Nota y fotos por Andrés Álvarez
El 1 de enero pasado, el Club Atlético Los Andes cumplió cien años. El club que milita en la Primera B Nacional celebró su centenario con una caravana hasta el mítico estadio Eduardo Gallardón, en Lomas de Zamora. Cámara y corazón en la mano, un hincha lo cuenta con los sentidos a flor de piel.
Son cerca de las 23 y estoy sentado en el pasto de la cancha, más precisamente en una de las esquinas del área grande del arco de la cabecera que da a Boedo.
Como ya terminó el trabajo, dejo la cámara en el piso para ser un espectador privilegiado y disfrutar sólo del paisaje. En el alambrado ya hay pocas banderas y las tribunas están iluminadas por las últimas bengalas… pero lo que me da pie a escribir estas líneas es la avalancha de recuerdos que aparecieron uno tras otro durante toda la tarde.
La caravana estaba anunciada para las 18 horas así que salgo de mi casa media hora antes. Estoy a 10 cuadras, entonces voy caminando tranquilo por Colombres. A medida que van pasando las cuadras se escuchan cada vez más bocinazos, se ven autos embanderados en rojo y blanco, y camisetas de todos los años desde la mil rayitas de piqué hasta la última del centenario.
Entonces recuerdo que me robaron una camiseta que quería mucho. Era la clásica ED mil rayitas con la publicidad de una de las gaseosas cola que últimamente llevaron equipos como Boca o River. Sí, en esos días la publicidad era nuestra. La camiseta era la del equipo más recordado, el del ascenso del 94.
Yo tenía la 11 de Arrevillaga y de ese equipo salieron mis primeros ídolos: “Cacho” Córdoba, un 5 de esos que no entendés cómo hacen para estar en todos lados sin correr; el “Bichi” Fuertes, que recién arrancaba y a quien le decían “El matador” porque ya prometía; el “Loco” González, un pilar por la derecha; Gilmar Gilberto Villagrán, un enganche con una pegada exquisita; y el eterno “Negro” Enrique Orlando Romero, que todavía tenía el pelo por la cintura y por la banda derecha no lo paraba nadie.
Sigo caminando, me encuentro con los primeros amigos con los que hemos compartido viajes y canchas. De local siempre estábamos en el mismo para avalancha de la tribuna que hoy lleva el nombre de uno de los técnicos e hincha más importantes que pasó por el club, el “Gordo” Jorge Ginarte.
Nos damos un abrazo como corresponde: ¡un abrazo de gol!, como el del gol de Pieters a Quilmes que en el 2000 nos dio el ascenso a primera. ¡Qué linda tarde aquella! Los Andes había ganado 2-0 en el Gallardón el partido de ida, y se definía en Quilmes.
Copamos la tribuna y cuando salió Los Andes no se veía la cancha de la cantidad de papelitos que tiramos. El partido fue bastante parejo y Sala ya había atajado un par de pelotas importantes. Era el Quilmes del “Chapu” Braña, el “Máquina” Giampietri y el “Chori” Domínguez.
Íbamos 1-0 abajo, parecía que terminaba así y había que ir al desempate cuando Pieters encaró pasando mitad de cancha, eludió al defensor tirando la pelota por un lado y mientras pasaba por el otro… Le quedó para la zurda, salió el arquero y entonces, entrando al área grande, abrió el pie y definió contra el palo mientras se caía. Ese fue el gol del ascenso.
Lo gritamos hasta que se nos cayó la garganta, nos abrazamos con el que estaba al lado no importaba quien fuera… Ascendimos y lloramos de felicidad.
Pero ahora estoy de nuevo acá… Empieza la caravana y arrancamos rápido por Irigoyen. Corro hasta la cabecera buscando humo, gritos, euforia. A esta altura ya no sé si seguir fotografiando o cantar como un hincha más.
Doblamos en Laprida, me calmo un poco y empiezo a buscar luces, sombras, detalles, pero la gente me pide que le saque una foto. Están con sus padres, madres, hijos e hijas de todas las edades… ¡por supuesto! ¡si eso es Los Andes!: el barrio, la familia, el señor que espera en la placita Libertad donde estaba la primera cancha, el que llega en silla de ruedas, la señora que vivió toda su vida a la vuelta de la cancha y hoy sale a la vereda con el andador y el gorro mil rayitas.
Llegamos al Gallardón, somos prensa y entramos a la cancha junto a ex jugadores y dirigentes. Las tribunas están llenas, llego a la mitad del campo y otra vez me quedo tieso. Es realmente una fiesta. Bordeo el alambrado buscando más rostros de hinchas, hay amigos que me saludan desde la tribuna, miro los trapos que están en todos lados, Budge, Fiorito, el paredón, transradio y tantos otros que me estoy olvidando.
Luego llega la entrega de medallas a las glorias del club, las palabras de los dirigentes y, por último, los fuegos artificiales.
Son cerca de las 23 y me doy cuenta de que Los Andes cumplió 100 años y que desde hace 30 (hoy tengo 34) que es parte de mi vida cuando empecé el jardín en sala roja, pasé por la primaria, la colonia en la vieja sede, hice parte de las inferiores y lo más importante, tengo amigos desde esos días.
La noche se hizo corta.
Historias como esta hay miles, más que las 30.000 que estuvimos el 1° de enero festejando los 100 años de nuestro querido Club Atlético Los Andes.
Ya pasó la hora 24, empezamos un nuevo centenario.