Por Mateo Munin Prado
Se cumplieron 40 años del asesinato de Rodolfo Walsh y la publicación de su Carta Abierta a la junta militar. Mucho se ha escrito sobre uno de los periodistas- también intelectual y militante- más lúcido de los 60 y 70. Nuestro aporte es rescatar sus palabras, análisis, enseñanzas del periodo vivido para el periodo actual de una nueva ofensiva reaccionaria y neoliberal. Como habría dicho el mismo Walsh sobre San Martin “(…) Tenemos que rescatarlo de ese limbo absurdo, porque necesitamos de él”.
El periodista con los pies en el barro
Que comunicador popular no ha leído a Walsh, quien no se ha sumergido en el mundo de este personaje en busca de respuestas, problemas, métodos, lecciones. Rodolfo Walsh junto con Ricardo Masetti y Osvaldo Bayer son a nuestro parecer de los más grandes comunicadores que ha parido el pueblo argentino. Cada uno con su propia trayectoria, ideología, experiencia y militancia, pero con algo en común: todos ellos son periodistas comprometidos con la cuestión social y no solo con la tarea de comunicar sino fundamentalmente de resistir y organizar propuestas liberadoras. Al respecto de esto y del momento del Cordobazo, Walsh nos decía: “Los hechos de estos días son los que importan. Pero más que escribirlos, hay que producirlos”.
Se cumplieron 40 años de la publicación de la Carta Abierta y del trabajo de ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina), que quizás junto con la denuncia de las Madres y Abuelas, fueron una de las formas más efectivas y políticamente correctas de resistencia a la dictadura que rompió el aislamiento y entendió, a nuestro parecer, las tareas del momento.
Al revisar la obra y la vida del periodista se pueden observar diferentes etapas del autor. Una primera de formación en la década del 50´, donde Walsh era un periodista contrario al gobierno de Perón. Luego podemos ver como con los asesinatos de José León Suárez, la Revolución Cubana y la participación en Prensa Latina, Walsh hace un quiebre y comienza a introducirse en el mundo de un periodismo “de acción”. Hacia fines de los 60 y principios de los 70 ya tenemos el Walsh militante comprometido hasta la médula.
En esta última etapa hay una tensión entre el militante Montonero y el militante comunicacional. Quizá esta tensión sea de las más creativas de Walsh, pues demuestra su praxis política, su crítica a la conducción de Montoneros en algunas cuestiones y finalmente su última acción: La Carta Abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar donde se condensa ese Walsh militante popular, no clandestino, creativo, encargado de buscar nuevas formas de resistencia a la dictadura genocida por otras armas que no sean las que usan pólvora. Pues como dirá él mismo en Aporte a una hipótesis de resistencia: “Propaganda infatigable por medios artesanales: Si las armas de la guerra que hemos perdido eran el FAL y la Energa, las armas de la resistencia que debemos librar son el mimeógrafo y el caño.”
Este último es el Walsh que nos interesa rescatar del limbo. Algunos dirán, Walsh claudicó, traicionó, nosotros decimos entendió. Comprendió que esa dictadura genocida no era la misma que las otras. Concibió que la disputa militar estaba perdida y que lo que se avizoraba y debía preponderar era la batalla política y con esa lectura planteaba nuevas formas de acción y resistencia.
Hoy frente al gobierno reaccionario y neoliberal de Cambiemos tenemos tareas que continúan y otras que se abren (o mejor dicho se abrieron). Una es la resistencia frente al avance de los empresarios, frente a un modelo comunicacional-educativo-cultural colonizante, frente al avasallamiento de nuestros derechos, a un modelo económico que nos hambrea. La otra la construcción de una propuesta política que supere los márgenes del capitalismo con rostro humano. Que sintetice identidades, experiencias diferentes y construya nuevas subjetividades. Es aquí donde rescatamos a Walsh, a esa generación militante.
El periodismo entonces tiene un rol fundamental. Romper el cerco mediático para construir y consolidar un nuevo periodismo comprometido con la realidad social de la Argentina, un periodismo con los pies en el barro, con un rol de denuncia hacia las injusticias sufridas por las clases populares, un periodismo que busque rearticular el entramado social, la unidad de clase, desde la comunicación.
En este ejemplo del periodista de acción, militante, se expresa lo que nos interesa rescatar: la idea del comunicador popular. Hoy queremos recordar y conmemorar el legado de esa Walsh, de esa generación comprometida, que se la jugó y entendió que la única forma de cambiar la sociedad argentina era con una revolución social. Y no la queremos conmemorar solo desde la memoria sino. además, desde la acción, el debate, la proyección política.
Hoy las palabras de Walsh hacen eco frente al gigante que hay que enfrentar:
“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.