Por Luciano Lezcano / Foto: Cosecha Roja
El miércoles pasado un policía de civil le disparó a un joven que había levantado las manos para entregarse a plena luz del día en Jujuy y Humberto Primo, barrio porteño de San Cristóbal.
Son casi 5000 los casos de gatillo fácil desde el fin de la última dictadura cívico militar. La política de represión por parte del Estado se agudiza cada 24hs. Mientras los medios hegemónicos profundizan el discurso de que “los pibes son peligrosos”, la calle evidencia una sola verdad: los jóvenes están en peligro.
Son las 16.15 del miércoles y entre los barrios de Once y San Cristóbal un pibe es perseguido por un policía vestido de civil sobre la avenida Jujuy. Gente desde los colectivos y autos, vecinos, vecinas y comerciantes ven la escena desde los lugares donde se encuentran. El joven perseguido trepa al paragolpes trasero de una camioneta para escapar rápidamente cuando el policía de civil recorre el vehículo para interceptarlo mientras (según testigos de la zona) éste le da la orden de “alto”. Al instante el joven (acusado de haber robado previamente en un colectivo de la línea 23, según informe policial) desciende de la camioneta y pone las manos en alto mientras da la media vuelta y los vecinos de la zona escuchan un solo disparo. Los grandes medios de comunicación (a excepción de una nota Revista Veintirés y de las palabras de Alejandro Bercovich esa misma noche en C5N), como así también las versiones policiales, hablaron de enfrentamiento, mientras que son varias las voces del barrio que lo desmienten.
Al instante la zona es cercada perimetralmente por personal de la comisaría 20º de la Policía Federal Argentina (PFA – quienes llegaron uniformados al instante) y encierran objetos marcados con tiza sobre el asfalto, entre los que se encuentran: un arma, un celular, una piedra que evita que pocos billetes de $10 sean llevados por el viento, más de 10 casquillos desparramados alrededor y un charco de sangre espesa cercano a la doble línea amarilla que marca la doble mano del tránsito. El joven recibe un tiro en la frente, sin más. El policía, vestido de pantalón negro y remera azul oscura le sigue apuntando al pibe que convulsiona en el piso y la ambulancia tarda cerca de 20 minutos en llegar al lugar de los hechos para luego trasladar al joven hacia el hospital Ramos Mejía, donde hasta el jueves permanecía entubado con custodia policial en terapia bajo estado crítico, sin muchas chances de sobrevivir, como “N.N” y sin la presencia de ningún familiar.
Cuentan testigos de la zona que antes de que llegara la ambulancia, pero a los pocos minutos del fusilamiento en plena avenida, un patrullero de la PFA se acercó y, sin colocarle las esposas, los policías se llevaron al policía de civil.
Entonces, el policía se fue con sus manos libres mientras que la impunidad se garantiza sin importar que las personas de a pie lo hayan visto todo.
Fueron esos primeros uniformados los que dejaron en claro que había sido un policía quien había dado la voz de “alto” y fusilado a un hombre con las manos arriba. La Procuraduría Contra la Violencia Institucional (PROCUVIN) confirmó esa propia versión policial: quien efectuó el disparo pertenecía a la División Destacamento de la Policía de la Ciudad (ex División de Tránsito de la Policía Federal).
Mientras los testigos contaban lo sucedido, en la esquina de Jujuy y Estados Unidos, la policía cortaba el tránsito y rumoreaba: “Hubo un enfrentamiento con personal policial”. Lo curioso es que son más de tres testigos de la zona que hablan de un solo disparo, por lo que no se entiende que hubiera tantas balas en el piso.
Así, la Policía Federal Argentina se encargó de cuidar la escena al liberar el espacio y mover a los gritos a las personas de alrededor que les gritaban: “¿Qué, ahora me vas a disparar a mí?”, hasta que cuatro horas después llegó el móvil de Criminalística y Estudios Forenses de la Gendarmería Nacional.
La causa quedó a cargo del Juzgado de Instrucción 4, en manos del juez Marcelo Conlazo Zavalia, el mismo juez que fue apartado de un caso de apremios de policías y ninguna fiscalía hizo presencia hasta pasadas las 21hs.
Mientras la Militantes de distintas organizaciones sociales como el Frente Popular Darío Santillán, la Corriente Popular Juana Azurduy, Agite Rebelión, la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) y el Centro de Estudios Legales y Sociales junto a la PROCUVIN, se hicieron presentes al instante, para escuchar lo que los y las vecinas tenían para decir –y aportar detalles y precisiones para esta nota–, al tiempo que los organismos que trabajan contra la violencia policial procuraban desarrollar su tarea de la mejor manera posible.
La mentira del enfrentamiento
Y entonces nos preguntamos: ¿Qué tipo de peligro puede presentar un joven que, una vez recibida la orden de “alto”, levanta las manos y se da media vuelta para dar de frente con el policía de civil que lo perseguía, a menos de dos metros de distancia?
Fue hace poco que el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, decía que “con la nueva Policía de la Ciudad habría menos tolerancia”… ¿Disparar de frente a un joven indefenso será parte de esa menor tolerancia?
Mientras ese joven, ese aún “N.N.”, está solo y agoniza en una cama de hospital, desde las instituciones policiales y los grandes medios de comunicación se plantea la discusión de si el joven estaba o no robando para, mientras tanto, realizar un montaje que simule un enfrentamiento.
Los enfrentamientos suelen dejar más heridos y heridas que muertes, sin embargo, según el último informe de CORREPI, ya son casi 5000 las víctimas de gatillo fácil en los últimos 33 años de democracia, de los cuales casi el 50% son chicos de entre 15 y 25 años… Enfrentamientos que resultan, por lo menos, sospechosos y raros.
Las cuentas son claras, los informes y estudios las corroboran y más clara aún es la política represiva que lleva adelante el Estado para ejercer el control social sobre la juventud. Un Estado ausente y una fuerza policial y para-policial presentes que garantizan la ausencia de su creador. El eje de la seguridad se corre y se tira al vacío; y con él se van los pibes fusilados en democracia, las políticas públicas que pueden dar respuestas a los problemas que el sistema les obliga atravesar, y se fortalece el discurso estigmatizante y las reacciones xenófobas que van construyendo lógicas del “nuevo buen sentido”.
Ayer en Almagro, al cierre de esta nota, otro pibe pasó a ser una víctima más de gatillo fácil en la puerta de un supermercado chino.
La vida de los jóvenes parece no valer nada, cuando fusilan a plena luz del día. Pararle la mano a Macri, a Larreta y a la impunidad será parte de escribir otra historia, una donde la justicia popular le gane al gatillo fácil y que recupere el valor de la vida.