Por Carina Reyes. La eclosión del 2001 fue resultado de un modelo económico puesto en marcha en 1991, amparado en la Ley de Convertibilidad, pero agotado desde sus inicios.
Luego de la crisis del intento radical por sostener el modelo impuesto por Martínez de Hoz, se establece el plan de Convertibilidad en 1991. Esto significó completar los objetivos que proponía el Consenso de Washington para recobrar la senda del desarrollo en América Latina. Básicamente políticas de corto plazo para la estabilización de los precios internos y políticas de reforma estructural, que suponían revertir la práctica de estados ineficientes producto del populismo económico.
Como parte de esas reformas además se implementaron la apertura comercial, la desregulación de los mercados y la privatización de empresas publicas. Este proceso generó un cambio en el rol del Estado, institucionalizado rápidamente a través de las leyes de Emergencia económica y reforma del Estado.
La rápida transferencia de las privatizadas a la comunidad de negocios integrada por grupos económicos locales, firmas extranjeras y acreedores externos, permitió el ingreso de capitales, la disminución de la deuda externa, y cumplir así con los requisitos impuestos para volver al financiamiento externo.
La venta de activos fijos al capital extranjero fue de tal magnitud que el período se caracteriza como el de “extranjerización de la economía argentina”, lo que configuró un crecimiento continuo de demanda de divisas desde sectores que no producían bienes transables, con lo cual existía:
*Demanda de divisas para abastecer a las empresas privatizadas, compradas por capitales extranjeros que necesitaban divisas para fugar sus ganancias al exterior
*Demanda de divisas por esas mismas empresas para abastecer sus necesidades de bienes importados
*Demanda de divisas por el propio gobierno para pagar la deuda externa
Esta situación implicaba déficit comercial y fiscal. Este se saldaba con creciente endeudamiento externo, por parte del sector publico. Además, dada la baja inversión que se registra en el periodo y la extranjerización de las acciones de esas empresas, resulta claro que las ganancias de rentabilidad fueron giradas al exterior.
El Plan de Convertibilidad resultaría inviable ante una restricción en el ingreso de divisas. En el 2001, cuando el riesgo de devaluación va creciendo y con él la fuga de capitales, la restricción tiene lugar. Entonces el déficit fiscal del Estado fue afrontado con sucesivas políticas de ajuste que incidieron negativamente en la distribución del ingreso: esto devino en un contexto de crecimiento del desempleo, del nivel de pobreza e indigencia.
Meses antes se implementan dos medidas que agudizan esta grave situación y que compromete aun mas al estado en su afán de transferir divisas constantemente al sector privado, sobre todo al extranjero. Una es el Mega Canje que implicó un salto en el endeudamiento externo del sector público, al establecerse tasas de interés muy superiores a las internacionales, agudizado luego por los “prestamos garantizados” establecidos en noviembre de 2001. Por otro lado el plan “Déficit Cero” que comprometió los recursos públicos para los pagos de la deuda e intereses que se reflejó en mayor recesión.
No es menor destacar que las sucesivas medidas que se implementaron en esta ultima década como privatizaciones, cierre de fabricas, crecimiento de la pobreza, la indigencia y el desempleo, tuvieron respuestas sociales. Comenzando con los piquetes en Cultra Co, la toma de fabricas, los cortes de ruta, la carpa blanca docente, el movimiento de desocupados, se conformaron en organizaciones de denuncia y resistencia de la tremenda situación social, económica y política que vivía el país.
¿Cómo se resolvió el default del 2001?
La salida de la crisis se resolvió en las altas esferas del poder dominante. El debate que se mediatizó era entre el capital financiero versus el capital industrial, dolarización versus devaluación. El capital extranjero será el que respalde la opción de dolarización frente a los grupos económicos locales, insertos en actividades primarias de exportación, que pedían la devaluación.
La elección fue la devaluación. Pero no existió una devaluación controlada que pretenda la mayor contención social posible, fue todo lo contrario. Se resolvió conducir una devaluación atroz, de la mano de una pasificación asimétrica que benefició a los que mas tienen, y que previamente muchos de ellos tuvieron la posibilidad de guardar sus dólares en el exterior.
En primer lugar semejante devaluación implicó una recuperación de manual de las variables que integran la balanza comercial. El sector agropecuario creció en su producción como en sus exportaciones exponencialmente, si bien no es el sector que haya liderado el crecimiento de los últimos años.
Con la depreciación del tipo de cambio real creció la competitividad de la industria a costa de los bajos salarios en dólares que resultaron desde la devaluación, generando la posibilidad de crear nuevamente puestos de trabajo gracias a la ociosa capacidad instalada, y los tan bajos salarios que significó un aumento en la competitividad precio del sector exportador que, luego de la recesión inicial, comenzó a exportar crecientemente generando un gran alivio en las cuentas fiscales.
La política cambiaria sostenida desde el año 2003 implicó que estos elementos continuaran siendo motor del crecimiento tanto de la economía, como del empleo, que promovió un aumento del consumo interno que también aportó a la recuperación económica del piso histórico que se llegó en el 2001. Un piso histórico que no debería tomarse como referencia, sino que las comparaciones deberían extenderse en el tiempo para reconocer que las mejoras que alcanzó el país en este tiempo recuperaron en algunos aspectos la situación económica previa a la crisis, pero que aun no logran revertir las graves desigualdades que persisten en el país.