Por Pablo Gandolfo
Un repaso por el impacto del triunfo de Donald Trump en tres aspectos centrales: la economía internacional, la geopolítica y la contradictoria respuesta de la base social que le dio el triunfo.
1- Es la economía, estúpido
Donald Trump fue electo presidente de los Estados Unidos en contra del poder económico de ese país. Si la combinación de bravuconadas y definiciones realizadas en sus apariciones públicas se pudieran traducir en líneas de intervención coherentes, en materia económica surge una principal:
– Desinternacionalización (muy parcial) del gran capital estadounidense y recuperación de fábricas deslocalizadas. Mayor proteccionismo y retroceso del libre comercio. En ese movimiento resultarán perdedores México, China, Corea del Sur y el Sudeste Asiático.
La desinternacionalización carece de sentido desde la óptica del gran capital afectado. Obligaría a abandonar mercados, pagar salarios más elevados y reducir su tasa de ganancia. Por eso está descartado que ese rumbo pueda ser tomado de manera decidida, coherente y sin conflictos. La incógnita es que relación establecerá el nuevo gobierno con ese sector dominante del capital. ¿Podrá, aún de manera marginal emprender líneas de acción en ese sentido? ¿Abandonará esa línea y se someterá a los dictados del capital monopolista financiero e industrial? ¿O bien intentará resistir y enfrentarlo aún marginalmente? Ese camino dispararía una crisis política ya que el Congreso seria utilizado para maniatar a Trump.
2- La geopolítica
A su vez, esa línea de intervención económica dispara una consecuencia geopolítica. Actualmente, la prioridad inmediata de Estados Unidos difiere de su enemigo estratégico de largo plazo: centra su atención en Rusia cuando su competidor es China. Los objetivos económicos de Trump conducirían a distender la relación con Rusia, y tensarla con China. Es probable que debido a los desacuerdos internos del poder económico y del aparato del estado norteamericano, sectores suficientemente poderosos para intervenir en política internacional más allá de la voluntad del presidente, saboteen una posible distensión con Rusia.
Así vería multiplicada una carencia que ya padece: la incapacidad de establecer una línea de intervención geopolítica coherente. La política desplegada, por Estados Unidos en la agresión contra Siria, está plagada de zancadillas internas dentro del propio aparato de estado norteamericano. Esa incapacidad de coherencia, ahora trasladada a la principal línea de intervención geopolítica (el tipo de relación que establecerá con sus dos principales adversarios), es un problema grave que hará retroceder aún más, a los Estados Unidos en el plano internacional. ¿Será por eso que el triunfo de Trump se celebró en Rusia?
3- La base social del triunfo, clave del futuro
Los resultados electorales fueron los esperados en el Pacífico, en el Medio Este, en el Atlántico y en el sur del Medio Oeste. La sorpresa de Trump no es su victoria en Florida (si bien necesaria) o en Carolina del Norte (superflua). Se lo debe a la población de las zonas industriales en declive del Rust Belt, (norte del Medio Oeste).
Por tanta precisión puede parecer una crónica, pero no. Es una predicción de Michael Moore quién anticipó lo que ocurriría y el motivo: “Creo que Trump va a centrar gran parte de su atención en los cuatro estados azules (demócratas) del cinturón sobre los Grandes Lagos: Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin. Cuatro estados tradicionalmente demócratas que desde 2010 han elegido gobernadores republicanos. (…) ¿Cómo puede estar tan cerca después de todo lo Trump ha dicho y hecho? Bueno, tal vez porque ha dicho (correctamente) que el apoyo de los Clinton a los Tratados de Libre Comercio (TLC) ayudó a destruir a los estados industriales del alto Medio Oeste.
De Green Bay a Pittsburgh podemos ver las chimeneas derruidas junto al cadáver de lo solíamos llamar clase media. Millones enojados, mal empleados o desocupados, para quienes ha naufragado el sueño americano, van a creer que esta es su oportunidad. ¡El Forastero, Donald Trump, ha llegado para limpiar la casa! ¡Usted no tiene que estar de acuerdo con él! ¡Ni siquiera tiene que gustarle! Él es su bomba Molotov personal para tirársela a los hijos de puta que le hicieron esto!”
Horas antes de la elección, el Wall Street Journal expresó el punto de vista del gran capital internacionalizado sobre Trump y la globalización: “si bien EE.UU. se beneficia del libre comercio y la inmigración, una minoría de trabajadores que sale perjudicada les echa la culpa a los extranjeros”.
Trump es la reacción defensiva e inconducente de un sector de la clase trabajadora norteamericana al impacto combinado sobre sus condiciones de vida, de la crisis estructural del capitalismo y el declive estadounidense. Con su discurso contra el libre comercio, canalizó el descontento de la clase obrera industrial desplazada por la deslocalización y el outsourcing.
Ese sector social se vió perjudicado por esa política. Ahora bien, ocurre como bien señala el Wall Street Journal, que Estados Unidos no es una victima sino el principal beneficiario del libre comercio -que no es más que la ausencia de reglas en pos de dejar las manos libres del más fuerte-, instrumento del capital dominante (principalmente estadounidense) para apropiarse de mercados y materias primas, utilizar mano de obra barata, encontrar salidas rentables que le permitan realizar sus excedentes y absorber excedentes generados en otras partes del mundo.
Estados Unidos no tiene un problema de generación de riquezas, ya que la genera; y mediante la primacía del dólar, la exclusividad de su emisión y la potencia de sus instituciones financieras, absorbe una porción de riqueza generada en el exterior.
El problema de los Estados Unidos, y de esa fracción de la población del Rust Belt, es la desigualdad. La respuesta a ese mal no es el nacionalismo o el proteccionismo sino la distribución de la riqueza y en última instancia el anticapitalismo: afectar las ganancias del gran capital y su propiedad toda, en beneficio del conjunto sociedad.
Si en un país del mundo la palabra ajuste, tal como la utilizan los economistas liberales tiene sentido -ajustar el nivel de vida porque se está viviendo por encima de las propias posibilidades- ese es Estados Unidos. Es un país que vive por encima de sus posibilidades (consume el 20 por ciento del petróleo mundial con una población del 5 por ciento, entre otros muchos datos que se podrían enumerar) porque dispone de los instrumentos económicos y financieros (mencionados mas arriba), para absorber recursos y y excedentes generados en otros países. A medida que el declive de Estados Unidos en la politica internacional se acentúe, el ajuste será mayor y cada vez más necesario porque cada vez podrá absorber menos recursos mediante esos mecanismos. Sectores mas amplios de la población serán afectados y mas profundamente.
La unica respuesta progresiva a ese fenómeno será la distribucion de la riqueza y la afectación de lo intereses del gran capital. Para eso deberá surgir una fuerza y un programa anticapitalista. Estamos muy lejos de esa situación. La incognita es, que camino tomará la clase obrera industrial, principalmente del rust belt, ante el fracaso de la respuesta inconducente que está empezando. Si se profundiza el camino actual y el capital puede canalizar el descontento con fuerzas propias, terminará en el fascismo. Si una fuerza anticapitalista empieza a echar raíces el mundo cambiará aún más, que lo que cambió con esta elección.