Por Sergio Segura
Claudia Favaro es arquitecta y especialista en gestión estratégica del desarrollo urbano, a su vez integra la coordinación nacional del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) de Brasil. En entrevista para Marcha abordó temas espinosos de la coyuntura política brasilera, así como consideraciones frente a los retos actuales de los movimientos populares y la golpeada izquierda latinoamericana urgida de reconstrucción.
¿De qué forma trabaja el MTST?
El MTST tiene como horizonte de construcción una sociedad mas justa, tiene como horizonte el socialismo. Actúa en campos como la educación y la salud, en general en los aspectos de la vida cotidiana del pueblo trabajador, principalmente de las periferias de las grandes ciudades. El MTST nace en 1997, hace 20 años estamos en resistencia. Nació en Sao Paulo, pero luego tomó grandes proporciones, comenzó a ser más visibilizado a partir de las luchas de 2014 cuando ocupamos un terreno que seria afectado por la Copa Mundial de Fútbol.
Fuimos uno de los movimientos que durante ese periodo ‘lulista’ (en referencia a los dos gobiernos anteriores) seguimos haciendo trabajo, seguimos haciendo ocupaciones, y con eso conseguimos masificar y consolidar una organización política que, en un momento decisivo como lo fue el golpe de Estado de 2016, pudo dialogar con la sociedad en un sentido contrario al impuesto por la burguesía nacional. Somos parte del Frente Pueblo Sin Miedo, un frente construido en un momento critico de la izquierda brasilera, en un momento donde había una necesidad muy grande de unidad real entre la izquierda para enfrentar esos retrocesos impuestos por el gobierno de Dilma Rousseff y posteriormente por los golpistas. Este frente ha conseguido gran respaldo principalmente después del golpe, en la lucha contra Michel Temer y los retrocesos políticos de este hecho; tiene participación amplia en sindicatos, organizaciones de base, movimientos sociales de negros y de mujeres.
Dilma Rousseff asegura que el próximo panorama electoral el expresidente Lula da Silva sería nuevamente la alternativa. No obstante, hay movimientos sociales actuando con miras a las elecciones de 2018, bajo nuevos referentes organizativos conformados después del impeachment. ¿Cuál es la política de alianzas de los movimientos anticapitalistas para superar a la derecha, teniendo en cuenta que en el resto de la región los últimos resultados del progresismo vienen siendo adversos?
Desde el MTST creemos que la reconstrucción de la izquierda hoy no pasa por las elecciones de 2018. En nuestra opinión, las transformaciones, las mudanzas de práctica política, las posturas de alianzas que necesitamos, no simplemente pueden ser resueltas con el retorno de Lula o del PT (Partido de los Trabajadores) al poder. La idea es que desde diversos partidos de compañeros y compañeras que hicieron parte de procesos de izquierda, algunos dentro del Gobierno, otros como oposición, y con personas que son referencia en Brasil en lo que llamamos ‘nueva izquierda’, se geste un nuevo proyecto político que no pase por la conciliación de clases. Hubo un rompimiento de esa conciliación, que no vino de la izquierda ni del PT, fue una ruptura generada por la burguesía. La burguesía no quiere más mediadores y va a entregar el país al imperialismo norteamericano.
Creemos que fue importante el trabajo de la izquierda en los últimos 10 años. La izquierda en el poder hizo que mejorara la calidad de vida de la población, pero fue a través del consumo, de apertura de créditos, con una política rentista, que no ayudó a la concienciatización de la población; eso generó de cierta forma un consenso y un conservadurismo, también alimentado por la burguesía en gran medida, que con certeza ayudó facilitando el golpe. El golpe se da de facto, luego de todo de un proceso de creación de un consenso en la sociedad brasilera, de que “la izquierda ya no daba más, que la izquierda era corrupta, que la izquierda roba”. La crisis fiscal que pasamos hoy en el Brasil, las leyes que han retrocedido, ya empezaban en los gobiernos anteriores. También la aprobación de la ley antiterrorismo. Todo esto ya se daba antes, no de una forma tan radical, tan cruel y tan directa. El MTST ya se colocaba contra estas reformas. Decimos que no son los pobres, no son los trabajadores, los que tienen que pagar la crisis, la solución viene de otro sector que no es la clase trabajadora.
De otro lado, precisamos también que este golpe fue un golpe machista, misógino, donde se ve relegado el papel de las mujeres de la sociedad en los espacios de poder. Mas allá del golpe, estamos por la defensa de la participación de la mujer en la política brasilera.
El golpe tiene varias fases. Recientemente los parlamentarios del PT publicaron una resolución que permite que en la Cámara de Diputados y en el Senado Federal puedan votar a los golpistas. ¿De qué lado estamos? ¿Qué clase de golpe es ese? En un momento son todos malos, nos quieren quitar el poder, y ahora van hacer las mismas alianzas oscuras que quemó no solo al PT, sino que coloca en una fragilidad muy grande a toda la izquierda, por eso decimos que la construcción tiene que ser de base, no tiene que apuntar a 2018. Con respecto a Lula, que pasa por un proceso de criminalización, por una persecución política muy fuerte, a pesar de cualquier crítica de su gobierno, la izquierda lo acompañó, lo ha defendido cuando ha sido perseguido.
Se reconocen los retrocesos, el rompimiento de relaciones. Es triste la incapacidad de reacción popular en este momento, eso también es culpa nuestra, de la izquierda que no tiene trabajo de base, que no se enfrenta al tráfico de drogas, que le hace falta trabajo en las periferias de las grandes ciudades. Parte por una autocrítica, por una emergencia de retomar ese proceso de conversar con la sociedad, de creación de hegemonía, de la necesidad construir otra sociedad que empodere a los explotados y a los mas pobres.
Cuéntanos sobre la situación actual de los derechos humanos en Brasil. Tuvimos la noticia de que Guilherme Boulos, referente de tu movimiento, fue detenido en el mes de enero durante una ocupación de tierras.
Justamente por esa visibilidad que hemos tenido por la forma en la que actuamos, haciendo ocupaciones urbanas, retomando terrenos afectados por la especulación inmobiliaria para el pueblo trabajador, la ocupación de predios públicos tomó una dimensión muy grande. Esto hizo que se recrudeciera la acción policial, la represión, la acción del Estado sobre nuestros líderes. Semanas atrás en Sao Paulo, durante una ocupación, protestaban mas de 700 familias. El compañero se encontraba intentando hacer una mediación judicial para que las familias no fueran expulsadas. Fue detenido por “actos de resistencia”, también con acusaciones como “dominio de facto”, un argumento jurídico utilizado para detener las ocupaciones, “provocando a las familias para que resistiesen a una ocupación ilegal”. Aunque quedó en libertad horas después, Guilherme fue indiciado por impedir este asalto. Hay una vulnerabilidad grande de los derechos humanos. El poder judicial sabe que está por encima de todos. El poder judicial brasilero es extremadamente conservador: destituye a una presidenta, reprende a militantes políticos.
Cabe aclarar que esa criminalización no comenzó ahora. En 2013 hubo grandes levantamientos y varios militantes fueron enjuiciados, estuvieron presos. Yo fui detenida en 2013 y respondo a un proceso judicial, igual que otros compañeros. La tendencia va empeorando con el tiempo. Si lo hacemos es porque creemos que el camino es ese, que de esa forma es que podemos reconstruir el país, reconstruir la izquierda brasilera. En la prensa salió hace unas semanas que ocho personas tienen más riqueza que la mitad de la población mundial (3.600 millones de personas). Brasil tiene que ser de todos, un país plural, un país lindo. Estas personas no nos representan.
Durante tu visita a la Argentina conociste organizaciones sociales de varios países de América Latina, ¿qué rasgos comunes encontraron?, ¿cuál será la vía para la unidad del denominado “campo popular”?
Ese fin de semana en Luján (provincia de Buenos Aires) construimos unas escuelas de formación junto con el Frente Popular Darío Santillán, organización con la que tenemos mucho en común en cuanto a la actuación en las periferias de las grandes ciudades, además de compartir rasgos de la coyuntura política internacional. Brasil, con la especificidad del golpe institucional llevado a cabo de la manera más reaccionaria por la burguesía nacional para que los pobres paguen el costo de la crisis producto de su propia corrupción. En Argentina con la derrota electoral del ‘kirchnerismo’, que dialogaba con lo que fueron los gobiernos progresistas, incluyendo el de Lula y Dilma en Brasil. Nos encontramos también con otros compañeros de Colombia y de Chile. Tuvimos la oportunidad de hacer un debate bien amplio sobre la necesidad de la unidad de América Latina para la reconstrucción de la izquierda desde la base, con perspectiva de construir acciones y propuestas que superen los métodos de conciliación de clases que vimos en los gobiernos que pasamos en algunos países.
Las derechas recuperaron terreno y parece una encrucijada buscar caminos para escapar a la agenda neoliberal, ¿qué reflexión se puede ofrecer con la actual correlación de fuerzas poco alentadora para la región?
Primero, que no podemos partir del presupuesto de que la construcción de otra sociedad pasa únicamente por la vía electoral, o que un gobierno progresista va a resolver los problemas del pueblo. Tenemos que hacerlo con nuestras propias manos, necesitamos organizar, tener fuerza política, apoyar a nuestros compañeros que quieren dar la disputa electoral, mantener los gobiernos que podemos mantener.
El desmonte de los gobiernos progresistas no tiene que ser el fin del mundo para la izquierda, no nos podemos cortar las venas, decir que ahora está todo acabado y nos vamos para la casa…tenemos que seguir en la lucha, seguir organizándonos, creciendo como movimientos sociales, como defensores de derechos humanos. Sabemos el papel del Estado, lo que un Estado puede y lo que no puede hacer, y lo que no puede hacer es la transformación social; claro que tener un gobierno progresista puede lograr avances para la clase trabajadora en diversos sentidos, pero sabemos muy bien que si la revolución no es internacionalista, si no se consigue de manera más macro, no se va a conseguir transformar la manera de vivir y superar el capitalismo como es hoy. Nos queda la lucha y la organización, un proceso que se debe construir desde la base.