Por Julieta Penagos*
Dedicado a todas mis amigas –que son un montón-
El amor ha estado presente en los diversos estadios de la historia y ha tenido diferentes interpretaciones. Las historias de amor han reflejado una suerte de revelaciones simbólicas, mitológicas y sociológicas de los pueblos que sin duda tienen repercusiones en nuestras propias vidas y en cómo nos relacionamos. Estas formas a su vez, son mediadas por los géneros e identidades, condición socioeconómica, de formación, edad, región y otras consideraciones culturales.
Es bien sabido que las personas hemos buscado y amado a una pareja en esa necesidad imperiosa que socialmente se traduce en felicidad, y muchas veces en esas búsquedas el amor no ha sido recíproco y una de las partes ha salido herida. También es bien sabido, que a las mujeres se les ha impuesto privilegiar el ejercicio del amor como la actividad más importante de sus vidas, razón por la que en ese escenario se han gestado una serie de desigualdades y dependencias en donde, especialmente, han tenido mucho que perder -y que llorar-.
Con el desarrollo del feminismo y el que las mujeres empiecen a luchar y a teorizar sobre la autonomía, el amor es un campo de grandes batallas por estar anclado en lo más profundo del inconsciente individual y colectivo. En lo personal, pienso que las mujeres debemos alcanzar no sólo autonomía económica sino también emocional para garantizar un desarrollo integral de nuestras capacidades y sueños, permitiendo asumir muchas otras actividades que trascienden las prácticas del amor.
Sin embargo, los siglos de información en este tema palpados en los primeros cuentos infantiles, los grandes clásicos de la literatura y el cine -por no mencionar todos los soportes del arte y la cultura-, complejizan cualquier intento por reinterpretar las lógicas del amor y hacer de éste una práctica enriquecedora e igualitaria.
Lejos de querer reflexionar sobre el amor, quiero compartir una experiencia personal de duelo en donde estuve una semana sin salir de casa en pijama, comiendo helado, escuchando música y viendo películas de amor y desamor -si, como en el cine hollywoodense-.
Para no sentirme como un parásito, además de llorar y quejarme por mi propia suerte, decidí entonces reseñar las películas que veía para que el ejercicio de duelo fuera más “intelectual”, ¡ja! Cuando pasas el momento te das cuenta que la dependencia es angustiosamente y absolutamente subjetiva.
Les invito a que vean estas películas en cualquier momento de sus vidas, especialmente si pasan por un despecho y le dan el enfoque adecuado.
Las películas llegaron al azar durante aquellas tristes y largas noches, por lo tanto no encontrarán un hilo estético en ellas, sólo lo que necesitaba mi corazón para salir de esa… -La mayoria las vi dos veces… (seguidas). También fue una estrategia para burlarme de mí misma porque en el fondo sabía -y ustedes también lo saben-, que no hay mal que dure cien años y que luego -como ahora- agradecería la situación y replantearía el lugar que esa construcción tendría en mí vida.
Kill Bill: deshazte de él –simbólicamente, ¿no?- Está película de acción que muestra una serie de combates alocados es la historia de Beatrix Kiddo, la Mamba Negra, una mujer que hacía parte de una peligrosa banda de criminales internacionales. Beatrix ha decidido huir de aquella vida cuando se entera de que está embarazada. -La maternidad, amigas que no son madres, hace posible una serie de transformaciones realmente inexplicables. Díganmelo a mí…- el padre de la niña y líder de la banda después de un duelo, se entera que “su chica” ha escapado y decide desquitarse de su traición acabando con ella y todos los integrantes de su nueva vida. Después de un coma prolongado, Beatrix despierta y está preparada para cobrar venganza. En ese periodo hace la lista de todas las personas a las que hay que aniquilar hasta llegar al más fuerte, al más perverso, al autor intelectual de la masacre: Bill.
Beatrix representa a una mujer empoderada, decidida, capaz de tomar en sus propias manos el destino de su vida aunque esto represente hacer un derramamiento insensato de sangre. Esos combates, desde luego, deben ser internos y espirituales, y deben ser asumidos por cualquier mujer que haya sido engañada y necesite restablecer su propia seguridad.
En el último combate, Beatrix descubre que su hija está viva y ha sido criada y amada por su verdugo; pero no hay tiempo que perder, llegó la hora de la confrontación. Tras una charla necesaria para conocer un poco más sobre sus propias historias, las verdades y el pasado, Bill cae en la arena y la Mamba Negra ha recuperado su dignidad y a su pequeña.
Al final, en una escena típicamente femenina, Beatrix está llorando en el baño tapándose la boca para que su dolor no toque a la niña mientras ella ve felizmente un programa de animación por televisión. Ese llanto inevitable, es el de cientos de miles de mujeres madres engañadas, solas y en dificultades, que han tenido que como Beatrix, encerrarse en el baño de sus casas con las hijas o hijos de testigos, bajo la presión de no poder gritar: El llanto controlado, la tristeza reposada, el desconsuelo anulado… alguien depende de ellas, ya sabemos que la infancia es una sombra que nos persigue y evitamos a toda costa que quienes dependen de nosotras tengan tristes recuerdos.
“He´s just not that into you” (A él no le gustas tanto): es una película rosa típicamente hollywoodense que refleja las búsquedas locas por encontrar una pareja y encajar en ella. Un reparto infinitamente farandulero, una serie de acciones cotidianas bastante clichés, una fotografía otoñal y la historia de cuatro mujeres que quieren dejar de estar solas.
Esperar una llamada telefónica o una propuesta de matrimonio que nunca llegará, la incapacidad de hombres y mujeres de entender al otro y la frustración que produce que las relaciones no avancen y se vuelvan algo “serio”, ¿algo serio? Si, algo serio. Mientras todo toma forma, vemos un mar de confusiones, errores, dudas, silencios… pero es Hollywood: al final, encontrarán la felicidad con el amor como prueba de ello.
Una película evidentemente superficial que finalmente alcanza a reflejar las dificultades para lograr encuentros tranquilos y amorosos que según el caso, te sacará risitas o lagrimitas por ahí, dando pistas de lo importante que es amarnos a nosotras mismas para poder estar bien con otra persona, -sonó a superación personal, pero la pelí tiene esa onda-.
“Eat, pray, love”. (Come, reza, ama): Liz es una mujer privilegiada: escritora reconocida, economía estable, rodeada de amigos, esposo perfecto, casa bonita… Pero un día, se sorprende llorando al ver que está vacía y que su vida no le gusta, razón por la que iniciará un viaje por mucho lugares del mundo para encontrar a dios y a sí misma.
La película no alcanza a evidenciar el recorrido emocional y espiritual por la que pasa la protagonista: su separación parece más bien el capricho de una señora acomodada neoyorquina; los conflictos con su nuevo novio salieron de la nada; Italia se asemejaba a una tarjeta postal llena de lugares comunes sobre las costumbres de sus habitantes; el contraste y la confrontación en India fue una mera impresión; y en Balí, Ketut parecía más un dulce abuelo del cómic que un médico tradicional. Pero si te alejas de la narración fílmica y entiendes la historia apartándote del enfoque del director y poniendo un poquito de tu propia subjetividad, puedes sentir y entender el remezón espiritual que obliga a que una mujer se arroje al mundo a conocer gente nueva, probar comidas distintas, tener otro tipo de emociones y buscar a un sabio médico tradicional para intentar encontrar a dios.
Liz tiene como propósito encontrarse a sí misma y perdonarse, tareas con las que muchas soñamos pero no contamos con los privilegios suficientes para tomarnos un año sabático y emprender un viaje de semejantes proporciones. En una charla con su amiga editora, ella reconoce que ama a su hijo y a su esposo, pero que le gustaría tomar ese avión y alejarse de todo por un tiempo, ¿a qué a ustedes les ha pasado lo mismo, no? Con el transcurrir de la película, hay algunas conversaciones bonitas que dan cuenta de sus propias necesidades, aprendizajes y cambios.
Al final – porque es una película hollywoodense – y después de hallar lo que ella llama el equilibrio, Liz encuentra al chico con el que aparentemente todas sueñan: sensible, guapo y millonario. Una película de la que podemos tomar elementos para fortalecer nuestra propia voluntad y autonomía.
“Solyaris” (Solaris): Andrei Tarkovski es simplemente el director más importante que he visto y “Solaris” la reflexión del amor en el cine que más me ha impactado. Evidentemente, Tarkovski no adaptó una película para que una latinoamericana superara un desamor, y espero no estar degradando su memoria ni su gran cine poniéndolo en esta lista, pero una oportuna y profunda reflexión sobre el amor siempre cae bien en cualquier contexto personal.
Kris emprenderá una misión científica a la estación Planetaria “Solaris” porque al parecer sus ocupantes han enloquecido. Solaris es un planeta cubierto por un océano que después de una experimentación con rayos x, hizo que éste de alguna manera tomara conciencia y materializara los temores, placeres y sufrimientos de quienes lo habitan. A la estación han llegado “los visitantes” seres que están en los recuerdos del grupo de científicos que viven allí perturbando la estabilidad emocional del equipo.
Pese a que Kris ha demostrado ser frío y racional, tras la primera noche en la estación traerá a Hary, su esposa muerta 10 años atrás, evidenciando una confrontación interna ética y científica que producirá grandes transformaciones en sus mecanismos de reflexión y personalidad, y aunque intentará deshacerse de ella, sus recuerdos y anhelos serán más poderosos, haciendo que esta visita se incorpore en la cotidianidad y afecte todas las relaciones en la estación.
Hary es la imagen que Kris ha proyectado de ella, y sus características serán la de una mujer enamorada y dependiente que no puede estar lejos de él. Sin embargo, esta relación madurará y se fortalecerá haciendo que en este período Hary se humanice, tomando conciencia de su propia condición de “visitante” y dándoles a todos una profunda reflexión sobre la humanidad y el amor.
Quizás, una de las escenas más importantes es la reunión en torno al cumpleaños de Snawt, integrante de la tripulación. Éste llega retrasado y ebrio a la reunión, y mientras hay una conversación sobre la ciencia y la vida, una breve lectura de El Quijote, y el juzgamiento hacia Kris por permitir que la presencia de Hary trascienda los escenarios cotidianos. Ésta les recuerda a todos los científicos que “las visitas” son parte de ellos, obra de su propia conciencia.
Sartorius, científico de la tripulación, intenta callarla recordándole que no es persona ni mujer, pero Hary reivindica su condición de humanidad, de mujer, les habla de su crueldad, reconoce la humanidad de cada uno a su manera y las razones por las que están discutiendo. Hary ahora puede prescindir de Kris y es él quien la necesita. Snawt abre las ventanas de la estación durante 30 segundos y la ingravidez se apodera del estudio volviendo este momento uno de los más bellos e importantes del cine.
Solaris es una reflexión filosófica sobre la racionalidad humana y sus límites, sobre el pasado, el futuro, el amor, la memoria, los remordimientos, la vida y la muerte. Una fría, decadente y desolada nave espacial será el escenario para que se den todo tipo de debates en donde no entendemos qué es verdad y qué imaginación, en donde será una “visitante” quien imponga la discusión sobre el amor y la humanidad y en donde todos los parajes oscuros y no resueltos de las mentes de este grupo de científicos tendrán que salir a la luz para ser resueltos.
El ejercicio debe ser planteado para cambiar las lógicas y las formas en cómo nos relacionamos, para que el encuentro amoroso tenga su justa importancia, y para el abandono no duela tanto, y si duele, tengamos la audacia de burlarnos de ello, porque repito: una vez pasado lo único que nos quedan es la sensación de ridiculez por aquellas lágrimas de más y muchas risas.