Por Marcelo Righetti
Una mirada sobre la política internacional de Cambiemos: las posturas que desdeñan las decisiones del gobierno anterior respecto de los lazos con gobiernos latinoamericanos y las que sueñas con volver a ser “el granero del mundo”. En estas líneas, todas ellas atravesadas por una opinión crítica.
Si una frase pudiera sintetizar la manera en la que el Gobierno Nacional, presidido por Mauricio Macri, pretende explicar su política exterior, esa sería, sin duda, “volvimos al mundo”. Con esta frase pretenden explicar, esencialmente, que durante los años anteriores el Estado Nacional se encontraba aislado en la escena internacional.
Esto se debía a que mantenía relaciones con países menores en el tablero mundial, muchos de los cuales eran considerados parias por las principales potencias, y a que tenía un tipo de relacionamiento con los centros del poder mundial que no permitían al país aprovechar las ventajas que una relación aceitada podría brindar. De este tipo de razonamiento, se derivan ideas como la “falta de confianza para realizar inversiones” y otras de ese mismo calibre. Para traducirlo en otra clave, lo que criticaban era que el Estado Nacional no se encuadraba mecánicamente en el proyecto global que lideraba Estados Unidos y apoyaba Europa.
No es la intención de estas líneas refutar la idea del aislamiento de nuestro país, algo que dicho sea al paso, es profundamente absurdo, sino que lo que se busca es pensar el tipo de inserción internacional que plantea el gobierno de Macri en relación con su apuesta político-estratégica a nivel nacional y las posibilidades de su concreción exitosa.
Hay un debate que se está desarrollando actualmente respecto del carácter del gobierno de Mauricio Macri. A grandes rasgos se podría señalar que, por un lado, están aquellos que plantean que Macri se propone la construcción de una nueva hegemonía política, con aspiraciones de largo plazo, transformaciones estructurales del país y la construcción de un consenso de que este es el mejor camino para la Argentina; y por el otro, están quienes insisten en la idea de que este es un mero gobierno de CEOs, a quienes lo único que les interesa es poder hacer negocios a partir de manejar resortes esenciales del Estado. Desde estas líneas se tiende a mirar con mayor simpatía a la primera de estas proposiciones y nos interesa poder incorporar una mirada de más largo plazo en análisis para después sopesar la cuestión del posicionamiento internacional.
A partir del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 en la Argentina, se impuso un bloque de poder que ha dominado en nuestro país hasta la actualidad. Este bloque, durante largo tiempo, además de dominar tuvo la capacidad de dirigir los destinos del país, es decir, en términos de Gramsci, ha sido hegemónico, se convirtió en Bloque Histórico. También ha sufrido crisis profundas como fue la que tuvo su estallido popular en diciembre de 2001 y que puso en discusión su continuidad. Este fue un hito trascendente. Luego de allí, donde hubo una división, se recompuso el bloque de poder y modificó algunas de sus aristas, aunque esencialmente siguen estando los mismos grupos sociales. Después de 12 años de gobierno kirchnerista, donde se fortalecieron económicamente pero mantenían sus rispideces con quienes ocupaban el aparato del Estado, encontraron en Mauricio Macri un representante directo de sus intereses y proyecciones. Visto desde esta perspectiva histórica, resulta más convincente la idea de que el Macrismo tenga una apuesta de construcción hegemónica, porque a fin de cuenta no es la voluntad de Macri y su espacio político, sino que es la aspiración de un grupo social históricamente dominante en el país.
Cuando este bloque de poder se impuso a fuerza de generar un genocidio en nuestro país, el proyecto neoliberal a escala global se encontraba dando los primeros pasos y empezaba a consolidarse. Claramente, esta situación internacional sirvió de enorme apoyo al establecimiento de este bloque y le permitió condiciones para su imposición nacional. Hoy en día, en cambio, el proyecto neoliberal se encuentra en una crisis muy profunda y hay quienes ya han decretado su final. Si bien es muy pronto para afirmar tajantemente que la “globalización ha muerto”, lo cierto es que tiene que superar escollos difíciles y el horizonte no augura tiempos mejores.
Hay quienes creen que China será quien lidere la continuidad de la globalización, e incluso destacados analistas como es el caso del británico David Harvey, consideran que el proceso de reformas que el gigante asiático llevó en la década de 1980, se encuentran en plena consonancia con el proyecto neoliberal global y sin ellas no se puede entender su éxito. Lo cierto es que, aun cuando China quiera mostrarse como el principal promotor de estas ideas, algo de por sí bastante discutible, el neoliberalismo y la globalización son producto de la hegemonía estadounidense en el mundo, y si no es Estados Unidos el que lidera este proceso eso ya implicaría, en si mismo, una profunda transformación geopolítica y un cambio de etapa histórica.
Es en este escenario en el que Macri y el bloque de poder que él representa, el cual, como ya hemos señalado, nació al calor del neoliberalismo y lleva marcada a fuego su estampa (no en vano siempre intenta que no los identifiquen con esa etiqueta), tienen la posibilidad de construir una nueva hegemonía política en Argentina. Lo peor para sus aspiraciones es que esta crisis del proyecto neoliberal les explotó en la cara apenas unos meses después de asumir y quedando mal parado luego del apoyo explícito a Hillary Clinton en las elecciones estadounidenses.
Esta situación pone sobre la mesa un dilema estratégico para el gobierno. Seguir apoyando y apostando al proyecto neoliberal global, en un mundo en transición geopolítica, ¿será el mejor camino para generar un paragua internacional que le otorgue condiciones para la construcción hegemónica en el país? ¿O acaso, tendrá que apostar por nuevos caminos, los cuales de antemano no le brindan ninguna certeza, ni le garantizan ningún beneficio?
La otra cuestión que se suma es que luego de la crisis de 2001, la reconfiguración del bloque de poder tuvo un elemento trascendente en el desarrollo del Agronegocio. El despliegue de este sector, que en cierto sentido es una de las variaciones que tuvo el bloque de poder, se debió al aprovechamiento de las condiciones internacionales de un mundo en transición, centralmente el ascenso de China y el consiguiente aumento del precio de las commodities, en nuestro caso, principalmente, la soja. El Agronegocio es un producto del neoliberalismo y la globalización, además de que su dinámica internacional está bajo el mandato de enormes corporaciones estadounidenses y europeas, pero ha conseguido su explosión y su implantación incontestable en nuestro país a partir de la aparición de los primeros síntomas del inicio del proceso de transición geopolítica desde un centro de dinamismo global en el Atlántico Norte hacia el Este y Sudeste asiático. Esta paradoja, lo construido por la globalización para el ámbito rural tuvo su auge cuando esta entraba en crisis, agrega incertidumbres y complejiza aún más el dilema internacional del gobierno.
Por lo pronto, Macri ha decidido continuar con el plan original y ha asumido una posición conservadora, continuar el fortalecimiento de las relaciones con los países que todavía sostienen el proyecto neoliberal global. La visita de la Canciller alemana Angela Merkel, la líder más importante del neoliberalismo realmente existente, es una muestra más que confirma esta orientación política internacional. Les resulta muy difícil dejar de pertenecer al lugar al que siempre han pertenecido o han querido pertenecer, y quizás, paradójicamente este sea un gran obstáculo en su camino hacia una nueva hegemonía, e incluso puede generar tensiones en el bloque de poder.