La violencia en Libia continúa siendo algo cotidiano. Los grupos armados financiados por EEUU y sus aliados para derrocar a Gaddafi siguen activos.
Un grupo de hombres armados mantenían rodeada la sede de la cancillería en Libia, en un nuevo hecho de violencia que se suma a la larga lista de enfrentamientos y ataques, recrudecidos luego del derrocamiento y posterior asesinato, del líder de esa nación africana, Muammar Al Gaddafi. El mismo ocurrió en octubre de 2010 tras ocho meses de masivos bombardeos efectuados por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan). Estos ataques de la alianza atlántica, encabezada por Estados Unidos, han dejado un saldo estimado de 20 mil muertos, aunque todavía no se conocen cifras reales debido a la falta de investigaciones al respecto.
Medios internacionales reportaron que el domingo una veintena de vehículos ligeros, modificados con ametralladoras antiaéreas, comenzaron el asedio alrededor de las oficinas del ministerio de Relaciones Exteriores, ubicado en Trípoli, capital del país. Los individuos armados, que eran alrededor de doscientos, bloquearon las calles y desplegaron todo su arsenal apuntando a la cancillería. Essam Al Naas, portavoz militar libio, declaró que los agresores prohibieron la entrada y salida a los empleados del edificio, según informó Prensa Latina.
La agencia de noticias cubana agregó que es “imposible definir de inmediato si la demanda tiene carácter político o se trata de una acción pagada por alguna agrupación que desea imponer a sus miembros en altos cargos del servicio exterior”.
Por su parte, la cadena Russia Today señaló que los hombres armados “protestan supuestamente porque son marginados y no les dieron puestos de trabajo dentro del cuerpo diplomático, como se les prometió”. A esto se sumaría, según la televisora rusa, que “están insatisfechos ya que muchos partidarios del régimen de Gaddafi siguen en sus cargos en varias embajadas libias en el extranjero”.
Luego del derrocamiento de Gaddafi, muchas de las milicias armadas que coordinaron sus acciones con la Otan se mantuvieron independientes del Ejecutivo y ahora controlan regiones de la nación del norte de África. Desde hace más de dos años, los enfrentamientos entre estos grupos armados se han multiplicado, como también los ataques terroristas.
Cuando se inició la crisis en Libia, el propio gobierno de Gaddafi, y posteriormente investigaciones periodísticas, denunciaron que los grupos armados que respondían al entonces opositor Consejo Nacional de Transición (CNT), estaban integrados por miembros de Al Qaeda y mercenarios que ingresaron de otros países, situación similar a la que hoy se vive en Siria. A esto se suman las denuncian de la presencia en territorio libio de agentes de los servicios de inteligencia de Estados Unidos y las potencias europeas, encargados de entrenar y financiar a los mercenarios.
El gobierno del presidente provisional Mohamed Megarief no ha podido desactivar a las milicias, que con el correr del tiempo se transformaron en un polo de poder y presión para las administraciones posteriores a Gaddafi.
La semana pasada una bomba de fabricación casera explotó cerca de la embajada de Francia en Trípoli, hiriendo a dos guardias, sin que se sepa todavía quienes fueron los autores del atentado. En marzo último, decenas de hombres armados asaltaron el canal libio de televisión Al Asema y mantuvieron secuestrados a cinco periodistas, además de destrozar los equipos de la televisora.
La endeble situación de la seguridad interna en Libia quedó al descubierto cuando en septiembre del año pasado fue asesinado el embajador estadounidense, Chris Stevens, durante un ataque al el consulado de Washington en la ciudad de Bengasi. Stevens había sido uno de los principales promotores de la caída del gobierno de Gaddafi, ultimado sin juicio previo luego de que la caravana en que se trasladaba fuera bombardeada por la Otan.