Por Sergio Segura / Anita Pouchard Serra*
Emmanuel Macron y Marine Le Pen fueron los elegidos por el electorado francés para disputar la segunda vuelta que se llevará a cabo el próximo 7 de mayo. Desde París, nuestra corresponsal hace un balance de las tensiones entre dos propuestas antagónicas y manifiesta preocupación por la avanzada de los sectores políticos más conservadores. Un exbanquero liberal o la heredera de la extrema derecha será quien gobierne, situación que tendrá repercusiones para la Unión Europea en su conjunto.
El pasado 23 de abril se dieron las elecciones presidenciales en el país galo con un resultado apretado: 23.75% para Emmanuel Macron del partido En Marcha!, seguido del 21.53% obtenido por Marine Le Pen, quien fuera hasta el lunes la presidenta del Frente Nacional (FN) tras su renuncia como parte de la estrategia para la segunda vuelta. Al representar los finalistas menos del 50% del electorado total, hay incertidumbre sobre el siguiente resultado, aunque el conservador François Fillon, quien obtuvo el tercer lugar con el 19.94% de los votos anunció su apoyo a Macron. Macron, de 39 años, fue ministro de Economía del actual gobierno.
Por su parte, François Hollande, actual presidente, llamó a votar por Macron, afirmando que al ganar Le Pen “serían devastadas la economía y las libertades democráticas”. Le Pen, de 48 años, se ha hecho conocer en el mundo por su xenofobia radical y una posición “antiinmigrantes”. Uno de sus objetivos si llegara al Gobierno radica en retirar al país de la Unión Europea, contradiciendo a Macron en sus visiones europeístas.
El electorado acudió a las urnas en un 70%, histórica votación que revela que estos resultados diametralmente opuestos significarán cambios abruptos. Gane quien gane, romperá con la tradición de gobierno impuesto tras la conformación de la V República en 1958, modelo político bipartidista y de alternancia en el poder entre el Partido Socialista (PS) y Los Republicanos, este último dirigido por el expresidente Nicolas Sarkozy.
Le Pen quiere suprimir el euro y regresar a la moneda del franco francés. A su vez, endurece las trabas para cruzar las fronteras con el fin de estigmatizar la inmigración y a los miles de refugiados, propuesta que para muchos es atractiva por un desempleo endémico que sigue subiendo. Su padre, Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional, también alcanzó la segunda ronda en las elecciones de 2002. A Macron le va bien con las clases medias y empresariales, teniendo además aceptación entre jóvenes de las ciudades y los círculos defensores del liberalismo económico, aunque sin mayor experiencia en el juego de la política y dirigente de un partido de apenas un año de fundación.
La izquierda se dividió los votos entre el PS y Francia Insumisa, encabezado por Jean-Luc Mélenchon, quien obtuvo una importante votación situándose con el 19.56% en el cuarto lugar, un crecimiento interesante que los sitúa como actores políticos desde la izquierda radical. El “voto útil” es un concepto muy presente en Francia, solo que esta vez no fue para el candidato del PS, Benoît Hamon, quien sacó algo menos de 2,3 millones de votos (6.36%, el más bajo en la historia de su partido).
Existen múltiples hipótesis, pues son votos que pueden resultar determinantes en los resultados que siguen siendo impredecibles a pesar de lo que digan las encuestas, que ponen como favorito a Macron. Mélenchon se opuso a apoyar a cualquiera de los dos candidatos, a diferencia de los socialistas que llamaron a votar a Macron, aunque se sabe que algunos votos pueden direccionarse hacia Le Pen por el espíritu ‘antisistema’ que despertaron ambos candidatos más allá de las ideologías.
En el país persiste la preocupación por la inclinación hacia la ultraderecha por parte de los sectores populares y rurales donde encuentran en los extremos políticos la canalización de su descontento contra la globalización impuesta por la clase política: exclusión social, crisis económica, educativa y laboral que no para de acrecentarse.
Aunque no hay que desestimar la capacidad del voto en blanco, el panorama de la segunda vuelta da como próximo ganador a Macron que, al integrar una colectividad prácticamente nueva, no tiene atrás la infraestructura que suelen tener los políticos para lograr conllevar un gobierno. Por consiguiente, obtener la mayoría en las elecciones legislativas del mes de junio resulta clave para tener un mejor pronóstico de lo que viene en adelante para quien llegue a gobernar. La izquierda pensará en un acuerdo de articulación para proponer diputados y que sus ideas se vean representadas.
En definitiva, Le Pen hoy es el populismo, la discriminación y los prejuicios raciales en Europa. Por otro lado, la consigna “ni izquierda ni derecha” convirtió a Macron en una especie de ‘político revelación’ del centro, haciendo confluir a comunistas y exmilitantes del PS con banqueros de derecha y empresarios dentro del mismo partido.
En conclusión, tras la evidente crisis del sistema de partidos, será la primera vez que los franceses elegirán un presidente por fuera de las oligarquías representadas en estas dos expresiones, dejando a la expectativa el modo de afectación a la histórica hegemonía europea francoalemana. Finalmente, cabe señalar que son unos resultados que trastocan el escenario internacional, donde estará atenta a reaccionar desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas hasta el Islam, ya que Francia también es famosa por apoyar guerras e invadir países.
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*Anita Pouchard Serra es arquitecta y fotógrafa. Corresponsal de Marcha desde Francia.