Por Laura Cabrera @LauCab
Pasaron 30 años desde aquel octubre de 1986 en donde Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota lanzó “Oktubre”, segunda placa discográfica que lejos de quedar en la historia como una de las primeras obras, parecería ser una composición sin tiempo y a la vez aplicable a los tiempos que corren.
Habían pasado los tiempos de La Cofradía, del cine y del teatro, del colectivo artístico. Había pasado también la primera placa de la banda: “Gulp!”. Lo que nunca frenó desde aquellos inicios fue la música, la poesía, la necesidad de hacer. 10 de octubre de 1986: los motores de la democracia llevaban tres años funcionando y había mucho por decir, también bastante esperanza devaluada desde 1983, año en que la ilusión de un pueblo con más justicia era lo que se esperaba. Ahí estaba Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, en el decir cantando y tocando. Y fue en ese contexto que nació uno de los discos más destacados de la banda: el hoy treintañero Oktubre.
Alguna vez el artista plástico Ricardo Cohen (Rocambole, quien hace poco presentó un libro de obras inéditas de la época de Oktubre) expresó en diálogo con este medio que, al dibujar al esclavo encadenado nunca hubiera imaginado que tantos años después alguien le enviaría una foto desde alguna parte del mundo en donde algún otro dejó retratado al encadenado en alguna pared. Es que desde su estética fue un trabajo llamativo, contestatario, con una tapa que parecería hacer un llamado a las masas, al pueblo de las banderas en mano, un llamado a copar las calles, un mensaje que a treinta años sigue latiendo.
Desde lo musical, por aquel entonces la banda compuesta por Carlos “El Indio” Solari en voz, Skay Beilinson en guitarra, “Semilla” Bucciarelli en bajo; Tito Fargo D’Aviero en guitarra; Willy Crook en saxo; y Juan “Piojo” Abalos, en batería, había logrado la placa más querida por los fanáticos, aquella que con el pasar del tiempo hizo historia con temas como “Ya nadie va a escuchar tu remera”, “Motorpsico”, “Preso en mi ciudad”, “Semen up” y la dueña de lo que hoy se conoce como el pogo más grande del mundo: “Jijiji”. Todas eran canciones que describían y criticaban el contexto socio-político a nivel mundial, el rol de los medios de comunicación y otros temas sociales que golpeaban a la realidad de los ’80.
Con la incorporación del new wave, el post punk, e inclusiones sonoras llamativas para la época, Oktubre se convirtió en el disco bisagra de la banda y en uno de los discos que conforman la bisagra del rock nacional por ser parte de la historia y sus cambios a lo largo del tiempo, no sólo desde lo musical sino también como una de las primeras placas de aquella agrupación que generó toda una movida artística que hoy forma parte de la cultura popular.
Lo cierto es que hoy lejos de ser una placa para escuchar y recordar, el disco de la tapa del esclavo, de los colores negro, blanco y rojo, y a simple vista minimalista, dice algo más en sus letras: canta y transmite como si fuese una composición de esta época.
El sucesor de Gulp!
Oktubre fue un disco distinto, grabado en los estudios Panda a finales de 1985 y lanzado en 1986 por el sello Wormo. Fue un trabajo cuyo estilo se presentaba más frío en cuanto a su poesía y menos festivo en cuanto a lo musical, característica que había dejado su antecesor. El disco, que se había presentado de manera oficial el 18 y 25 de octubre en Paladium ante 1200 personas ,contó además con invitados como Daniel Melero en teclados y Claudio Cornelio en percusión.
Desde ese entonces y con algunos cambios en la formación, como por ejemplo la incorporación de Sergio Dawi en saxo y Walter Sidotti en batería, la banda no dejó de crecer. Se convirtió entonces en la más convocante de todos los tiempos, característica que continúa vigente y se hace notar cada vez que alguno de sus integrantes toca con sus actuales bandas.