Por Francesca Mata* / Foto: Juliana Calcagno
La mirada de una salvadoreña en la Argentina rumbo al 3 de junio, día en que volveremos a tomar las calles por nuestros derechos. La penalización del derecho al aborto en el país centroamericano en un “si nos tocan a una respondemos todas” sin fronteras.
El 3 de junio de 2015, tenía poco más de un año de haber migrado a la Argentina. Con un grupo de amigxs salvadoreñxs y argentinxs, decidimos salir a la calle, junto a las cientos de personas que bajo la consigna “ni una menos”, agrupaban su dolor, su rabia, su cansancio de vivir en una sociedad desigual, plagada del machismo que va desde las casas hasta cada una de las instituciones públicas.
Desde nuestra realidad centroamericana, ese espacio donde miles de personas nos unimos para marchar, debatir, aprender, unir fuerzas y resistir al patriarcado, es algo impresionante e insólito. Era un miércoles, un día de semana y por tanto había que salir del trabajo corriendo para poder incorporarse a la marcha y no perdernos nada de aquel evento que marcaría la historia en la agenda de las feministas. En esos días, trabajaba para un amigo que me dejó salir antes del horario laboral, pese a ello tuve que correr porque el resto de “Compas” ya estaban en el punto de encuentro: Avenida de Mayo y 9 de Julio. Pero entre la falta de señal, los masivos grupos de personas, los cantos, los gritos, las consignas, pudimos encontrarnos. No había dado tiempo de hacer los carteles y junto a Andrea Castillo nos tiramos en un pedacito de acera para poder elaborarlos.
El lente de la periodista salvadoreña Leslie Ortiz, grababa todo. Empezamos a marchar, a caminar y a mezclar nuestro reclamo con el resto de las voces que pedían nada menos que justicia. Al llegar a la plaza del Congreso, Leslie me realizó una pequeña entrevista que posteriormente sería transmitida por Canal 10 de televisión nacional salvadoreña.
A estas alturas el recuerdo de lo que preguntó es un poco borroso, la denuncia no tanto. Recuerdo haber dicho algo como que en El Salvador las mujeres éramos asesinadas todos los días, y que habiéndome mudado a la Argentina, -un país porcentualmente mucho más seguro-, la cosa no había cambiado: allá y acá nos matan y por esa realidad que afectaba tanto a salvadoreñas, como a argentinas y latinoamericanas en general, habíamos decidido salir y tomar las calles, para visibilizar lo invisible, porque lo que no se ve no existe y nosotras, pese a toda una historia de vejámenes, existimos y gritamos por nosotras, por las que vienen y por las que ya no están: ¡ni una menos, vivas nos queremos!
El aborto en El Salvador
Cuando tenía 9 años de edad, en 1997 en El Salvador se aprobó una reforma a la ley penal que, en resumen, constituye un retroceso de los derechos a la salud y a la vida de las niñas y mujeres. Desde hace más de 20 años, en un país que reporta a una niña agredida sexualmente cada 5 horas y miles de embarazos adolescentes, la política del Estado ha sido la obligar a las niñas víctimas de violaciones a parir y convertirse a su corta edad en madres. Por supuesto que este Estado que las obliga a ser madres, no les garantiza que su violador no estará libre e impunemente caminando en las calles de su colonia, o lo que es peor y más común, viviendo bajo el mismo techo que ellas.
En el caso de las mujeres que deban abortar porque su vida está en riesgo o porque no quieren ser féretros ambulantes (cuando se sabe que el feto no va a sobrevivir fuera de la vida uterina), ese Estado tan presente para castigar, seguirá estando ausente para brindar educación sexual integral en cada una de las escuelas de esa nación laica, ausente para brindar anticonceptivos a hombres y mujeres en cada establecimiento de salud de manera gratuita e informada, seguirá hasta estos días, estando ausente para garantizarnos a las mujeres el poder ejercer nosotras la plena autonomía de nuestros cuerpos.
En el 2013, la historia de Beatriz fue una llamada de atención que nos interpeló a todas. Puso en debate a la sociedad, que en su mayoría mal informada, despotricaba en contra de esta joven mujer, madre de un niño y cuya vida fue puesta en riesgo gracias a que debido al lupus eritematoso sistémico e insuficiencia renal, que padecía, requería de la interrupción de la gestación dada “la enfermedad grave con alta probabilidad de muerte materna”, con el agravante que el feto gestante era anencefálico y por tanto inviable a la vida extrauterina.
Dentro del paisito, para nadie fue sorpresa del lado de quién se pusieron los medios de desinformación. El Diario Hoy publicaba a editorialistas que llamaban a las feministas “mentirosas, traidoras y antipatriotas”, además de acusarnos de denigrar a la Virgen María. Con todo y mejor dicho, por todo eso, decidí que debía involucrarme y así empecé a colaborar con el ya consolidado equipo jurídico de la Agrupación Ciudadana para la Despenalización del Aborto en El Salvador -apoyado por diversas colectivas de Derechos Humanos-, que había tomado con valentía los retos de enfrentarse a un sistema machista y patriarcal, hecho por y a la medida de ellos.
Pero luego de intensos esfuerzos y con una campaña mediática amarillista en contra, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos otorgó medidas cautelares a favor de la vida de Beatriz: el Estado debía cumplir con su obligación.
Un 3 de junio, pero del año 2013, otra lucha feminista estaba dando resultados: a Beatriz se le realizó una cesárea, finalizando así con el proceso de gestación. “El feto que estaba gestando presentaba graves anomalías incompatibles con la vida extrauterina, a causa de una anencefalia, tal como ya el equipo médico había diagnosticado desde que tenía 13 semanas de gestación, por lo que murió a las cinco horas de su nacimiento”.
En julio de 2016, el diputado Ricardo Velásquez Parker, demostrando su total ignorancia sobre las recomendaciones de los Organismos de Derechos Humanos nacionales e internacionales -recomendaciones basadas en hechos, datos, estadísticas e informes científicos-, decidió proponer formalmente ante la Asamblea Legislativa aumentar la pena por aborto a 50 años de cárcel, sea cual sea la circunstancia en que éste sea realizado. Para decirlo con claridad, no importa si de este aborto depende mí vida, no importa si después de ser víctima de una violación quiero, necesito practicarme un aborto, para el diputado ninguna de estas situaciones merecen una excepción a la norma, a su norma.
Sin embargo, para aliviarnos la desesperanza, 2 meses después de la vergonzosa propuesta, Lorena Peña presentó la propuesta de reforma a la ley penal 1134-10-2016-1 que busca despenalizar el aborto en 4 causales. Es decir el aborto en El Salvador continuará siendo delito excepto cuando se realice bajo las circunstancias siguientes:
- Cuando está en riesgo la vida de la mujer gestante, previo aval médico.
- Cuando el embarazo es producto de una violación o trata de personas.
- Cuando exista una malformación en el feto que haga imposible la vida extrauterina.
- Cuando, en caso de violación o estupro, la menor de edad de consentimiento de esta decisión y sus padres o tutores legales autoricen.
Ahora, en mis 20 y tantos, no puedo dejar pasar semejantes propuesta sin poner todo el cuerpo en defensa de mi cuerpo, del cuerpo como primer territorio de opresión y de liberación. En ese sentir, es claro que somos muchxs los que nos identificamos en esa lucha, por eso, desde Buenos Aires, con lxs compañerxs del Movimiento Centroamericano 2 de Marzo, participamos en todos los espacios de difusión, visibilización, denuncia, juntada de firmas etc., para apoyar a la compañeras que están en territorio defendiendo nuestros derechos, los derechos de las compañeras presas por abortar, de las niñas y mujeres cuyos derechos a la salud y vida están en riesgo.
Sí nos tocan a una respondemos todas… desde cualquier frontera
En el XXXI Encuentro Nacional de Mujeres, celebrado en Rosario, Argentina, la Mesa latinoamericana y la mesa por la Marcha Mundial de Mujeres crearon un puente entre Argentina y El Salvador. Ahí, ante la mirada atónita de la audiencia, desde el movimiento, señalamos el retroceso en El Salvador en materia de derechos sexuales y reproductivos, señalando cómo pasamos de una ley que permitía excepciones a una que penaliza el aborto de forma absoluta.
Con la fuerza del encuentro, de la energía reunida en una juntada de más de cien mil mujeres intercambiando durante 3 días, dolores, saberes, experiencias y resistencias, en octubre mismo, #NosotrasParamos, bajo la lluvia, en Buenos Aires, volvimos a salir a la calle para gritar más fuerte que #VivasNosQueremos. El femicido de Lucía Pérez nos dolió a todas y el dolor traspasó la provincia de Mar del Plata, se irrigó por toda la Argentina y subió por toda Latinoamérica y el mundo. Y en el pequeño país centroamericano, también pararon. Las compañeras salieron a gritar, a llorar, a exigir juntas un alto a los feminicidios y ni una mujer muerta más por abortar.
El 8 de marzo, en la Plaza de Mayo, en el documento consensuado en las multitudinarias asambleas preparatorias para esa jornada, se denuncio A El Salvador como Estado femicida. Ante miles de mujeres, Liliana Daunes leyó: “En este paro internacional de mujeres que nos hermana, denunciamos pública e internacionalmente a los estados femicidas de El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Haití y Surinam: ya que al ser los únicos 6 países en América Latina con prohibición absoluta del aborto, son responsables de las muertes y graves violaciones al derecho a la salud de cientos de niñas y mujeres en sus territorios”.
El mensaje es claro, a las mujeres salvadoreñas se nos dijo que en la lucha por la despenalización del aborto no estamos solas. Estamos juntas y somos miles.
*Movimiento Centroamericano 2 de Marzo