Por María Victoria Cattáneo, desde Rosario. Una gran movilización revivió las jornadas de diciembre de 2001, marcadas en Rosario por el recuerdo del “Pocho” Lepratti, un militante popular asesinado por la represión policial.
Esas calles que hace diez años eran masivamente invadidas por el protagonismo popular, fueron hoy el espacio en el que se movilizó una concurrida y colorida columna convocada por la CTA, organizaciones de Derechos Humanos, de la izquierda tradicional y la nueva izquierda. La marcha atravesó el centro rosarino con consignas referidas a la construcción de poder popular, a la memoria y contra el olvido, por pedidos de justicia por los asesinados del 19 y 20 de diciembre de 2001. En esa fecha Rosario -como tantos lugares del país- fue escenario de lo que ya conocemos como la “rebelión popular del 19 y 20”. Fue por aquel entonces que, con la consigna de “que se vayan todos”, el pueblo tomó las calles por asalto, se apropió de los espacios públicos a través de cacerolazos, asambleas y cortes de calles, diciendo basta al modelo político imperante.
El Estado respondió rápidamente, de la fomra en que lo hace siempre que la gente sale a las calles fuera de su control: con violencia. Rosario fue la ciudad con más víctimas por la represión policial de esos días, todos jóvenes y niños provenientes, por supuesto, de los barrios más pobres.
Muchos de los familiares y compañeros de las víctimas forman parte de la “asamblea del 19 y 20” y es a partir de este espacio que los días 8, 9 y 10 de este mes se reunieron en el 1° Encuentro nacional de familiares de víctimas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Buscaban reconstruir las redes que varios de los muertos habían tratado de forjar a lo largo de su vida, como lo ejemplifica el caso de Claudio “Pocho” Lepratti, incansable militante popular asesinado por la policía en el barrio Las Flores mientrs trataba de frenar una balacera, pidiendo que “¡paren!” porque había pibes comiendo.
La bala que mató a “Pocho” le entró por la garganta, como tratando de acallar su denuncia permanente sobre las desigualdades sociales y la exclusión de los que menos oportunidades tienen. Esa bala trató de acallar su denuncia, pero no pudo. Cuando escuchamos a su hermana Celeste, sabemos que no pudo. Marcha pudo entrevistar hoy a Milton, uno de los pibes a los que Pocho trataba de hacerles conocer el mundo de una manera distinta a la que la sociedad le ofrece a un pibe de barrio de laburantes. Lo escuchamos decir que a diez años del 2001, “seguimos saliendo a la calle pidiendo justicia, porque donde no hay justicia hay escrache, porque venimos de un lugar en el que le enseñaron a cuidar al otro, a hacerle el aguante, a juntarnos para construir y no para matar con balas de plomo como hace la policía”. Milton nos contó que escuchó una vez que la gente muere cuando es olvidada y enseguida afirmó que “por eso todos los compañeros y compañeras asesinados en 2001 hoy están más vivos que nunca”. Luego recordó que “Pocho me dijo una vez que estábamos en una reunión del grupo de pibes en la que había habido una discusión y como sólo quedábamos tres le pregunté si daba para seguir y Pocho contestó que siempre hay que seguir, que aunque quede uno solo las cosas tienen que hacerse”. Hoy, en un país con un modelo excluyente como el actual, sigue habiendo mucho por hacer. Acá en Rosario, a diez años del 2001 hay gente como la del barrio Ludueña, donde militaba “Pocho”, que continúa organizándose para resistir y seguir construyendo.