El Gobierno nacional lanzó un nuevo acuerdo de precios con los grandes supermercados para 500 productos. Los límites de estos acuerdos y el debate sobre las presiones inflacionarias.
Durante el mes de febrero, el secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, había anunciado un acuerdo de precios, consensuado con los supermercadistas, cadenas de electrodomésticos y supermercados chinos, buscando contener las presiones inflacionarias, sobre todo en artículos de consumo masivo. En principio, el mismo fue pensado para durar 60 días, pero se terminó extendiendo hasta el mes de mayo. En vista de su vencimiento, Moreno alcanzó un nuevo acuerdo con las grandes cadenas, del cual fueron parte -aunque no con todos los artículos contemplados- los supermercados chinos.
Este nuevo acuerdo de precios se hizo publicó en estos días y fue consensuado junto a la Asociación de Supermercados Unidos (ASU), en la que se encuentran nucleados Coto, Carrefour, Wal-Mart, Jumbo y Disco. A diferencia del anterior acuerdo, este contempla exclusivamente 500 productos, divididos en tres rubros: masivos, selectivos y premium, correspondientes a aproximadamente 70 compañías.
En relación con esto, Juan Carlos Vasco Martínez, director de ASU, señaló que “los 500 productos de la lista están congelados a valores del uno de febrero pasado y el resto de los productos seguirá con el mismo esquema de aumentos que existía antes del congelamiento”. Es decir, el acuerdo compete exclusivamente a estos 500 productos, mientras el resto sostendrá el esquema de subas segmentadas que maneja Guillermo Moreno. Estos productos, a diferencia de lo que rigió para el anterior acuerdo de precios, van a tener un precio unificado para el mismo producto, en todas las sucursales de los grandes supermercados. Resta ver, por supuesto, si esta unificación realizada por los grandes supermercadistas entrampa una suba de precios, o si utilizan para el congelamiento el valor más bajo de cada producto.
Al comentar cómo fue el proceso de confección de la lista, Vasco Martínez resaltó: “Nosotros fuimos armando el listado de productos, íbamos hablando con proveedores y cadenas y el secretario iba viendo los borradores, hacía sugerencias, los modificamos y así llegamos a los 500 productos”. Por otra parte, señaló que en los minimercados o tiendas exprés de las grandes cadenas “no van a estar los 500 productos porque nunca está la gama completa”.
Presiones alcistas e inflación
Hoy uno de los temas fundamentales en el debate acerca del funcionamiento de la economía, está planteado en torno al problema de la inflación y las presiones alcistas. En un arco de opiniones que recorren desde la ortodoxia con sus clásicas recetas, achacándole a la emisión monetaria los actuales niveles de inflación; hasta posiciones heterodoxas que sostienen que la misma se encuentra fundamentada en la llamada “puja distributiva” entre diferentes sectores sociales, es posible encontrar posicionamientos muy disimiles.
Lo cierto es que el acuerdo de precios, al igual que otras ideas que desde el Ejecutivo nacional se busca lanzar, como la “Supercard” o “ropa para todos”, implican el reconocimiento del problema inflacionario en la Argentina. Además de la capacidad que hoy en día tienen determinadas firmas de incrementar su rentabilidad empresarial a costa de la elevación de los precios.
Sin embargo, el reconocimiento del problema no lleva necesariamente a atacar de raíz sus causas. Así, mientras se sostiene el acuerdo de precios, pero reducido a 500 productos, e incluso bajo la figura de la unificación de valores, se remarcan precios y no se atacan los niveles de rentabilidad de sectores económicos altamente concentrados.
El hecho de que hoy en día 500 empresas expliquen el 300% del PBI; que en un rubro como alimentos el 6% de las firmas (243 empresas) concentren el 85% de las ventas o que el 7% de las fábricas de bebidas (25 empresas) expliquen el 93% de las ventas del sector, demuestra sin lugar a dudas los niveles de concentración de la estructura productiva argentina. Sumado a esto, nos encontramos con la integración vertical en toda la cadena productiva, desde la producción hasta la comercialización y distribución (ver por ejemplo el auge del supermercadismo).
Es entonces éste el nudo del problema. En una economía en la cual los acuerdos de precios caducarán en algún momento, y hay que ver qué sucede cuando esto ocurra, se hace necesario avanzar en controles y regulaciones sobre los niveles de rentabilidad y la formación de los precios de producción, así como por ejemplo en la formación de mercados populares, a bajos precios y sin intermediarios, que permitan romper la lógica actual que sostiene la cadena productiva argentina.