Por Laura Cabrera @LauCab
La editorial Chirimbote lanzó recientemente a su última antiprincesa: Alfonsina Storni. Adelantada para un contexto social situado en la década del ’30, la poeta se destacó en cada uno de los roles que ocupó.
La editorial Chirimbote inició hace un tiempo un camino mediante el cual se propuso romper los moldes, hablar de fortalezas, de grandes héroes y heroínas de la historia y el arte. En ese camino, la colección Antiprincesas y Antihéroes llegó a su décima publicación, la que cuenta la historia de Alfonsina Storni, la poeta, la anarquista, la feminista, docente, periodista, la laburante, la que eligió cuando irse.
A poco del lanzamiento de la nueva colección denominada Anti-Clásicos, y que tendrá como primera historia a Caperucita Roja, Nadia Fink, escritora de la colección Antiprincesas y Antihéroes y una de las fundadoras de Chirimbote, dialogó con Marcha sobre esta antiprincesa de la cual hay mucho por decir en cuanto los grandes estigmas que la rodearon en su época.
-Alfonsina es la primera poeta nacional de esta colección, ¿qué fue lo primero que vieron de distinto en ella?
-Decidimos hacer a Alfonsina porque nos parecía que más allá de que sea poeta tenía como muchas vetas que eran super interesantes. Ella hacía una poesía que se fue transformando como en casi todas las vidas de las y los poetas pero de las poetas en particular, cómo la poesía tiene que ver mucho con algunos niveles de percepción de las vivencias de las poetas. Lo primero que llamó la atención de Alfonsina salió a la luz son algunas de sus poesías, muy rupturistas para la época como “La Loba” u “Hombre pequeñito”, que son muy feministas para la época. En La Loba dice que sale trabajar, ‘el sustento es mío y yo me lo gano, que tengo dos brazos y un cerebro que es sano’. Son muy sorprendentes. Después casi todos conocemos de Alfonsina esa idea de la poeta suicida y a veces es interesantes partir de esas premisas, de lo más conocido de un personaje y desandar el ovillo para encontrarnos con todo lo que nos encontramos en ella, que era muchísimo más.
-Fue una mujer que vivió en un contexto muy lento para su forma de pensar, ¿cómo se refleja en el libro la personalidad de Alfonsina y ese contexto en el que se encontraba?
-Es cierto lo del contexto lento. Alfonsina fue muchas cosas, fue una lectora desde pequeña, fue una mujer que se vino muy chiquitita a la Argentina, tuvo esa mentalidad a pesar de tener padre y madre europeos. Y siempre estuvo haciendo cosas muy rupturistas. Tuvo que laburar desde muy chica, tuvo que bancarse los estudios cuando decidió seguir estudiando. Estuvo siempre pensando en esto de estudiar, de hacer otras cosas, de que había que desarrollar muchísimo la cabeza, que era algo que le estaba bastante vedado a las mujeres pero a la vez a la sociedad de ella porque ella se crió en San Juan, después estuvo en Rosario, después en un lugar muy pequeño en Santa Fe. Fue madre soltera, se fue solita a Buenos Aires con su panza, estaba muy mal visto en esa época ser madre soltera y en general se resolvía de otra manera adentro e las familias, no solo porque las mujeres de clases acomodadas ya podían abortar desde aquella época sino también porque a veces se hacía que los hijos pasen a ser “hermanitos” de sus propias madres porque los criaban los abuelos como propios. El libro trata de reflejar todo esto de Alfonsina, siempre pensando en la infancia, entonces tiene las miradas puestas en otros lugares pero trata de reflejar toda esa personalidad y toda esa rebeldía que ella trajo siempre, incluso al momento de decidir el amor, siempre fue muy libre y no era muy casamentera. El libro trata de reflejar todos esos aspectos: la obrera que trabajaba en una fábrica de gorras y que repartía volantes anarquistas, la primera poeta anarquista sentada por primera vez en una gran mesa de poetas en Buenos Aires. Todo esto trata de reflejarse.
-Fue poeta, feminista, periodista, docente, ¿qué característica se destacaba en cualquiera de los roles que ocupó?
– Siempre laburante. Esto es muy importante en Alfonsina porque ella labura desde muy chica y nunca deja de trabajar, ni aún enferma. En cualquiera de los roles que ocupó siempre tuvo lugares destacados porque siempre fue estudiosa, obsesiva, con esto de laburante que siempre tuvo que parar la olla, fue de esas mujeres que rápidamente se tienen que acomodar, entonces tiene que aprovechar los tiempos y las posibilidades que puede ir ocupando porque no tiene demasiado margen. Entonces se destaca mucho. En sus años de maestra era muy destacada por cómo escribía, ya era la que declamaba en los actos y cantaba muy bien. Como poeta tiene una trayectoria de la más reconocida porque también la literatura hegemónica trata de destacar a los poetas; como periodista usaba un seudónimo que no se sabía a qué género representaba pero desde ahí se paraba siempre desde una mirada feminista al tratar temas que no podía en los poemas. Como feminista, a los 21 años fue vicepresidenta del primer comité feminista en Santa Fe, del grupo que llevaba adelante la Campaña por el Sufragio Universal: las sufragistas. Alfonsina tuvo un poco de anarquista y un poco de sufragista, posturas que a veces se ven como encontradas pero era muy interesante el papel que ella trataba de transmitir desde la emancipación de la mujer porque no solo buscaba el voto como derecho sino el derecho a poder profundizar en política porque ella decía que a las mujeres no solo se las trataba como seres inferiores sino que no se les daba las herramientas suficientes para una discusión. Por todo esto ella peleaba.
-La muerte era un tema recurrente en todo lo que escribía, sobre todo el suicidio, ¿cómo se cuenta este episodio?
-El tema del suicidio es un tema muy interesante porque conocemos a Alfonsina como la poeta suicida, sobre todo por esa canción de Ariel Ramírez y Félix Luna, que es una canción muy bonita pero que dice “por la blanda arena que lave el mar, su pequeña huella no vuelve más” y entonces uno se imagina todo ese suicidio romántico que va caminando hacia el mar, lo cual no fue de ninguna manera así. Alfonsina estaba enferma de cáncer, ya le habían sacado una mama hacia algunos años atrás, había regresado y se había profundizado. Ella eligió morirse, decidió morirse en un momento donde lo que le quedaba era un camino de mucho sufrimiento, de dolor, hasta de las mutilaciones por cómo se abordaba el tratamiento en esos años. Es importante contextualizarlo en eso y en que en esos dos años también se suicidaron Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones, poetas los tres. Eso no hay que perderlo de vista por la época, el contexto de la Argentina de aquellos años, de fines de los treinta, la Década Infame. Entonces sacarla de ese contexto también es minimizar y llevar a los poetas a esta cosa medio suicida y volada de la vida con la que Alfonsina no tenía nada que ver. Ella dejó todo listo, hasta la última columna, el último poema que envió a La Nación, donde estaba publicando todos los jueves. Ella manda el poema dos o tres días antes (el mismo día que se suicida) que se llama “Voy a dormir”. De ahí salen algunas partes en la canción. Entonces después de todo eso que está bueno decirlo, si bien en el libro no profundizamos en todos estos detalles, decimos que ella decidió morir, que la muerte la andaba buscando y ella decidió morir, por esto que tenía Alfonsina de decidir muchas cosas en su vida, de ser una mujer de armas tomar que fue llevando su vida delante de la manera que mejor le parecía, y decir que también decidió morir es importante y la destaca. En realidad está contado de la mejor manera, con una hermosa ilustración de Pitu, ella yéndose, cerrando esa puerta en Mar del Plata para encontrarse con la muerte.