Por Celeste Farbman
La economista feminista Mercedes D’Alessandro participó del debate “La agenda de la paridad” organizado por el Laboratorio de Políticas Públicas y el Centro de Estudios Municipales y Provinciales (CEMUPRO) y afirmó que el Estado tiene un rol fundamental en garantizar que las tareas domésticas no remuneradas dejen der ser responsabilidad exclusiva de las mujeres.
No podría haber sido mejor planeado: mientras en el centro porteño miles de mujeres comenzaban a concentrarse al grito de “¡Ni Una Menos! ¡Vivas Nos Queremos!”, en el Senado terminaba la sesión donde se aprobaba un proyecto de ley sobre paridad de género en las listas electorales nacionales, y se giraba a la cámara baja para su debate definitivo.
La Ley de Cupo, consagrada en la Argentina en 1991, efectivamente logró aumentar el índice de mujeres en la política, pero desde el 2007 en adelante –según una investigación del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género ELA- esa tasa quedó estancada y el piso de un 30% reservado para las mujeres, pasó a convertirse en su techo.
Mercedes D’Alessandro -economista, feminista, misionera, y una de las responsables del sitio EcoFeminita, un portal en Internet donde se publican artículos que permiten traducir la desigualdad de género a cifras- afirma que cuando hablamos de la agenda de la paridad, no solo tenemos que referirnos a la participación de las mujeres en la política, sino que debemos incluir al mundo del trabajo, y analizar de qué modo las mujeres habitamos el mercado laboral.
-¿Qué impacto tiene la consigna “Si mi vida no vale nada, entonces produzcan sin mi”?
Las mujeres hacemos el 75% del trabajo doméstico no remunerado, si paráramos realmente de barrer o de cuidar chicos, abuelos y tías, entonces nadie podría ir a trabajar. El del miércoles no fue un paro de esas características, creo que aún nos falta un poco para lograr algo así, antes debemos tener en claro que nosotras tenemos en lo doméstico y en lo productivo, un rol importantísimo: más del 40% de la fuerza laboral en Argentina, somos mujeres.
Una está acostumbrada a pensar que quedarse en la casa es no trabajar, pero si sumamos todo el trabajo que hacemos en nuestras casas, más el que realizamos fuera del hogar, las mujeres realmente llevamos esta sociedad adelante.
Las tareas domésticas no remuneradas -eso que llaman amor- impactan en el tiempo libre de las mujeres. Una mujer que trabaja full time, llega a su casa y se encuentra con su segunda jornada laboral, aquella por la que no percibe salario ni reconocimiento alguno. “Según las estadísticas, una mujer le dedica más tiempo a las tareas domésticas que un varón desempleado”, aseguró D’Alessandro.
El mundo del trabajo actualmente pareciera no ocupa un lugar preponderante en la agenda feminista, aunque la media sanción de la Ley de Paridad en el Senado seguramente facilite la discusión del tema en otros órdenes de la vida de las mujeres.
-¿De qué manera las políticas públicas pueden incidir en la agenda de la paridad?
El Estado debería garantizar el sistema de cuidado de niños, niñas y ancianos, esto puede ser sujeto de políticas públicas que vayan en la línea de la paridad. Cuando hay crisis económica, ese ajuste se carga sobre las mujeres, quienes se ven en la disyuntiva de elegir entre trabajar o realizar las tareas de cuidado; o de conseguir trabajos más flexibles que les permitan estar más horas en el hogar.
El problema es que cuando trabajas menos horas, el precio de esa hora de trabajo cae, estás más precarizada, y las mujeres precarizadas en sus trabajos ganan 40% menos que los varones. Además, está la cuestión de la maternidad. La maternidad penaliza a las mujeres, porque respecto a los varones, las mujeres somos más costosas para los empleadores. En la Argentina los varones solo tienen 2 días de licencia por paternidad y las mujeres 3 meses. Por supuesto que hay que extender esa licencia, pero también la de los varones, si no seguiremos profundizando el rol de la mujer con los nenes, y el papá trabajando. En el caso de las mujeres adolescentes, nos enfrentamos a otro problema, según las estadísticas cada 5 minutos nace un bebe de una madre adolescente.
No tengo el dato preciso de qué pasa en Argentina, pero estoy segura que la gran mayoría tiene a sus hijos e hijas sola, o en compañía de sus familias de origen. Acá también el Estado tiene un rol fundamental, que es proveer a estas mujeres de sistemas de contención para que no se pierdan la oportunidad de seguir estudiando o trabajando, porque después es muy probable que les cueste volver a insertarse.
-¿Cómo es la composición del trabajo femenino?
El 20% de las mujeres empleadas son trabajadoras domésticas (luego siguen las docentes y en tercer lugar las enfermeras), y a pesar de que existe una ley que regula el tema, el 80% de estas trabajadoras sigue estando en negro. Las mujeres de clase media, con formación, o con otras posibilidades de desarrollo, compatibilizan su vida profesional con la ayuda de otras mujeres que realizan las tareas domésticas, con salarios bajísimos.
Si la solución para poner en valor el trabajo doméstico fuera aumentar significativamente los salarios de estas trabajadoras, como sucedió en algunos países, entonces las mujeres de clase media que viven a costa de las trabajadoras domésticas probablemente ya no podrían salir a trabajar porque no podrían pagarles. En países como el nuestro, el tema es muy complejo. En Uruguay, se optó por profesionalizar el trabajo doméstico y que el Estado asuma la tarea de proveer un sistema de cuidados.
Hoy, 6 de cada 10 mujeres argentinas trabaja fuera de su hogar, triplicando la cantidad de mujeres empleadas en la década del ’60; sin embargo los patrones culturales que rigen la vida cotidiana de las personas y las normativas vigentes, continúan reproduciendo una lógica de mujeres al hogar, y varones al trabajo.
Es necesario que el Estado reconozca las tareas de cuidado como un derecho social y no como una responsabilidad exclusiva de las mujeres, para lograr estándares de paridad en todos los órdenes.