Por Natasha Urman / Foto: VeinticuatroTres
La foto más compartida en relación a las recientes manifestaciones contra la violencia machista es la de un varón en cuero opinando mediante un cartel gigante. Sin embargo si somos las mujeres empoderadas, haciendo uso de nuestra construcción feminista, las que mostramos las tetas, esto es repudiado.
Fin de semana largo de octubre. Empieza el 31° Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, una iniciativa única en el mundo, esta vez protagonizada por cerca de cien mil mujeres. El clima ayuda a compartir y respirar el aire libre, y es una razón más (aunque seguramente no la primera) para que algunas manifestantes se saquen la remera a la hora de marchar. Otras también el corpiño.
Así, un montón de mujeres más o menos vestidas marchan ocupando decenas de cuadras. Las ocupan con sus cuerpos y las ocupan con sus voces. Las ocupan con sus banderas, con sus carteles, con sus shorts, con sus jeans y con sus polleras. Las ocupan con sus tetas. Algunas las ocupan con sus tetas tapadas apenas por un pañuelo verde. Otras, les pintan consignas que empiezan en el pecho y terminan en la panza: “yo decido”, “mi cuerpo es mío”, o mi preferida: “NO me lo estoy buscando”.
Al día siguiente de la marcha, las redes sociales se colman de críticas. La mayoría de las personas que no asistieron al Encuentro sólo conocieron a través de los medios hegemónicos un porcentaje sobre él: la manifestación en la catedral, las pintadas y las tetas. Estas últimas fueron un gran motivo de repudio. Se argumentó que las manifestantes en tetas desprestigian la causa, que se trata de una provocación, que no es el contexto y que ensucian el feminismo. Que cómo esperan que no las repriman si se ponen en tetas en frente de la catedral. En fin. Las tetas.
Miércoles 19 de octubre. En pocos días se organizó un paro nacional de mujeres y una movilización masiva. La noche anterior llovió. A la mañana llovió. A la tarde un poco más. Así y todo, el obelisco se llenó de mujeres de negro. Lamentablemente para muchas, la lluvia y el frío no le dieron mucho lugar a las tetas.
Jueves 20 de octubre. La foto más compartida en relación a las manifestaciones contra la violencia machista es la de un varón. Está en cuero, rodeado por un montón de mujeres (vestidas), con un cartel sobre cuán seguro se siente estando semidesnudo entre ellas. La foto se viraliza rápidamente. Pocas horas después, su ex pareja cuenta la historia de Felipe Garrido, el supuesto héroe del género opresor: violencia, maltrato físico, incumplimiento en los cuidados de su hija.
En Facebook se sigue compartiendo la foto, mientras algunos debates sobre las tetas y el Encuentro Nacional de Mujeres siguen activos. Muchas personas logran que convivan ambas cosas en sus propios muros: la foto de Garrido, con sus pezones al aire, bien visibles (quizás acompañado por mensajes como “así se habla”), y las críticas a las tetas femeninas del Encuentro Nacional de Mujeres.
Las contradicciones del machismo son innumerables. Empezando por hacer ícono de una movilización contra el machismo la foto de un varón, siguiendo porque el varón sostenga un cartel gigante en una movilización de mujeres, siguiendo porque su cartel hable de él mismo, siguiendo porque el varón viralizado tenga historial de violencia, siguiendo porque el varón está en cuero y no va a ser acusado de ensuciar un movimiento por eso, siguiendo porque tantas de las personas que lo hicieron ícono realmente defienden la difusión de esa foto a pesar de tener conocimiento de su historial de violencia, y que muchas de esas personas eligieron criticar las tetas femeninas que se manifestaron en Rosario y que volverán a manifestarse cada vez que sus dueñas quieran hacerlo.
El argumento defensor de diferenciar las tetas porque “culturalmente son distintas” no sólo no es suficiente sino que echa leña al fuego a la contradicción: lo cultural es construido y puede deconstruirse. Culturalmente, seguro, diferenciamos los cuerpos de una forma que perjudica a todo lo que no es varón cisgénero (aquél que se autopercibe con el género que le fue asignado al nacer) y se evidencia de miles de maneras.
Mencionemos algunas manifestaciones más de la contradicción patriarcal: las tetas de la publicidad de vía pública son aclamadas, las tetas de la marcha no. Las tetas del video porno son aclamadas, las tetas de la marcha no. Las tetas que amamantan y sirven para perpetuar el rol de la mujer como madre, a veces son aclamadas (otras se les pide “discreción”), las tetas de la marcha no. Las tetas de la foto filtrada son aclamadas, compartidas por whatsapp, posteadas en Taringa, son estimulantes y les “sirven” a los varones, pero las tetas de la marcha no (y las tetas mostradas por placer y difundidas con consentimiento tampoco lo son, porque el juego está en el morbo y en romper la privacidad). Las tetas que venden productos son aclamadas, las tetas de la marcha no. Las tetas que podés tocar, con o sin permiso, son aclamadas, las de la marcha no. Las tetas jóvenes y bonitas, las tetas hechas, esas son aclamadas, pero las de la marcha no.
Pero principalmente, el pecho masculino, no importa lo que haya hecho su portador, perfectamente puede ser aclamado, compartido, viralizado, difundido y aplaudido porque “el mensaje que promueve su cartel es real”, pero las tetas femeninas de la marcha no. Las tetas de la marcha no, por más reales que sean sus pintadas, por más empoderantes que sean los carteles, por más cansadas de ser tocadas sin permiso, por más que su dueña exija dejar de temer por su vida, por más que exija justicia para su mejor amiga, para su novia o para ella misma, las tetas femeninas de la marcha, jamás.
Leé la cobertura del #NosotrasParamos en: http://www.marcha.org.ar/tag/nosotrasparamos/