Por Mauricio Polchi – @maurielbueno / Fotos interior: Reinaldo Ortega
Después de 82 días de toma, los gráficos de AGR-Clarín fueron desalojados, en el marco de un imponente operativo de seguridad.
“Estoy orgulloso de mis compañeros”, dice Pablo Viñas en su último discurso con la planta tomada. Los gráficos, reunidos en ronda, lo escuchan en silencio. Están en el playón de la fábrica, sobre la reja, al borde de la vereda de Avenida Corrales en el barrio de Pompeya. Algunos operarios clavan los ojos en el piso, otros inclinan la cabeza hacia arriba y apuntan la vista hasta el cielo. Evitan cruzarse con miradas, se esquivan, porque cuando lo hacen es inevitable no romper en llanto. Después de 82 días consecutivos, analizan volver a sus hogares.
Hace varios meses, Viñas me advirtió: “este conflicto va para largo”. En realidad, me lo dijo el mismo lunes 16 de enero, cuando comenzó la ocupación. Esa mañana los empleados de Artes Gráficas Rioplatenses (AGR), que se encargan de la impresión de la revista Viva, Genios, Jardín, Cablevisión, entre otras, y que pertenece al poderoso Grupo Clarín, encontraron la puerta cerrada y un papel con el número de un celular al que debían llamar para ser indemnizados. Sin embargo, los trabajadores de AGR desoyeron el mensaje de los dueños de la empresa, levantaron las persianas y entraron igual. Así comenzó el reclamo por la reincorporación de los 380 despedidos. Todo indica, por la aceitada organización que tuvo la toma, que la acción ya había sido planificada con anticipación. En una jugada arriesgada, mientras los patrones armaban los telegramas de despidos, los obreros ingresaban al predio para defender los puestos laborales.
“Estamos reclamando la reapertura inmediata de la planta. Esto es un Lockout patronal, que en realidad no tiene nada que ver con una crisis económica de la compañía, esto es un vaciamiento fraudulento porque quieren romper el convenio colectivo”, explicó en esa primera jornada de protesta el Secretario General de la Comisión Interna de AGR. Él del lado de adentro, los periodistas del lado de afuera. Viñas, que integra el Partido Obrero, agrupación que acompañó políticamente el conflicto, evidentemente, tenía razón.
Ahora, son las dos y media de la tarde del viernes 7 de abril. Hace calor, por el radiante sol del otoño porteño. La parte sur de la Ciudad está militarizada. Los uniformados portan armas de fuego y chalecos antibalas. Son muchos, y se muestran desafiantes frente al cordón humano que se montó en la entrada principal de la planta grafica más grande todo el país. Mujeres, pibes y estudiantes, improvisan una guardia. Tienen decidido, si es necesario, resistir el avance de la infantería. Los agentes, además de tener armamento de guerra, duplican o triplican en cantidad a los civiles. Para evitar enfrentamientos, se abre un canal de negociación. “Son un montón, nos van matar, y no queremos gente lastimada”, razonan los delegados.
“En primer lugar, la lucha sigue”, aclara Viñas, con oportuna calma. Emocionan sus palabras, que salen pausadas, que se mezclan entre el dolor y la esperanza. “Ahora empieza el acampe por las reincorporaciones. Pero tal como lo votamos en asamblea, nosotros no vamos a ningún choque con la policía “, remarca.
Cuando se retiran, la gente los aplaude. Cuando los aplauden, ellos lloran. Es una postal potente, con esos tipos grandotes, fortachones, de andar cansino, que parecen derrotados y dejan caer sus lágrimas mientras caminan en fila. Con una mano se frotan los ojos para despejar las lágrimas y con la otra alzan sus puños para revolear los brazos por el aire. Por momentos, se instala un silencio generalizado, casi sepulcral, hasta que un grito rabioso y colectivo levanta el ánimo con una arenga que se convierte en canto: “Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode”.
En las espaldas del conflicto queda tallada la entradera del primer día, la inmediata represión, el festival de repudio, las recorridas por comercios y universidades para reforzar el fondo de lucha, el corte sobre la autopista para denunciar el caso frente a los ventanales del noticiero de canal 13 y TN, las estrategias para romper el cerco mediático, las marchas al Ministerio de Trabajo, las charlas, disputas, diferencias y tensiones con el triunvirato de la CGT, con la Federación Grafica, con el kirchnerismo y con otras agrupaciones de izquierda.
“Dentro de poco se viene la Feria del Libro, que es el acontecimiento anual más importante del Grupo Clarín”, advierte Pablo Viñas, delante de la multitud, al tiempo que anticipa nuevas protestas. “Lo otro que hemos resuelto es un mandato a la Federación Gráfica Bonaerense y a la CGT reclamándole un paro activo nacional y un plan de lucha contra el ajuste y la represión, porque a los trabajadores no nos alcanza un paro para desahogarnos. Estamos enteros, porque están las máquinas y están los operarios. Tenemos la capacidad de producir y poner la fábrica en movimiento”.