Por Carlos Javier Andujar* /Ilustración por Cabro
En esta sexta entrega de nuestra introducción en términos cercanos a la Economía (que se fuerzan por alejar), revisamos la historia y surgimiento del dinero como moneda de cambio y acumulación, asumiendo que hubo y puede haber mejores horizontes.
Hace mucho tuve un sueño. No sé cómo ni de qué modo quedaba a cargo del Banco Central de la República Argentina. Ustedes saben que los Bancos Centrales de los distintos países tienen a su cargo el monopolio de la emisión monetaria, es decir, que son los únicos que pueden tomar la decisión de emitir dinero. Todo pasaba por mí y nadie cuestionaría mis decisiones. Viendo los sacrificios que hacen miles y miles de familias para obtener los ingresos necesarios para la mera subsistencia (y aún así gran parte de ellas no lo logran) me propuse solucionar todos sus problemas. Teniendo el Banco Central a mi disposición, la dificultad del cómo solucionar sus problemas ya estaba resuelta, ahora me quedaba preguntarme por el cuánto. Hice muchos cálculos. Pensé una canasta básica de bienes y servicios, su costo anual, la cantidad de familias. Primero pensé en otorgarle a cada familia ese monto multiplicado por 80 años así podrían vivir sin preocupaciones (ya bastante han sufrido) por una generación. Después me pregunté porque tan solo una generación y me propuse hacer lo mismo con las futuras diez generaciones. Total, solía decirme cuando estaba solo en el Banco Central, sólo tengo que poner en circulación nuevos billetes. ¿Qué problema va a haber? Así me la pasé armando los paquetes de dinero que iría entregando a cada familia. Como se imaginarán a esta altura, me desperté mucho antes de poder recibir el agradecimiento de toda la humanidad por semejante obra de altruismo.
¿De dónde viene el dinero?
El mejor modo de entender el dinero es recurrir a su historia y buscar en ella algo de su verdadera esencia.
La necesidad de inventar el dinero se debió probablemente a todas las dificultades que representaba el trueque como modo de intercambio. Se imaginan ustedes una comunidad que quiere intercambiar los tres chanchos que le sobran con otra que tiene pieles de animales. ¿Cuántas pieles equivaldrán a un chancho? Si el acuerdo es diez pieles por chancho pero solo necesito cinco ¿Le damos la mitad del chancho? ¿Qué hacemos con la otra mitad? Y si la otra comunidad no tiene pieles y sólo tiene trigo y necesita los chanchos, ¿Se los cambiamos por trigo aunque no lo necesitemos? A lo largo de la historia no es raro imaginar que algunos bienes por su durabilidad, divisibilidad, aceptación, movilidad, entre otras características empezaron a usarse como medios de intercambio y no directamente para el consumo. De este modo en los Estados Unidos, por ejemplo, las hojas de tabaco fueron dinero por doscientos años y en América del sur lo fueron los granos de café y de cacao. Ya más conocidos, el oro, la sal, la plata y otras especias y metales cumplieron perfectamente su papel de ser dinero en distintos momentos y, algunos de ellos, siguen siéndolo en la actualidad. Nótese estimada y estimado lector que todos ellos, sin excepción, tenían alguna utilidad o satisfacían una necesidad concreta. Los metales para el arte del orfebrería, los alimentos, las especias para su conservación y gusto, etc. Al mismo tiempo y en función de cada época y lugar poseían otra característica: su escasez relativa. Nadie en su sano juicio puede imaginar que entre cuatro pueblos costeros pueda funcionar la arena o el agua salada como medio de intercambio dado que cualquier pueblo podría acceder a ellos cuando quisiese sin ningún tipo de limitación.
Acumulando
Una vez incorporado su uso como medio de cambio, el dinero, sea cual fuere este, empezó a mostrar su otra cara, la posibilidad de funcionar como medio de acumulación. De este modo el excedente de una buena cosecha o una buena criada de animales, que antes tarde o temprano se perdía, podía acumularse en alguno de los bienes que eran utilizados como dinero. Nuevamente no es difícil imaginar por qué los metales fueron ganando lugar como dinero a otras formas que por sus características particulares poseían menos duración o divisibilidad o bien, el aumento de su producción había socavado su escasez relativa.
El genocidio de los pueblos originarios de Nuestra América tuvo como su contracara económica en el saqueo de plata y el oro que, precisamente en esos momentos eran dinero en Europa.
La necesidad de acuñar esos metales, es decir, transformarlos en moneda, estuvo ligada al surgimiento de las sociedades estatales y al cobro de impuestos para su manutención entre otras razones. El sello de la acuñación aseguraba peso y calidad del metal que, de lo contrario, quedaba en disputa entre el “feliz” contribuyente del imperio Romano y la pericia del cobrador de impuestos. Algunos Estados aprendieron rápidamente a financiar sus guerras por el territorio adulterando la calidad de las monedas pero otorgándoles el mismo valor. El surgimiento del papel moneda, es decir de los billetes, se remonta para algunos autores al siglo VII antes de la era cristiana en Asia, lo que no es muy raro dado que, a partir de lo que se dio en llamar la ruta de la seda, representó el centro del comercio y desarrollo mundial.
Un lugar seguro
El desarrollo tardío de la figura del comerciante europeo, las largas rutas comerciales que duraban meses, las dificultades del transporte del oro y la plata, los riesgos de ser robados entre otras razones crearon la necesidad de que estos, los exitosos comerciantes, buscasen resguardar el oro y la plata acumulada durante sus viajes. Lo hicieron en los lugares donde existían cajas fuertes, los talleres de los orfebres. Por ello pagaban un costo por el cuidado y un papel que representaba sus tenencias. A lo largo del tiempo, la habitualidad del comercio y las prácticas hicieron que muchos comerciantes no llevasen más oro ni plata para comerciar sino solo papeles o letras de cambio que entregaban a sus proveedores como pago por sus productos. Esa letra de cambio podía ser cambiada por oro o plata yendo hasta el negocio del orfebre o se podía trasladar a otra persona como medio de pago.
A medida que su uso se extendía los muchos orfebres fueron dejando su viejo oficio y se transformaron en prolíficos Bancos que no solo custodiaban el oro sino que también podían ahora prestarlo sin sacarlo. Simplemente tenían que emitir nuevas letras de cambio.
El surgimiento de los Estados Nación a fines del siglo XIX trajo consigo muchas diputas por la estatización de espacios privados. Desde la educación hasta el registro de los nacimientos y defunciones, antes potestad de la Iglesia Católica. En este contexto era necesario tomar el monopolio de la emisión monetaria y no dejar que unos cuantos Bancos privados decidiesen cuánto dinero debía haber en la economía. Esto se dio de distintas formas. Por ejemplo el Sistema de Reserva Federal (el Banco Central de los Estados Unidos) es un aglomerado de Bancos privados con limitada injerencia Estatal). En la Argentina el Banco Central nació con capitales mixtos británicos y argentinos y fue nacionalizado durante el gobierno de Perón. En la China actual, es un ministerio más del poder político.
Me gustaría destacar de esta pequeña historia algunas primeras ideas. Las otras se las dejo a ustedes.
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Hubo economía antes del dinero y la habrá después de él.
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El dinero tiene doble cara. Al tiempo que facilita el intercambio permite la acumulación. Esta segunda función, en un sistema capitalista ávido por ganancias, empieza a ser cada vez más preponderante. El dinero se transforma en un fin en sí mismo, se aleja de la producción y del intercambio, y genera el capitalismo financiero y especulativo que hoy destruye nuestro mundo.
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Todos los bienes producidos (peras, vestidos, casas, autos) si no se usan con el tiempo pierden valor. En cambio, el dinero que no se usa no sólo no lo pierde sino que lo gana a través de los intereses. Algunos autores como Silvio Gessel escribieron ya hace más de cien años que esto es antinatural. Su teoría del dinero con fecha de vencimiento solucionaría el problema. Se las dejo como inquietud.
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Lo verdaderamente importante es la producción. Sin alimentos el dinero es solo papel.
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El único y verdadero respaldo del dinero son los bienes y servicios, es decir el PIB de cada país. Los dólares no respaldan a nuestros pesos a pesar de que nos quisieron convencer hasta con leyes. Los dólares los necesitamos, en una economía internacional en dónde un país logró imponer su moneda local como moneda de cambio, para comprar lo que no producimos y necesitamos… hasta que lo produzcamos.
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Los neoliberales nos dicen que no se puede financiar el déficit fiscal con emisión y por eso proponen el ajuste permanente. Con ello desconocen años de políticas monetarias que en el corto plazo pueden ayudar a reactivar una economía.
Mejor que yo lo decía el economista keynesiano Galbraith. “Solamente estudiando las cuestiones en el curso del tiempo, se puede ver que aquellos que sufren la inflación anhelan una moneda estable y que aquellos que aceptan la disciplina y el costo de la estabilidad llegan a aceptar los riesgos de la inflación. Este ciclo nos enseña que nada, ni siquiera la inflación, es permanente. También aprendemos que el miedo a la inflación puede ser tan perjudicial como la propia inflación”.
Sin miedo, no cedemos derechos y luchamos por más.
*Docente. Integrante del Colectivo Educativo Manuel Ugarte (CEMU). fliaandujar@gmail.com