Quinta entrega de la encuesta a escritores argentinos sobre el vínculo entre literatura y política. Hoy nos responde Julián Axat*.
1. ¿Considerás que tus búsquedas literarias, tanto al escribir como al leer, se corresponden con búsquedas políticas de algún tipo? ¿Por qué?
La correspondencia es un tanteo, uno no va buscando coherencias, salen, están, no hay nada forzado. La relación entre política y literatura no es isomórfica, no requiere de denuncias-panfletos; es más sutil que hace treinta años, se pone en evidencia desde detalles, zigzagueos, en breves manifiestos, búsquedas, irreverencias, etc. A mí me interesa la poesía más que la novela, y la forma en la que la poesía es registro que a su vez genera lazos que exceden el propio registro porque son forma de vida/escritura; y no un libro en una biblioteca. Mi búsqueda literaria sigue teniendo que ver con vanguardias perimidas, en ver métodos o diseñar máquinas sobre cómo revivirlas. En esa posibilidad-imposibilidad se juega mi obsesión por la literatura actual, y esto lo tomo como una postura política. Dadá está muerto, bueno, entonces veamos cómo hacer para desenterrar y disfrazar el cadáver de Dadá para hacerlo parecer vivo: el proceso de des-embalsamar el cadáver de Dadá, es sacar a relucir el cadáver de Evita, el cadáver de Perlongher, el de Bolaño y así… Por ejemplo, hoy siento una vuelta al cadáver de Maiakovski, y a todos los cadáveres de los poetas rusos profundamente políticos que denostaron la muerte de la revolución en burocracia (Block; Biely, Esenin, Gumilev, Ajmátova, Ivanov y otros). Salgo a buscar la poesía rusa simbolista, acmeísta, formalista y campesina pre y pos revolucionaria, es un magma interesante desde donde re-pensar nuestra poesía por parir, como un Frankestein hecho de andrajos y remiendos pos-generacionales no estalisintas. Solo para encontrar un lugar de energía para que la poesía que hagamos no se la trague una oficina. Que el Estado haga política cultural, eso es genial, pero no que fabrique poetas-filósofos oficiales (el riesgo de salir de la poesía 90 es caer en la poesía nomenklatura). Eso lo entendieron dos o tres personas en este país, que a la vez son traductoras y estudiosas del Ruso, y que están llevando a cabo una empresa por revalorizar las vanguardias literarias rusas en un hoy argentino: me refiero a Irina Bogdacheski, Natalia Livitnova y Laura Estrín. También es la linea de la reedición de un teórico y poeta como Víktor Shklovski. Hay mucho para procesar de estas lecturas, que sirven como puntazos para la acción-escritura-vida.
2. ¿La literatura argentina actual ofrece o intenta ofrecer respuestas e intervenciones sobre problemas y acontecimientos de la Argentina contemporánea? ¿En qué casos y de qué modos?
La literatura argentina actual sigue aferrada al pasaje pos-dictadura de la literatura en Neoliberalismo, y esa forma fue y es un tipo de “materialismo” que no coaguló, porque se diluyó en un grupo de narradores y poetas que no lograron hacer movimiento, se quedaron solos preocupados por los libros que escribían para el mercado y las editoriales que fundaban y reproducían sus contenidos o los hacían famosos. Salvo algunas excepciones, no les interesó pensar la política porque esa vieja idea de política que se tragó la dictadura sería un anacronismo. La mala lectura del Deleuze de Mil Mesetas o la idea de “lo neutro” Barthesiana, que en este país ha sido leída por intelectuales como Beatriz Sarlo para que la política se corra de lugar (para Sarlo un autor de mi generación como Félix Bruzzone, sería interesante porque no hace alarde de su condición de Hijo, sino que la diluye en su escritura). Este uso a-político de la french theory es una confiscación funcional la crisis de los ideales, a “la pausa” que reclamaba un Barthes en su mayo francés precluído, y que la posmodernidad intelectual argentina lleva a los registros literarios de su canon, para hacerla opacica. Los “prisioneros de la torre” no son una generación de narradores y poetas negados por los patovicas de la crítica-académica (como otros creen); en el fondo hay muchísimos poetas que siguen perdidos, invisibilizados, excluidos y que tienen mucho para dar, pero como no se juntan, no pueden irrumpir. La pregunta es cómo juntarlos, bajo qué relato auto-definido, ¡qué hacer con la guillotina! Por ahora, la irrupción de los jóvenes en la política no ha venido de la mano de la irrupción de una generación de jóvenes poetas, que acompañen el proceso desde un tipo de poesía civil, muy distinta a la de sus padres de los 60/70, pero si cercana a la reconstrucción de un sujeto poético fuerte (de ahí mi obsesión por los poetas Rusos). La “vuelta” a la política, nos saca de la neutralidad (zen) que pretenden Casas o Sarlo, hacia un nuevo tipo de Sartrismo, más cerca del Barthes de las Mythologies. Sesgo es lo contrario de “neutro”. Neutralidad es lo que pretenden las grandes empresas mediática para ampararse en la objetividad de su información. Sesgo es lo que determina una literatura que se asume profundamente política. La reafirmación de un sujeto político-literario fuerte, no ya en un gran relato perdido; en todo caso pensando, posicionado, sesgado arriba de un puente, mirando la ESMA que se aleja hacia atrás.
3. En esta línea de pensar vínculos posibles entre política y literatura, ¿qué autores nacionales rescatas o están entre tus lecturas?
Me interesa una línea que va entre Echeverría, Sarmiento, Marmol, Lugones, Gerchunoff, Macedonio, Borges, Artl, que sigue en Walsh y así. Es la línea que traza Viñas para pensar la relación entre política y literatura. De los poetas me interesan los que tienen vínculo fuerte con lo surrealista: Fijman, Marechal, Pellegrini, Viel Temperley, Girri, Pizarnik. Hace poco, a pedido de su hijo Emiliano, me dediqué a realizar un estudio y prólogo a la obra del poeta desaparecido Miguel Ángel Bustos (una antología que sale el año que viene). La obra de Bustos es compleja, lo político está todo el tiempo en forma alucinada, visionaria y mística. Es una forma extraña de registro. El Hombre nuevo guevarista tiene una profundidad pocas veces analizada desde la capacidad de “alucinación” del militante que ve más allá, que se construye para sus hijos. En su diario de Bolivia, el Che tiene breves visiones anticipatorias, pequeños destellos arriba de un árbol, lecturas de otros poetas. Bustos avanza en este registro hasta un punto cuyo sin retorno no lo determina la alucinación, sino la desaparición por el terror de estado. Creo que es muy interesante que los nuevos poetas analicen estos temas ocultos en la literatura argentina; porque es una interesante manera de romper con los lugares comunes de la memoria oficial y el poeta desaparecido. De los poetas actuales estoy cerca de Nicolás Prividera (más cineasta que poeta), Mariano Dubin, Mariano Schuster, Emiliano Bustos, Marlina Cuesta, y Lorena Fernández.
* Nació en La Plata en 1976. Como poeta inició su actividad en 1992 con el grupo Los Albañiles. Ha publicado en diversas revistas nacionales y extranjeras. Su poesía ha sido traducida al francés, inglés y portugués. En 2007 fundó junto con Juan Aiub la Colección de poesía Los detectives salvajes, de la editorial Libros de la Talita Dorada. En el año 2010 prepara y edita la Antología: Si Hamlet duda le daremos muerte (Antología de poesía salvaje), que reúne 52 poetas argentinos nacidos a partir de 1970, que cuenta con un prólogo de Emiliano Bustos y epílogo de Nicolás Prividera.