Por Tomas Astelarra
En su décima edición, la organización decidió apuntar contra la responsabilidad del Estado dentro un esquema de avance en las políticas represivas en todo el país, sin por eso perder la creatividad, la alegría y una forma de denuncia que logró nuclear diversos sectores de la población cordobesa.
A la hora de organizar la décima Marcha de la Gorra, el Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos prefirió antes de festejar aumentar su grado de denuncia. El eslogan fue: “¡¿Cuánto más?! El Estado es responsable”. El recorrido cambió del acostumbrado desfilar de Cañada y Colón a la plaza San Martín (centro histórico de la ciudad de Córdoba), para avanzar sobre la avenida Colón y terminar en la Casa de Gobierno, el llamado Panal, un moderno edificio de modernas luces azules inaugurado hace pocos años y que contó con un fuerte cordón de seguridad, helicópteros y drones.
Ese año hubo 73.100 detenciones en todo el territorio provincial, es decir, un promedio de 200 diarias, una cada 8 minutos. En Córdoba capital entre 2009 y 2011 hubo un aumento del 54% en las detenciones. Una realidad que poco a poco se expande al resto del país dentro de las nuevas políticas del gobierno de Cambiemos.
Una vez más, un día al año, la ascéptica modorra de la vida consumista, del orden imperante en la capital cordobesa tuvo que ceder ante la invasión de los barrios, los carreros, las organizaciones sociales con sus banderas, los grupos de teatros y grafiteros, las murgas y miles de personas que decidieron denunciar la grave realidad de represión que vive el país en una marcha que hace años se ha caracterizado por ser distinta, creativa, alegre, y con capacidad de reunir un amplio espectro de personalidades. Por ahí se podía ver marchando al periodista uruguayo Raúl Zibechi, o Medardo Avila Vásquez (médico famoso por su denuncia contra los pueblos fumigados) o el Duende Guernica, entre otros. “La Marcha de la Gorra ya se instaló como un hito que está rodando por toda la Argentina (este año hubo Marcha de la Gorra en 15 localidades del país). Llama la atención por poder juntar lo que nadie junta, ni siquiera el 24 de marzo. Y no solo tiene la capacidad de juntar, sino que también tiene una capacidad de bullicio muy importante. Los jóvenes no son solo objeto de hostigamiento sino sujetos de prácticas muy creativas que se disponen con alegría. Y eso no la frivoliza. Nosotros venimos de militancias acartonadas, donde el entrecejo forma parte del vestuario. Ese pintoresquismo la vuelve cada vez más grande”, opina Esteban Rodríguez Alzueta, investigador y militante de derechos humanos de La Plata que llegó a Córdoba a presentar sus libros “Hacer Bardo” y “La Máquina de la Inseguridad” dentro del marco de la Gorra Literaria y como invitado especial del programa radial La Luna Con Gatillo.
“Nosotros venimos señalando hace varios años que Córdoba venía funcionando a modo de laboratorio en términos de política de seguridad, y que lo que se implementaba acá era para ver cómo funcionaba, para después implementarlo gradualmente en el resto del país. De alguna manera lo que sucedió durante el gobierno kirchnerista fue un fortalecimiento de los aparatos represivos, un crecimiento descomunal de la cantidad de efectivos en cada una de las fuerza provinciales y nacionales, un incremento en la calidad de la persecución por medio, por ejemplo, de la identificación biométrica, que sentó una base que hace posible que hoy esa política estatal de seguridad continúe agravándose ya con una política abiertamente de derecha, con un gobierno que no tiene prurito en decirlo y que sale a aplicar esto que en Córdoba ya veníamos viviendo, de poder detenerte para pedirte documentos, que en el resto del país decían: no estamos en dictadura. Acá ya venía pasando y ahora está pasando en todos lados”, explica el abogado Sergio Job, abogado. Y continua: “Y después, afinando una persecución más directa y concentrada sobre los sectores organizados. Ahí se ve esta continuidad en las políticas de seguridad que son continentales y no tiene que ver con una política del Pro. El Pro lo aplica sin ningún prurito. Sabemos que es la derecha fascista gobernando. Y que también aplican este plan de persecución y control, no solo a través de las fuerzas institucionales, como la policía o el poder judicial, sino también a través de una red de punteros y narcos, como sucedió con el compañero de La Dignidad, Chiqui, que en medio de una asamblea, un puntero del Pro, que a la vez es funcionario en el Instituto de Vivienda de Buenos Aires, le dio un tiro en el pecho a cara descubierta, sin ningún tipo de problema”.
Job es integrante del colectivo el Llano en Llamas y del Encuentro de Organizaciones (EO), uno de los organizadores de la Marcha de la Gorra y concluyo que “estamos viendo un incremento en la violencia y sobre todo en la visibilidad de los hechos. No tienen problema en caretearla, como se diría, sino que abiertamente hay un mensaje al conjunto del campo popular y a los sectores empobrecidos de Argentina que si luchan van a tener represión”.
En este contexto nacional y provincial no puede pasar desapercibido este andar por el centro de Córdoba Capital que una vez al año inunda las calles y hace que los cordones policiales se den al revés, tres o cuatro uniformados arrinconados contra las propiedades que el Estado considera de valor (desde la lotería de la provincia a Mc Donalds) viendo miles de jóvenes de gorra cantando, fumando, bardeando, pintando las paredes y denunciando el abuso del que son parte el resto del año. “La misma semana de la marcha estuvimos denunciado el ataque a un amigo de Lautaro Tores, víctima de gatillo fácil, que fue detenido por un policía en la vía pública. Este pibe tenía puesta la remera con la cara de Lautaro y la denuncia, que es la remera que usan los familiares y amigos de la Coordinadora de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil. El policía no solo lo obligó a sacarse la remera, sino que la rompió con una trincheta y la tiró a la calle, intimidándolo y diciéndole que si era amigo de Lautaro, eso era lo que le iba a pasar. Ese es el nivel de abuso que cobra niveles de violencia tremendos, como mandarles a las madres fotos de sus hijos muertos”, denuncia Marisa Emilia Francia del Frente Organizado Contra el Código de Faltas (FOCCOF).
El terraplén casi baldío frente a la Casa de Gobierno, cerca de la terminal de trenes y colectivos, permite que los concurrentes se explayen luego de la marcha. Se aprontan los puestos con choripanes, cerveza y Pritty con vino, y en un escenario comienza la lectura del comunicado que emula la Carta Abierta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh. Carta Abierta al Estado Policial: “El silencio corporativo de la prensa, el asesinato de nuestrxs pibxs queridxs, la persecución a carrerxs, trabajadorxs formales e informales y trabajadorxs sexuales, el allanamiento sin orden judicial de cualquier casa villera, y el arresto de cada persona que ose enfrentarlos, son algunos de los hechos que nos obligan a repetir esta forma de expresión colectiva después de haber caminado libremente por las calles de nuestra ciudad un día por año, durante los últimos diez años. El décimo aniversario de la Marcha de la Gorra nos motiva a un balance de la acción de su gobierno: lo que ustedes promueven bajo la bandera de Unión Por Córdoba no es más que un plan de exclusión, lo que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”.
Los familiares de las víctimas toman el escenario para contar sus experiencias. Madres, padres, hermanos y hermanas, un rosario de historias que por momentos se hacen insoportables, generan lágrimas, indignación, pero también funcionan como una liturgia de esperanza, agradeciendo estar juntos en la denuncia y la organización. Para terminar un poco de cuarteto, cumbia y música compañera que despeje los cuerpos y mantenga ese nuevo paradigma de lucha con alegría. Baile pero Luche, dicen los vascos, los zapatistas, y los Eternos Inquilinos de Rosario también.
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