Por Tomás Schuliaquer. Newell’s le ganó al Deportivo Lara de Venezuela y prácticamente se aseguró la clasificación en la Libertadores. Aquí, un repaso por el proceso leproso desde la llegada de Gerardo Martino.
El “Tata” Martino llegó a Newell´s en el verano de 2012, para enfrentar un semestre con un objetivo claro: evitar que su equipo juegue la promoción. En el Apertura 2011, el rojinegro había terminado antepenúltimo con sólo dieciséis puntos. El club todavía estaba resurgiendo después de la presidencia de Eduardo López, amigo y aliado de Mauricio Macri, que se mantuvo catorce años al mando de la institución (1994/2008) porque se encargó de que no se celebraran elecciones durante su mandato.
Así, sin dinero para refuerzos, con mayoría de juveniles que no habían demostrado estar al nivel de la primera del fútbol local, el saliente técnico de la selección de Paraguay decidió hacerse cargo del equipo que lo educó como futbolista. Como suele pasar con los referentes de los equipos rosarinos, el amor por el equipo del cual es hincha venció a lo que, en apariencia, era racional o conveniente, ya que le habían ofrecido dirigir a Colombia (después asumiría José Pekerman). Tal es la importancia de Martino para la Lepra, que el Coloso Marcelo Bielsa tiene una tribuna con su nombre.
Así las cosas, parecía que el “Tata” llegaba para jugarse su reputación sin que eso le importara. Ya desde los primeros partidos oficiales, en entrevistas con la prensa contaba que nunca había sufrido tanto al mando de un equipo, incluso aseguró sufría de insomnio en la noche anterior y posterior a los partidos, principalmente. Ese nerviosismo es visible en cada partido de la Lepra: al igual que su maestro Marcelo Bielsa, si bien tienen estilos de juego muy diferentes, no se queda quieto ni por un instante.
Aunque los resultados no fueron los mejores en los primeros cuatro encuentros del torneo, ya se podía ver un equipo diferente al que el torneo anterior sufría cada partido y no podía convertir goles (sólo trece en el apertura 2011). Con el correr de los partidos empezó a tener el funcionamiento buscado y su equipo peleó el campeonato hasta las últimas fechas.
Sin embargo, más allá del sexto puesto como consecuencia de una racha negativa en la recta final del Clausura, Newell´s ya se mostraba definitivamente distinto: del torneo anterior, claro, pero, sobre todo, del resto de los equipos argentinos. Con una línea de cuatro defensores, un volante de contención, dos medios creativos, dos extremos y un punta, un esquema similar al del Barcelona, el equipo de Martino (porque ese cambio tan radical en tan poco tiempo no nos deja presentarlo de otra forma), salía a presionar arriba en todas las canchas para recuperar el balón y manejarlo con una paciencia inusual en nuestro fútbol. Después de ese primer gran semestre, con el promedio todavía acechando, el buen fútbol de Newell´s y el prestigio ganado con su entrenador en el banco, promovió el acercamiento de otros tres leprosos: Nacho Scocco, Maxi Rodríguez y Gabriel Heinze, estos dos últimos representantes de la Argentina en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Ante esta perspectiva, ya el equipo leproso dejó de conformarse con alejarse del descenso y se planteó como un firme candidato para pelear el título. Aunque otra vez volvió a caer en las fechas finales, terminó segundo en la tabla detrás de Vélez y se clasificó a la Copa Libertadores.
Ahora, a un año y dos meses de la llegada de Gerardo Martino, el equipo sufrido que no convertía, que rondaba en los últimos puestos de la tabla, parece muy lejano, aunque sólo hayan pasado dos torneos. Es el técnico leproso la representación última más firme, al menos en Argentina, del valor que tiene el entrenador para un equipo. Un entrenador trabajador, sí, pero principalmente con una idea clara de juego, con un mensaje que llega a jugadores que lo pueden llevar a cabo dándole una identidad a un equipo que parecía perdido.
Ya sale de memoria el once inicial, y en ese once inicial, excepto Cáceres y Casco (los dos laterales del equipo), todos los jugadores son de las inferiores del club. Un club, que como ya dijimos, está en reconstrucción por los destrozos causados por la gestión de López.
Así como es fundamental destacar el aporte del entrenador, el coraje que le permite salir a ganar en cualquier cancha y contra cualquier rival, no podemos dejar de nombrar ciertos jugadores claves en el funcionamiento del equipo. Nahuel Guzmán, arquero que había sido cedido a préstamo cuando Cagna era el entrenador, es un elemento clave no sólo por lo que ataja, sino también por su tranquilidad y calidad a la hora de jugar con los pies. Asimismo, la sabiduría y el temperamento de Heinze, que tiene 34 años, y el tiempismo y el talento de Vergini, que si sigue en este nivel no le queda mucho tiempo más antes de emigrar a Europa, le dan a Martino la posibilidad de arrancar limpia la jugada desde el fondo. Un jugador clave en el esquema, y que está pasando por el mejor momento de su carrera, es Villalba: hace todos los relevos, entrega la pelota redonda a los compañeros y es impasable en el mano a mano. El retorno de Bernardi (suspendido por dopping positivo), junto a la visión de Pablo Pérez, también son importantísimos para el control del partido y de la pelota. La jerarquía de Maxi, si bien todavía no alcanzó su mejor nivel, le otorga un toque de distinción. Sin embargo, como ya lo dijo el propio entrenador, el diferente del equipo es Ignacio Scoco. Nueve de área con habilidad, inteligente para moverse por ambos costados, una derecha exquisita, con un tiempo de más en el área, el que sólo los goleadores pueden tomarse, que incluso hace goles de tiro libre. Merece su chance en la selección, más si tenemos en cuenta que Sabella lo convocó para el amistoso con Brasil en cancha de Boca: entró a los 25 minutos del segundo tiempo y convirtió los dos goles del equipo.
En conclusión, como en todos los casos, no hay una única causa que justifique el nivel de un equipo. Son muchos factores, algunos que perjudican y otros que benefician el rendimiento leproso. Lo que no se puede discutir es que gracias al atrevimiento, a la preocupación por el buen trato de la pelota y por el buen fútbol que propone Newell´s (pero también el que proponen Vélez y Lanús), el discurso que sostiene que en el fútbol argentino no se puede jugar bien, entró en decadencia. Muchos afirman que “sólo el Barcelona puede jugar así”, y es cierto. Pero también es cierto que intentando jugar como el Barcelona, o aunque sea sosteniendo su idea (la que implica buscar el arco ajeno con el manejo de la pelota, que el arquero se la pase a un defensor en vez de tirarla para arriba, intentar jugar con un compañero, que cada jugador cumpla una función determinada pero con una identidad compartida con el resto de sus compañeros), es más sencillo ganar. Porque, como dijo Dante Panzeri (nunca está de más recordarlo y menos cuando se están por cumplir 35 años de su muerte): “Ganar, es obvio. Descontado. Jamás se hizo nada en la vida para perder. Pero además de ganar, que es cuestión asimismo implícita en jugar bien, en jugar mejor… ¿qué es jugar al fútbol?… ¿para qué jugamos al fútbol?”.