Por Francisco Longa
El escenario económico adverso no se descomprime, aunque deja de tener el impacto de la novedad, y pasa a ser costumbre. Aun así, algunas figuras de Cambiemos siguen gozando de imagen positiva y hasta pueden imponerse en 2017. En este panorama, ¿quiénes pueden impedirlo?
Días atrás el presidente Mauricio Macri se dirigió a cerca de 2000 empresarios de casi 70 países, en lo que se llamó el mini Davos de Buenos Aires. Utilizó metáforas románticas, juró que ‘la corrupción ya no está más’ y dijo que ‘ordenaron la economía’. El principal objetivo de semejante acto de seducción era lograr que llegara de una vez por todas la tan ansiada (y anunciada) lluvia de inversiones.
Para el gobierno de Cambiemos, la cuestión de las inversiones en la economía resulta central, toda vez que han confesado sus principales referentes que su proyecto económico y social se apuntala principalmente desde reforzar la oferta. En la rueda virtuosa de la economía que imagina el gobierno, el punto central es el ímpetu del sector privado por generar puestos de trabajo de calidad, que echen a andar una espiral de consumo y crecimiento. A pesar de que esta receta ya se mostró fallida en décadas pasadas, en los ocho meses de gobierno de Cambiemos aún no hemos tenido siquiera la posibilidad de demostrar su fracaso. En efecto, las inversiones no llegan.
Esto se debe a un elemento que vienen marcando algunos analistas: el tendal de excluidos y empobrecidos que está dejando la política del gobierno forma parte de una amenaza latente en cuanto al clima de agitación social, que desmotiva a cualquier empresario capitalista con miras de largo plazo. Por otra parte, quién les asegura a los grandes inversores que en apenas diez meses el gobierno no recibirá un duro golpe en las urnas, lo cual dificultaría mucho más su capacidad de gestión. O peor aún, ¿cómo elegir depositar cuantiosas sumas de dinero en un país que muestra un retorno populista poco probable, pero posible, en tan solo tres años?
Precisamente en función de estas variables, el periodista de Página/12, Luis Bruschtein, sostuvo días atrás que la unidad del peronismo en contra de Mauricio Macri es la variable clave que los grandes inversores están evaluando, en función de depositar o no sus esperanzas en la Argentina de Cambiemos.
Como sea que fuere, es evidente que la lluvia de inversiones aún no llega, que el blanqueo de capitales no recaudó lo esperado, y que la fuga hacia el dólar al menos iguala la performance que el pequeño ahorrista se dio durante 2015, tal como surge de los datos brindados por el anexo estadístico del propio Banco Central.
Al mal tiempo, buena imagen
A pesar de este innegable escenario, nada indica que el electorado asigne de manera directa y lineal el deterioro de la economía exclusivamente a Mauricio Macri o a Cambiemos en su conjunto. Es evidente que la gran narrativa construida entorno a la ‘herencia recibida’ del kirchnerismo va en el sentido de intentar demostrar que las actuales penurias económicas forman parte de una cuenta corriente abierta por el gobierno anterior.
Pero aun en aquellos y aquellas que no asignan todos los pesares a la política de CFK, tampoco aparece tan claro que el macrismo sea un todo homogéneo responsables de los actuales pesares. Eso se desprende de las encuestas que indican que una de las figuras políticas con mejor imagen continúa siendo María Eugenia Vidal, gobernadora por Cambiemos de la provincia de Buenos Aires.
Claro que 2015 fue el año en que las encuestadoras mostraron su peor rostro, y que es probable que no gocen de la credibilidad de antaño; no obstante, sean ficticias o verídicas, la difusión de las encuestas de opinión siguen conservando una capacidad importante de marcar agenda y de construir sentido común. No podemos saber si realmente Vidal lidera semejante podio, pero sí es posible augurar que, en la medida que se difundan esas encuestas, algunos grados de profecía autocumplida pueden generar.
Es posible no obstante que al lector o lectora no le resulte sorprendente esta performance de Vidal ante la opinión pública. Una hipótesis de análisis político que se propone en este artículo es que ante la mala gestión económica, una de las estrategias tanto de Cambiemos, como de los grandes monopolios mediáticos oficialistas, es la de mostrar dos grupos al interior del gobierno. Esto no quiere decir que no puedan existir en la realidad tensiones entre Struzenegger y Prat Gay. Lo que quiere sugerir es que, de existir, la reproducción y difusión de dichas internas, o la constitución de grupos de técnicos vs. políticos dentro de Cambiemos, viene a funcionar como posible fusible ante la profundización del escenario político negativo.
Así, en el peor de los escenarios económicos de acá a 2017, algunas figuras como Vidal o la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, podrían salir incólumes, lo que le garantiza a Cambiemos recambio y proyección a futuro.
¿Adversarios o ‘fuego amigo’?
Pueda resultar más o menos simpático, pueda implicar mayor o menor continuidad respecto de las políticas actuales de Mauricio Macri, la única fuerza política con capacidad electoral para derrotar al gobierno nacional en 2017 es aquel ‘peronismo infinito’ del que habló Maristella Svampa.
Es cierto que en virtud de impedir que la alternancia devenga nuevamente en ‘populismo’ se están realizando ingentes esfuerzos por consagrar a Margarita Stolbizer como una nueva esperanza blanca ante un posible fracaso de Macri. Pero aunque las usinas mediáticas la celebren como máxima figura de la transparencia y la honestidad, va a resultar difícil transformar su casi inexistencia electoral del año pasado, en un caudal de votos que le permita codearse entre los y las de arriba.
Fuera de ello, sea con un perfil más conservador al estilo del Frente Ronovador, o con un perfil más socialdemócrata de raigambre kirchnerista, la confluencia de los intendentes/as, gobernadores/as y legisladores/as de extracción peronista, parece ser la única capaz de asestar un golpe en el inmediato plazo que marca 2017, a las aspiraciones hegemónicas de Cambiemos.
Aunque es válido pensar que, dependiendo de qué configuración finalmente tome esta amalgama peronista, se podría tratar de un golpe significativo (con densidad progresista), o de ‘fuego amigo’.
En definitiva, ¿es tan sencillo admitir que mayor presencia legislativa del Frente Renovador implique un freno a la avanzada conservadora de las leyes que pretende impulsar Cambiemos? Los casos de la ley de pago a los fondos buitres, y otros tristemente célebres ocurridos durante este año, no permiten afirmarlo con simpleza. Inclusive más aún, el rol jugado por legisladores peronistas como Diego Bossio o Miguel Ángel Pichetto en el parlamento, casi parecería mimetizarse con las aspiraciones que Cambiemos tuvo en estos meses.
Las agendas por venir
La política en la Argentina ya demostró en varias ocasiones que las especulaciones electorales pueden torcerse producto de los estallidos sociales y de las innovaciones políticas inesperadas. Aun así, si el gobierno lograra contener las expectativas económicas –sobretodo pasando diciembre-, el resto de la carrera electoral podría desarrollarse sin sobresaltos; las afiebradas reuniones de todos los sectores políticos que se están realizando en estos meses parecen anticiparse a ello.
En ese plano, la única sombra realmente existente en el cielo electoral de Cambiemos parece ser esta hipotética confluencia peronista de la que hablamos. Lo que no resulta tan sencillo de dilucidar, es en qué medida, más allá del evidente golpe simbólico que esto significaría, cuánto de un hipotético triunfo de esa entente opositora se traducirá en un verdadero cambio de la agenda política.