Por Nadia Fink / Foto: Gala Abramovich
Entrevista con Liliana Furió, integrante de Historias Desobedientes, hijas e hijos de represores. Marcharán desde su grupo por primera vez el próximo 3 de junio, día del #NiUnaMenos.
Son hijas de genocidas, son mujeres y, además, se animaron a dar un testimonio contundente para romper el mandato de silencio de sus padres. Primero fue Rita Vagliati, quien se cambió el apellido en 2005; después Analía Kalinec, que fue entrevistada por Miradas al Sur en 2009; más cerca fue Mariana D., la hija de Etchecolatz, quien marchó contra el 2×1; y hace unos días Erika Lederer, quien convocó a las hijas e hijos de represores para que se juntaran. El resultado fue la conformación de un colectivo llamado “Historias Desobedientes”, que está recibiendo una catarata de mensajes de apoyo. Si bien el grupo aclaró que esta etapa inicial se trata del encuentro y el conocimiento de las historias particulares, también remarcó la necesidad de ubicarse “en la otra vereda” con respecto a las voces de familiares y amigos de genocidas que se vienen pronunciando hasta el momento.
En este sentido, Liliana Furió, integrante del colectivo, dialogó con Marcha sobre la postura del grupo con respecto a las políticas negacionistas del gobierno, y la voluntad de sentirse parte de la lucha histórica de los organismos de Derechos Humanos.
Su padre cumple cadena perpetua domiciliaria por vejez y enfermedad. “Yo alguna vez lo interpelé pidiéndole que por favor rompiera el silencio, porque hay gente que necesita encontrar a sus muertos para enterrarlos y algunas abuelas necesitan encontrar a sus nietos y nietas, pero fue muy frustrante porque la respuesta fue absolutamente negativa, sin arrepentimiento, reivindicando el terrorismo de Estado”, cuenta Liliana.
-¿Cómo surgió en vos y en el resto del grupo la necesidad de juntarse?
-Creo que yo, y estoy casi segura de que también el resto de los que estamos formando el grupo fundacional de Historias Desobedientes, tuvimos una necesidad casi visceral de conformarlo. Se dio de una manera tan urgente, tan necesaria… Pero, bueno, hubo disparadores: el 2×1; Mariana la hija de Etchecolatz, que cambió su apellido y haciendo una confesión tan magnífica y valiente; Analía Kalinec y yo, que veníamos haciendo otro camino como hijas de genocidas; más la suma de Érika Lederer y su salida en los medios. Todo esto nos catapultó, nos obligó, con una contundencia y una motivación y una unidad de ideales y de criterios entre todas y todos que es emocionante, y además siguen apareciendo y apareciendo hijas e hijos… Más hijas que hijos, hay que decirlo.
-¿Se sienten parte del conjunto de organismos que luchan por la memoria y la verdad, como las Madres, las Abuelas y los Hijos de desaparecidos?
-Hoy, más que nunca, de una manera mucho más orgánica. Ya desde hace unos años pude liberarme de esa vergüenza y esa culpa, en gran medida, de no poder encajar, del miedo a ser rechazada. Creo que a todos nos pasó igual, a los hijos de genocidas que nos paramos en otra vereda, por decirlo de alguna manera, nos pasó esto en algún momento.
Con el transcurso del tiempo, militando con otras agrupaciones y otros militantes de las distintas izquierdas –porque todos tenemos más o menos ese camino–, pude ir limpiando esto; pero siempre sentía que me faltaba un espacio bien identitario donde pararme.
Esto que estamos conformando, que estamos pariendo entre este grupo de gente tan maravillosa, todos estos hermanos y hermanas que estamos encontrándonos, de la vida y en la vida, nos dan un marco y una fuerza y una motivación magníficas. Y eso también hace que –por lo menos yo y creo que a todos nos pasa– nos sintamos más fuertes para ser parte de toda esa lucha, de todos esos organismos que vienen desde hace años luchando por estas causas de Memoria, Verdad y Justicia.
-¿Cómo es en este caso la relación entre lo personal y lo político?
-Como bien decimos las feministas desde los años 60, “lo personal es político”; es un concepto irrefutable. Y este caso no escapa a este concepto. Claramente, viene a reafirmar una vez más que lo personal es totalmente político y que esto se deja ver en todos estos actos, estos episodios, militancias y reacciones que genera un Estado represor, un Estado que quiere volver al pasado y hacer de cuenta que nada pasó, o que podemos perdonarlos alegremente cuando hay un montón de genocidas que no han hecho ninguna confesión con respecto al dolor que causaron, ni para hacerse cargo, no están arrepentidos, tienen un pacto de silencio. Así que más que nunca hoy lo personal es político.
Pero además, todo esto está completamente enraizado con otra lucha, justamente, que es la feminista, ya que la mayor violencia, de las más tremendas que sucedieron y que siguen sucediendo lamentablemente en esta cultura, está dada sobre el cuerpo de las mujeres. Y este gobierno que quiere volver al pasado nos representa un temor, un terror tan grande, que no podemos dejar pasar esta coyuntura sin embanderarnos y caer sobre este monstruo, para que no nos vuelva a pasar, que no se nos venga ese pasado horroroso encima, por favor, nunca más…
Y juntando las dos cosas, feminismos y nuestra verdad, la primera propuesta para salir con nuestros trapos, nuestra primera marcha, va a ser este sábado 3 de junio, con la consigna “Vivas nos queremos”. La vamos a sumar a la consigna de nuestro grupo “Historias desobedientes, hijas e hijos de represores, 30 mil motivos”.
Para conocer más sobre Historias Desobedientes: www.facebook.com/historiasdesobedientes