
En 2013 viajamos con Lorena a Colombia y Ecuador para adelantar el trabajo de investigación, visitar archivos, hacer entrevistas, y recibir materiales en donación y custodia. En ese viaje conocimos a Gustavo Pérez Ramírez (amigo y biógrafo de Camilo), a Vicente Mejía (cura de Golconda) y a Leonor Muñoz (la amorosa “cebollita”); además, dialogamos con movimientos y núcleos críticos colombianos sobre la conmemoración del medio siglo de la partida de Camilo. Con François nos vimos en Quito, en su casa: la Fundación Pueblo Indio. El viaje había sido financiado por una fundación europea por mediación suya.
En 2014 lo crucé en Bogotá, había sido invitado por Lilia Solano para impartir seminarios y conferencias. Se había publicado “Unidad en la diversidad”, un libro colectivo que prologó vinculando a Camilo con el nuevo paradigma civilizatorio. Y a fin de año, nos reencontramos nuevamente en Quito, en un Congreso Internacional de Educación organizado por el entrañable Napoleón Saltos. Hablamos de Fals y Camilo, del “progresismo” y de cierta izquierda contemplativa, y de la necesidad de salir del cientificismo y del neodesarrollismo. Su crítica de la Modernidad.
Con Diego Briceño lo visitamos en Quito al año siguiente. Almorzamos juntos mientras hablamos de nuestro documental (“El rastro de Camilo”) y del cincuentenario de Camilo. Aceptó gustoso la invitación del Arzobispo de Cali a la celebración ecuménica que pidiera el cuerpo desaparecido de su amigo. Y hacia fin de año escribió su comentario para nuestra fotobiografía de Camilo: “El revolucionario sonriente”, cuyo título es de su inventiva.
En el medio intercambiamos centenares de correos, opiniones y solidaridades cotidianas. Me regaló dos libros (“El camino de la utopía desde un mundo de incertidumbre” y “La Palestina del siglo I”), también el primer volumen de sus memorias (“El alma en la tierra”), porque el segundo será editado póstumamente.
El último abrazo nos lo dimos en Bogotá, cuando estrenamos nuestro documental en la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, el 15 de febrero de2016. Allí también estuvieron María Tila Uribe, Leonor Muñoz y Gustavo Pérez Ramírez.
II. Seis rasgos de su pensamiento
Aunque puntual y espaciada, nuestra relación fue muy cercana. Su mirada sobre la política, las ciencias sociales y Camilo Torres influyó notablemente en mi trabajo y perspectiva. Esta confesa relación e influencia provocó dardos malintencionados de parte de un “intelectual” colombiano, cuyo ego, soberbia y pretensión de grandeza es muy superior a su obra.
Quiero indicar ahora los que, a mi juicio, son los seis rasgos principales, la herencia y legado de este pensamiento al servicio de la humanidad.
(1) Es un pensamiento dialógico. François fue profesor de Camilo Torres, referencia intelectual de Frei Betto, Enrique Dussel y Franz Hinkelammert, y consultado por el MST brasileño, el Comité Central del Partido Comunista cubano, el gobierno vietnamita y Hugo Chávez (de quien conservaba un póster en su habitación quiteña). También fue amigo, colaborador y colega de Orlando Fals Borda, Paulo Freire, Ignacio Ellacuría, Samir Amin o Helder Camara. Entre ellos (sus saberes, luchas y territorios) y entre ellos y nosotros supo tender puentes, “traduciendo” y actualizando sus debates.
(2) Es un pensamiento abierto y complejo. Alejado de dogmatismos y esquematismos políticos, eclesiales y academicistas, adoptó el criterio marxiano de totalidad para pensar los problemas (científicos, socio-políticos, espirituales) en función de la vida. Así vinculó ciencia y política, cristianismo y marxismo, dulzura y radicalidad, saber académico y saber popular, sentimientos y categorías. Esto le permitió dialogar en diferentes niveles con distintos interlocutores: infantes de una escuela cubana, militantes latinoamericanos en la Escuela Nacional Florestan Fernandes en Brasil, comisionados de Naciones Unidas y estudiantes -de grado y posgrado- alrededor del mundo.
(3) Es un pensamiento situado y éticamente comprometido. No era un pensamiento ingenuo o despolitizado, porque partía siempre de la realidad mirando los problemas con los ojos de los de abajo; tomó partido, abandonando la pretensión positivista de la objetividad y la neutralidad. Su “locus enuntiationis” fue siempre –al decir de Dussel- la exterioridad de la Modernidad capitalista: el explotado, humillado, condenado, ofendido… el condenado de la tierra. Estos son los de abajo que palpaba en el Putumayo y el Valle del Cauca colombiano, Sri Lanka, Congo, Vietnam o Brasil, y por eso privilegió el diálogo Sur-Sur, nutriéndose de la savia popular, sin raptos ni saqueos de las ideas generadoras. Su opción por la exterioridad le imprimía ética y esperanza al pensamiento.
(4) Es un pensamiento crítico, en sentido marxiano. Aldo Casas refiere tres características de tal pensamiento: (a) desentraña los mecanismos de la maquinaria capitalista, (b) demuestra que no es natural, eterna e inmodificable tal maquinaria, y (c) propone caminos para una sociedad distinta. François estudió las religiones, la estructura económica, el desarrollo de las teorías e instituciones políticas (incluido el socialismo del siglo XXI) comprendiendo que eran creaciones humanas y como tal podían servir para someter o para liberar. Entonces propuso redes teóricas (Centro Tricontinental y la Revista Alternatives Sud), escenarios de articulación sociopolítica (Foro Mundial de Alternativas y Foro Social Mundial) y finalmente un nuevo paradigma civilizatorio (El Bien Común de la Humanidad) al que dedicó sus últimos diez años.
(5) Es un pensamiento dialéctico del campo político. Aunque era impulsor, promotor y apasionado por el poder popular y la organización de “abajo y a la izquierda”, nunca fue un anti-estatista o basista. Era consciente de la potencialidad de gobiernos aliados o amigos de los movimientos, mientras ellos mismos no gobernasen; por esto acompañó los gobiernos progresistas con agudo criterio de realismo político, sin adulaciones ni encubrimiento, encontrando el equilibrio entre el intelectual principista y el cortesano del Rey, entre la urgencia política (“real politik”) y el pragmatismo dominante, entre poder popular y poder estatal.
(6) Es un pensamiento generoso y humilde sin medida. Es un rasgo de su personalidad. François era generoso con sus saberes como lo era con el tiempo, las redes, los contactos y los libros; tenía un “sí” fácil y entusiasta que lo hacía trabajar el doble. Inusual en el mundo académico y político, donde reina la arrogancia, la soberbia y la mezquindad, a Houtart le gustaba servir y dar, más que ser servido y recibir. Pretendió siempre ser más útil que importante.
III. Muerte, ¿dónde está tu victoria?
Cuando lo conocí hacía calor y cuando se fue hacía frío. Pareciera una metáfora del verano de la vida y el invierno de la muerte. Una síntesis posible a estos dos polos sería una primavera: organizar y difundir sus donaciones, recordarlo en sus encuentros, prolongar sus enseñanzas.
Otra síntesis es espiritualmente política y políticamente espiritual, esa misteriosa esperanza que vence a la muerte: la resurrección. Considero la resurrección como sinónimo de memoria activa, grito desgarrado de los sujetos para impedir que la bruma de la muerte y el olvido se lleven a sus seres queridos o sepulten sus raíces. Es lo que hacen compañeras y compañeros cada 26 de junio en Puente Pueyrredón por Darío Santillán y Maximiliano Kosteki o lo que hacemos nosotros mismos cada febrero, mes del amor eficaz. Así, nuestra vida es un abono para que la muerte nos haga semilla. La resurrección es un retorno espiralado, más cercano a la visión indígena del caracol que al eterno retorno nietzscheano. Entonces, la muerte resulta una mascarada, una estratagema.
François abonó y sembró. Sus semillas, como granos de mostaza, siguen animando y reencantando las luchas y los horizontes emancipatorios. Por ellas y en ellas sigue viviendo, aunque no veamos más nunca en sus ojos azules la mirada tiernamente escrutadora y comprensiva, ni escuchemos su fino y agudo sentido del humor.
Sus amigos solían hacer un chiste: “La diferencia entre Dios y François es que Dios está en todas partes y François… ya estuvo”. Ahora podemos decir que François alcanzó una de las pocas virtudes que le faltaban: la ubicuidad. Como Dios estará en todas partes y como Houtart seguirá estando. Por eso, con alegría y confianza puedo decir ahora: “Querido François, nos seguimos viendo”. ¡Buen viaje y gracias por todo!
Buenos Aires, 9 de junio de 2017
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*Las dos fotografías son del archivo del autor. Nicolás A. Herrera Farfán es integrante del Colectivo Frente Unido – Investigación Independiente. colectivofrenteunido@gmail.com