Por Laura Salomé y Camila Parodi
Hace un momento, mientras la tobillera que la restringía en una injusta prisión era cortada, escribimos unas líneas presurosas en las que intentamos volcar las sensaciones y palabras con las que acompañamos durante este tiempo a Reina con su pedido de libertad.
Desde Marcha acompañamos el pedido de libertad de Reina desde el momento en que nos enteramos de su situación procesal. Desarmando el lenguaje judicial y dando voz a las que se organizan y que nunca la dejaron sola, escribimos, un poco desde lo periodístico, un poco desde la impotencia, sobre la necesidad de que la historia de esta joven, migrante, quechuaparlante y víctima de violencias se conociera. Ya que había sido condenada a reclusión perpetua por un delito del que siquiera había podido defenderse.
En octubre del año pasado la visitamos en su domicilio y nos quebramos junto a sus compañeras cuando nos mostró un video de sus niños, preparándose para ir a la escuela una mañana cualquiera en Bolivia, la tierra que la vio nacer. Y allí entendimos que el Estado, en la historia de Reina sólo estuvo presente para perpetuar las violencias del macho y la opresión de un sistema capitalista y racista que la condenó por pobre y migrante.
Pero hoy festejamos y seguramente mañana escribiremos otra historia, la verdadera historia de Reina, esa que demuestra la fuerza del feminismo organizado que la supo acompañar y que seguirá luchando ¡hasta que todas seamos libres!
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