Por Anita Pouchard Serra desde Francia / Fotos: Inata Soura
La policía francesa impidió que una marcha en solidaridad con los refugiados llegara al campo de Calais. El trasfondo de un problema en el que los gobiernos de Francia y el Reino Unido se tiran la pelota y no asumen su responsabilidad.
Como lo suele hacer, la Coalición Internacional de Sin Papeles y Migrantes (CISPM) organizó junto a organizaciones locales de Calais una movilización desde Paris en solidaridad con los refugiados de la “New Jungle“, en la frontera entre Francia e Inglaterra. Desde la puerta de la ciudad, cuatro buses esperaban para llevar alrededor de 200 personas, migrantes, refugiados, militantes y voluntarios para un día de protesta en la ciudad norteña.
A pesar de la prohibición de marchar, bajo la orden de la Prefectura confirmada por la Justicia, se decidió mantener el viaje para poder al menos juntarse con los refugiados del campo de Calais, intercambiar y fortalecer lazos con las organizaciones locales.
Un trabajo arduo llevado a cabo por la CISPM, organización nacida a raíz de la situación precaria de los trabajadores sin papeles de Francia. Estos últimos años demostraron una gran capacidad de organización y sobre todo de autonomía. Ya no solo se trata de organizaciones políticas solidarias con esta gran problemática, sino que ellos construyeron su propia herramienta de lucha, coordinando y actuando en el paisaje de la izquierda francesa.
Esta solidaridad, si bien puede parecer evidente, tiene sus explicaciones. Para la CISPM, los refugiados de hoy serán los sin papeles de mañana. En un contexto político y social donde se trata de separar claramente “los refugiados“ de “los migrantes“, ellos insisten en el hecho que dado que sólo una ínfima parte de refugiados podrán acceder a un asilo legal. ¿Qué pasará con los otros? Entraran al limbo de la vida ilegal en Francia.
Organizarse, pelear juntos, no sólo en Francia sino en varios países europeos, se convierte en un desafío político para los que tienen sus derechos negados. Algo sumamente necesario en Calais donde viven alrededor de 10 mil personas en la mitad de superficie que un año atrás. Estas semanas empezó el desfile de los políticos en pleno arranque de las campañas presidenciales.
Nicolas Sarkozy (Partido Les Républicains), expresidente y mayor responsable de esta situación, prometió “terminar” con el problema Calais. Cabe recordar que Sarkozy fue quien destruyó el viejo centro de atención de la Cruz Roja en Sangatte (a pocos kilómetros de Calais) y firmó los acuerdos del Touquet con los ingleses, acuerdos que son responsables del bloqueo de los migrantes en la frontera franco-inglesa. Días después, fue François Hollande, actual presidente (Partido Socialista) quien visitó Calais, sin poner sin embargo un pie en el campo. Prometió terminar definitivamente con el cambo a la brevedad.
Es en este contexto sumamente político que las organizaciones decidieron una vez más movilizarse. Una acción que no fue del gusto de los poderes y las fuerzas públicas.
Marcha prohibida y controles policiales
Sábado 1º de octubre, los partisanos de la marcha “Tous à Calais“ se juntan en Porte de La Chappelle decididos a ganar la frontera. Los delegados informan que, desde el día anterior, la compañía de buses había sufrido presiones por parte del gobierno para cancelar la reserva de las organizaciones, a lo cual la empresa respondió que no iba a dejarse presionar, una decisión tomada gracias al apoyo del sindicato de choferes. Finalmente, los cuatro buses lograron salir de la capital francesa hasta que, a pocos kilómetros de Paris, un primer control policial paró la caravana militante. Oficiales de la gendarmería informaron que más adelante otro control estaba esperando a la delegación parisina y que recomendaba no seguir nuestro camino. Después de un leve control más en un parador de la autopista, el control esperado llega finalmente en el último peaje a sólo 35 km de Calais. 15 camionetas de Gendarmería detienen a los buses al pasar el peaje. Tienen la orden de impedirles poder seguir hasta la ciudad.
La táctica en este caso no fue la violencia sino la de hacer perder tiempo para impedir a las organizaciones llegar al comienzo oficial de la marcha en la puerta del campo de refugiados. Controles lentos y largas discusiones jugaban a favor de las fuerzas policiales, ayudado además una reglamentación de trabajo de los choferes muy estricta. En Francia, los buses son equipados por pequeños ordenadores que registran cuánto tiempo el chofer estuvo manejando, cuántos kilómetros, si tomo las pausas pautadas para su actividad.
Esta fue la situación. 177 personas detenidas en su deseo de manifestar en plena autopista de campo. Para matar el tiempo, un grupo empieza a armar bandejas mientras unos afganos presentan sus bailes tradicionales. Finalmente, y simbólicamente, los militantes emprenden una marcha, bandera en mano al costado de la autopista, frente a las fuerzas policiales que les impiden salir. Al mismo tiempo en Calais, el campo está rodeado de policías que no dejan salir a los refugiados y militantes. Una situación tensa, que terminará una vez más con gases sobre las frágiles construcciones del campo.
Finalmente, después de negociar que no se realice ningún control de identidad (dado que una gran parte de los pasajeros no tenían papeles legales) y no se inquiete a los choferes, los cuatro buses emprendieron el camino de vuelta a Paris, escoltados por la gendarmería hasta la ciudad luz.
CALAIS, foco de tensión y futuro incierto
El campo de Calais, en su forma actual, nació en abril 2015. Los refugiados de la zona, con el deseo de cruzar a Inglaterra empezaron a ocupar un predio lindero al puerto y a un centro de atención de día. Poco a poco las carpas se transformaron en construcciones más firmes con la colaboración de muchas organizaciones y voluntarios.
Lo que se llama campo es en realidad una pequeña ciudad, hecha a pulmón y hoy amenazada nuevamente de destrucción. El gobierno francés creó finalmente en enero 2016 un campo oficial para 1.500 personas en una parte del predio, una cifra anecdótica frente al problema migratorio de esta zona. Un problema político local entre Francia e Inglaterra que rechazan la responsabilidad del uno al otro. Un problema político internacional si consideramos las responsabilidades de los gobiernos de las grandes potencias en los actuales conflictos de África y Medio Oriente.