Por Lisbeth Montaña / Foto: Marcha
El primer fin de semana de octubre se celebrará el 31 Encuentro Nacional de Mujeres, y decenas de temáticas se tratarán en sus talleres. Analizamos las relaciones laborales: despidos, precarización y trabajo invisible desde la perspectiva nuestroamericana.
Rumbo al 31 ENM es necesario debatir sobre el rol de la mujeres en relación a la situación del mundo laboral desde una perspectiva nuestroamericana. La nueva fase de aplicación del neoliberalismo en Argentina, el ascenso de la lucha social y la movilización de los pueblos; todos escenarios que configuran un espacio donde debemos actuar con propuestas e iniciativas, para vencer el capital y avanzar hacia una sociedad justa, equitativa y democrática.
Es por eso que están a la orden del día algunas reflexiones referidas a las condiciones sociales y laborales en el mundo, y las distintas particularidades impuestas a las mujeres por el mercado laboral.
Los cambios generados han precarizado el trabajo y conculcado derechos laborales y sindicales, incrementando la pobreza e imposibilitando que tanto varones como mujeres tengan acceso a los más elementales derechos humanos, que deberían garantizar la subsistencia humana y allanar el camino para el disfrute de una vida digna. Sin embargo, en la fase actual, aunque la globalización neoliberal enfrenta al fenómeno de la precarización laboral de manera generalizada, las afectaciones en varones y mujeres se producen de forma diferenciada.
Avanza la lucha pero también la precarización
Las mujeres, a través de sus luchas, han logrado avances significativos: han roto barreras que impiden el acceso al ámbito laboral; incursionado y avanzado significativamente en la esfera de la educación al punto que los índices de participación educativa actualmente son mayores en las mujeres que en los varones; aumentaron las cifras de participación en la política y modificado los escenarios de relaciones de poder.
Pero contradictoriamente y a pesar de estos avances, las mujeres sufren mayores niveles de discriminación laboral, devengan salarios inferiores a los hombres realizando el mismo trabajo, están ubicadas mayoritariamente en trabajos poco calificados; representan mayores índices de pobreza, es decir, son las más pobres entre los pobres y son quienes siguen con la responsabilidad del trabajo del cuidado en los hogares, lo que ocasiona mayores obstáculos a la hora de acceder a cualquier empleo.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que en la última década, en América Latina y el Caribe, 22.8 millones de mujeres se han vinculado al mercado de trabajo, lo que significa que actualmente en el mundo, más de cien millones de mujeres integran la fuerza laboral, que en términos estadísticos significa que cinco de cada 10 mujeres en edad de trabajar están vinculadas, en contraposición a ocho de cada diez varones.
De la misma manera la ONU señala en su informe “El progreso de las mujeres en el mundo, transformar las economías para realizar los derechos 2015-2016”, que en América Latina el mercado de trabajo tuvo el mayor aumento de participación de las mujeres, con relación a todas las regiones a nivel global: aumentó su participación de 40% a 54% entre 1990 y 2013, pero aun así, muy lejos de la participación de los varones la cual es del 80%. Señala igualmente el informe, que el 59% de los empleos de las mujeres en la región (A.L), se ubican en el sector informal, sin que estén incluidas en las legislaciones laborales, lo cual implica carencia de protección social.
La Organización Internacional del Trabajo OIT en su informe “Perspectivas Sociales y del Empleo en el mundo 2015”, señala que las tres cuartas partes de trabajadores y trabajadoras en el mundo, están ubicados con contratos temporales, o a corto plazo, en empleos informales regularmente sin ningún contrato, o como trabajadoras por cuenta propia o en empresas familiares, sin ninguna remuneración, lo que significa, que más del 60% de todas y todos los trabajadores no tiene contrato de trabajo.
Señala el informe que a nivel mundial, “el crecimiento del empleo se ha detenido a una tasa de alrededor de 1,4 por ciento anual desde 2011. En las economías desarrolladas y en la Unión Europea, el crecimiento del empleo desde 2008 ha registrado un promedio de 0,1 por ciento anual, frente a 0,9 por ciento entre 2000 y 2007”. Es decir, a pesar del optimismo que generan los auges económicos cíclicos, el problema del desempleo muestra su carácter estructural.
“Alrededor de 73 por ciento del déficit mundial de empleos en 2014 se debió a una disminución del empleo entre las mujeres, quienes constituyen sólo alrededor del 40 por ciento de la fuerza laboral del mundo”, dice el informe, “en 86 países, que abarcan 65 por ciento del empleo mundial, más de 17 por ciento de las personas empleadas, trabajaban con un contrato a tiempo parcial de menos de 30 horas por semana. El número de mujeres en empleo a tiempo parcial se situó en 24 por ciento frente a 12,4 por ciento para los hombres”.
La igualdad laboral, una cuestión de poder
Se puede decir que la lucha por la igualdad y el reconocimiento de las mujeres en el mundo del trabajo sigue vigente, que aun el proceso se inserción de las mujeres al mercado laboral no es garantía de emancipación, autonomía y cambios estructurales de una sociedad que todavía ve a las mujeres como sujetos del ámbito privado exclusivamente y que su participación en el mercado del trabajo obedece a una sobrexplotación de su fuerza laboral, y en cambio, bajo esa doble carga se refuerzan la pobreza y las desigualdades.
La producción y la reproducción no tienen por qué ser antagónicos ni el uno ser barrera del otro; al contrario, el reconocimiento de la reproducción en el mercado del trabajo y en el desarrollo de las economías de los países debe darse bajo la implementación de políticas públicas orientadas a permitir a las mujeres desarrollar sus proyectos de vida.
Las actividades tradicionalmente femeninas como el cuidado y el trabajo doméstico, debe ser deconstruido, asumiendo la responsabilidad como sociedad de que el funcionamiento de la estructura del hogar y la familia es una cuestión de corresponsabilidades, y para ello el Estado debe implementar el reconocimiento de este trabajo tanto en varones como en mujeres.
Las capacidades de las mujeres como profesionales deben develarse a través del desempeño, sin que esto implique valoraciones estereotipadas que pongan en duda el arduo trabajo por alcanzar lugares en el campo laboral.
La disputa en materia de derechos desde las mujeres debe generar elementos y aportes a la condición de precarización de otros géneros y diversidades entre ellos la comunidad LGBTI, en donde la elección sexual es determinantes para comprender los fenómenos de explotación, acoso y segregación, evidenciada en contextos laborales en los que priman estructuras piramidales -conservadoras y patriarcales- y que configuran una serie de poderes que determinan las relaciones laborales y configuran comportamientos de negación de la identidad y la autodeterminación de lxs sujetxs.