Por Lucio Garriga Olmo
La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Ecuador del pasado 19 de febrero dejó un panorama complicado para los dos binomios que se disputarán el poder el próximo 2 de abril. El oficialismo, con Lenín Moreno y Jorge Glas como candidatos, no logró el gran objetivo que se había planteado: ganar en primera vuelta. Por su parte, la oposición, encabezada por el banquero Guillermo Lasso y Andrés Páez, sí lo logró: que haya segunda vuelta pero sabe que la diferencia con Alianza País es grande, más de un millón de votos.
La campaña de cara a la segunda vuelta inicia, oficialmente, el próximo 10 de marzo, pero los candidatos ya recorren el país nuevamente, porque cada día cuenta y cada rincón puede ser vital ya que el resultado se inclinará por uno de los dos por muy poca diferencia. Saben que para conseguir el triunfo tendrán que cautivar a sectores que en la primera vuelta no votó por ellos. La derecha inició su campaña desde el día siguiente a las elecciones, mientras denunciaba un fraude electoral inexistente, diciendo que el 60% de los ecuatorianos votó en contra de Moreno-Glas, es decir, en contra del oficialismo, lo que indica que la mayoría del país quiere un cambio, lo que no dicen es que, con este mismo punto de vista, se puede decir que el 70% de los ciudadanos no votó por Lasso-Paéz.
La campaña de Lasso está basando su campaña en una dicotomía fuerte: dictadura de Correa o democracia de los ecuatorianos. Esto se vio cuando los dirigentes opositores, el propio Lasso, Cynthia Viteri o Mauricio Rodas, llamaron a la población a defender los votos en la sede del Consejo Nacional Electoral ante el “fraude” del correismo. Cuando el propio organismo confirmó que había segunda vuelta fue gracias a la lucha de los ecuatorianos que no permitieron que el oficialismo se perpetúe en el poder. No fue por el trabajo de la propia institución encargada de velar por un correcto desempeño electoral, sino por la población que está cansada de una dictadura. Apela a un sector muy amplio, “ciudadanos”, que está harto del gobierno. En este “ciudadanos” entran todos aquellos que votaron por el propio Lasso y también aquellos que no lo hicieron. Desde el primer momento está convocando a todos los ecuatorianos, mostrándose como el representante tanto de los sectores más vulnerables como de los propios poderes financieros a los que verdaderamente representa.
De cara a la segunda vuelta, los votos de los partidos políticos que quedaron fuera de carrera son codiciados. La derechista Cynthia Viteri del Partido Socialcristiano, que consiguió el tercer puesto con un 16,32% con 1.540.903 votos, ya anunció que apoyará a Lasso. Era totalmente esperable teniendo en cuenta que se especuló que podrían ir juntos en un binomio presidencial en la primera vuelta. La cuarta fuerza electoral, Izquierda Democrática, encabezada por Paco Moncayo Gallegos obtuvo 634.033 votos con el 6,71% de los votos. El propio Moncayo ya anunció que no apoyará a ningún candidato. Este jueves Lasso se reunió con Abdalá “Dalo” Bucaram Pulley de Fuerza Ecuador que conquistó 455.187 votos en primera vuelta, pero el ex candidato no confirmó su apoyo al banquero y dijo que lo anunciará el próximo 6 de marzo. Por su parte, Moreno ya mantuvo una reunión con el candidato de Fuerza Compromiso Social, Iván Espinel, pero este tampoco confirmó si lo apoyará. Los votos que cada ex candidato consiguió en primera vuelta no irán automáticamente al candidato que digan apoyar en la segunda vuelta, pero cualquier apoyo en campaña es importante.
Por ahora, la campaña de Moreno se diferencia de la de Lasso. El banquero la encara mirando más hacia afuera, buscando apoyos o mostrándose en grandes medios, mientras que Moreno la inició mirando para adentro. Este miércoles se reunió con los candidatos de Alianza País que fueron elegidos para ocupar una banca en la Asamblea General y les solicitó que mantengan la campaña electoral. Visitó la provincia de Santo Domingo donde conquistó el 40,7% de los votos. La mirada hacia el interior de su fuerza política puede tener razón de ser en que de sus 74 puestos alcanzados para la Asamblea General, donde tendrá mayoría absoluta, 50 son propios y los otros 24 pertenecen a alianzas forjadas con otros espacios políticos. Cada voto es importante, por lo cual una fisura con una alianza, por más mínima que sea, puede ser un gran problema.
Todos los cañones apuntan al 2 de abril, faltan 29 días. El oficialismo sabe que le faltó muy poco para ganar en primera vuelta, menos de un punto de los votos, pero que eso no es garantía de nada. Ya se aseguró la mayoría en la Asamblea General, ganó las elecciones para los cargos en el Parlamento Andino y también ganó la consulta popular que prohíbe a los candidatos a ocupar cargos públicos poseer cuentas en paraísos fiscales. Por su parte, la derecha sabe que está ante una gran oportunidad de destronar a la Revolución Ciudadana del poder. La campaña promete ser igual de dura que en primera vuelta, lo que seguramente profundizará aún más las diferencias entre aquellos que apoyan al oficialismo o a la oposición, provocando una gran politización social. El resultado es impredecible, varias encuestas ya se equivocaron en primera vuelta, por lo cual habrá que esperar hasta el último minuto los resultados oficiales ya que será un resultado apretado. Con los antecedentes que existen del pasado 19 de febrero se confirmó que el oficialismo está dispuesto a reconocer un resultado electoral que le sea adverso, no así la oposición. La pregunta es: ¿La oposición estará dispuesta a aceptar una victoria del binomio Moreno-Glas por más apretada que sea?