Por Lautaro Rivara. Se encuentra en marcha la construcción de una central termoeléctrica a carbón en Río Turbio. A continuación, consideraciones sobre el proyecto, las resistencias locales y la política energética.
La central termoeléctrica de Río Turbio, Santa Cruz, cuyo contrato fue firmado en 2007 por la presidenta Cristina Fernández, sigue en construcción pese a las fuertes resistencias que suscita desde su anuncio. El proyecto consiste en la instalación de una mega usina que quemará carbón proveniente de la cuenca carbonífera de Río Turbio para la producción de energía eléctrica. La obra es actualmente ejecutada por la empresa española Isolux Corsán e implica una inversión de más de 2.600 millones de pesos costeada por el Estado nacional.
Asambleas ciudadanas critican el proyecto y las consecuencias ambientales, sociales y económicas que prevén que producirá. La AAC (Asamblea Ambiental Ciudadana de Río Gallegos) considera al emprendimiento como un ecocidio y denuncia las irregularidades del estudio de impacto ambiental realizado por la empresa concesionaria. La AAC señala que dicho estudio deja fuera de consideración el destino final de las cenizas tóxicas producidas, objeto de las principales preocupaciones. La actividad de la central precisará del uso diario de toneladas de carbón, cal y amoníaco, además de grandes cantidades de agua. Las cenizas se estiman en una cantidad diaria de 1.800 toneladas por día, lo cual debe sumarse a la emisión de 24.000 toneladas de gases que se dispersarán por toda la Patagonia. La central afectará en forma inmediata a más de 120.000 habitantes de las comunidades de 28 de Noviembre, Río Gallegos y Río Turbio, amenazando la actividad ganadera, los cursos de agua potable, los glaciares, la flora, la fauna y la salud de miles de habitantes patagónicos. Por último, la AAC denuncia sobreprecios en la licitación que convertirían a la central termoeléctrica en la más costosa del mundo.
Pese a estos reclamos se mantiene firme el apoyo del gobierno provincial y nacional, manifestado por la presidenta en diversos medios oficiales. Cristina Fernández aseguró que la central es “la mayor tecnología no contaminante de la que se tenga memoria”. Por su parte el interventor de Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, Ángel Garabello, declaró que “el impacto que producirá la usina será mínimo, en relación a todos los agentes que producen el efecto invernadero en todo el planeta”. A contrapelo de estas declaraciones no solo se encuentran las de los ciudadanos organizados. Vicente Barros, Investigador del CONICET y profesor emérito de la Facultad de Cs. Exactas y Naturales – UBA, reconoce al dióxido de carbono emitido en la producción de energía como el principal responsable del cambio climático y como un gran contaminante. De este gas se emitirán 5.000 toneladas por día en la central.
La construcción de la Central de Río Turbio se enmarca en la actual crisis energética. La Argentina muestra una enorme dependencia respecto a los combustibles fósiles, principalmente el petróleo y el carbón, los cuales satisfacen el 90% de la actual demanda de energía. Estos dos recursos se están agotando rápidamente tras años de subexploración y sobreexplotación y son pocas las esperanzas de encontrar nuevos yacimientos. Frente a esta crisis el gobierno nacional ha afrontado distintas políticas. Por un lado puede mencionarse el incremento de las importaciones de fuel oil y gas natural para evitar el desabastecimiento local. Por otro lado, se han impulsado proyectos para diversificar la matriz energética. Es el caso de la energía nuclear (remodelación de la central de Embalse, creación de Atucha II), la creación de grandes centrales hidroeléctricas y la concreción de un incipiente proyecto alternativo con la creación del Parque Eólico Rawson.
Entre esas políticas para cambiar la matriz energética, la central de Río Turbio es el ejemplo más regresivo. Esta no constituye un hecho aislado, sino que responde a una apuesta estratégica de la Secretaría de Energía de la Nación. Desde este espacio se proyecta alcanzar el 13% de la generación eléctrica a través de la quema de carbón para el 2025, lo cual implicaría construir varias centrales más de estas características.
Esta apuesta por el carbón incrementará la dependencia de la Argentina respecto a los combustibles fósiles, consolidará un modelo energético inviable en el tiempo e implicará la producción de energía a gran escala de una forma costosa, contaminante y perjudicial para la población. Dado que la política energética es una arista del modelo kirchnerista poco explorada, se vuelve imprescindible seguir atentamente la evolución de la central termoeléctrica de Río Turbio. Así también, de las diversas resistencias locales y procesos de organización popular que pugnan por otra energía y otros modelos de desarrollo.