Por Lucio Garriga Olmo
Sin pena ni gloria pasó la Asamblea anual de la ONU. La situación en Siria, el tema de los refugiados, el cambio climático y el bloqueo estadounidense a Cuba entre los temas más destacados. Seis delegaciones se retiraron durante el discurso de Michel Temer.
La 71ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estuvo marcada por los discursos destinados a la paz en Siria, el problema de los refugiados y el calentamiento global. Hubo grandes ausentes, como el presidente de Rusia Vladímir Putin, el chino Xi Jinping, y de la región latinoamericana el venezolano Nicolás Maduro y el ecuatoriano Rafael Correa. También se dieron importantes despedidas, como la del mandatario de Estados Unidos Barack Obama y esperados debuts como el de Michel Temer de Brasil.
La ONU se enfrenta al dilema de abogar por la solución de los problemas que azotan al mundo pero, al mismo tiempo, a las acciones de las grandes potencias que entran en contradicción con las decisiones del organismo mundial.
Los discursos sobre la situación en Siria sobraron a lo largo de las jornadas pero chocaron con los problemas que tienen Rusia y Estados Unidos, grandes actores del problema, para poder coordinar una tregua fuerte y estable que permita enviar ayuda humanitaria a las zonas más afectadas, como Alepo. Días antes de los discursos, la paz firmada entre ambas naciones fracasó cuando Estados Unidos atacó posiciones del ejército sirio provocando la muerte de al menos 30 soldados que luchan contra el Estado Islámico (Daesh en árabe). Días después, Washington emitió un comunicado en el cual afirmó que el ataque fue un “error”.
El problema de los refugiados también tuvo su cara y contracara en la ONU. La primera ministra de Gran Bretaña, Theresa May, aseguró en su debut ante el organismo que “todos los países tienen derecho a controlar sus fronteras y proteger a los ciudadanos”. Días antes de su discurso, su país y Francia anunciaron que construirán un “gran muro” en la ciudad francesa de Calais para controlar la llegada de refugiados a Gran Bretaña a través del Canal de la Mancha. La solución al problema de los refugiados también choca con países como Hungría, que el próximo domingo realizará un referendo para decidir si aceptan o no la llegada de refugiados a su país.
En cuanto a la participación de los representantes de América Latina, lo más destacado fue el repudio a la presencia del presidente brasileño. Al comenzar su intervención –que abrió la Asamblea-, las delegaciones de Venezuela, Ecuador, Costa Rica, Bolivia, Cuba y Nicaragua se retiraron del recinto en señal de rechazo al golpe parlamentario en el gigante del Sur. También sobresalió la condena al bloqueo estadounidense contra Cuba mencionado en varios discursos, el apoyo a los acuerdos de paz en Colombia y el llamado al diálogo de Evo Morales a Chile en relación a la demanda de una salida soberana al Pacífico.
El calentamiento global también fue parte de los discursos de los más de 135 mandatarios que participaron en la Asamblea, pero este problema también tropieza con las acciones de las grandes potencias mundiales. El 72% de las emisiones de dióxido de carbono, la principal causa del cambio climático, lo producen sólo diez países. A este problema se le suma la polémica posición del candidato presidencial de los Estados Unidos por el Partido Republicano, Donald Trump, quien asegura que el mismo es una mentira inventada por los chinos para afectar a la producción de manufacturas estadounidenses.
La ONU se enfrenta a la necesidad de intentar resolver los problemas que azotan a la población mundial, pero al mismo tiempo debe hacer frente a las decisiones y acciones de las grandes potencias mundiales, que no sólo no buscan solucionar los problemas sino que, en gran medida, los dificulta aún más.
El organismo más importante a nivel diplomático mundial debe resolver estos problemas a pesar de las acciones de los países que no quieran. ¿Podrá hacerlo? ¿Tiene la fuerza suficiente la ONU para superar las acciones de las potencias mundiales? Por ahora parece que no, y que las grandes decisiones mundiales las seguirán tomando los cinco países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad.