Después de 6 años como obispo de La Pampa, monseñor Mario Poli fue designado como sucesor de Jorge Bergoglio al frente del arzobispado de Buenos Aires.
Dice que quiere recuperar la “capacidad misionera” de la Iglesia y afirma que “falta diálogo serio entre los argentinos”. Llama al matrimonio igualitario una “falacia” y un “grave y riesgoso factor de disolución familiar” y se distancia de los sacerdotes que apoyan la dictadura cívico-militar de 1976. Rechaza la despenalización del aborto y reivindica la labor social de Angelelli. Con ustedes, la cúpula de la Iglesia Católica Argentina del siglo XXI.
Los medios de comunicación oscilan entre ubicarlo en un sector progresista o conservador de la Iglesia Católica Argentina. En lo que hay completo acuerdo es que la elección de Mario Poli está marcada por la necesidad del actual papa Francisco de dejar al mando de la diócesis a alguien de su riñón. A tono con el mensaje que intenta transmitir Bergoglio desde El Vaticano, el futuro arzobispo de Buenos Aires (quien asumirá el 20 de abril), afirmó: “Necesitamos salir. Tenemos que recuperar la capacidad misionera. Hoy en la calle a lo único que conocemos son a los hermanos evangélicos. Hay que recuperar la visita a la gente a las casas, la actividad misionera de la Iglesia”. Pero también se diferenció: “Soy pastor y no político. Yo no soy Bergoglio en eso”.
“Hay un principio en la encíclica Gaudium et S pes que me gusta mucho. Es el que dice que con el Estado la Iglesia se relaciona con colaboración y también distinción, las dos cosas”, declaró Poli en una entrevista del diario La Nación. “No tenemos que oponernos por oponernos, pero también tenemos nuestro carácter profético. Es necesario porque, como dice Jesús en el Evangelio: Si ustedes callan, hablarán las piedras”, agregó.
En la misma entrevista, publicada el pasado sábado, también reivindicó al monseñor riojano Enrique Angelelli, asesinado en la última dictadura cívico militar y citó sus palabras: “El sacerdote tiene que tener un oído en Dios y otro en el pueblo”. “Angelelli es un santito para mí, un santo mártir”, concluyó.
“El modelo que tengo es el de obispos caminantes”, afirmó Poli, y reflexionó sobre las formas de intervención pública de la Iglesia: “Me gustaría que haya también otros medios y no solamente la homilía de los tedeum, los pastores no tenemos que perder el contacto con la gente”.
De dónde viene
Poli nació el 29 de noviembre de 1947 en la ciudad de Buenos Aires e ingresó en 1969 al Seminario Metropolitano de la Inmaculada Concepción, en Villa Devoto, donde se formó en filosofía y teología. Se graduó de la Universidad Católica Argentina (UCA) como doctor en Teología y profesor de Historia Eclesiástica y también es licenciado en Servicio Social (hoy Trabajo Social) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Fue ordenado sacerdote por el ex arzobispo porteño Juan Carlos Aramburu, el 25 de noviembre de 1978.
En 2002, Poli había sido nombrado por el entonces papa Juan Pablo II obispo auxiliar de Buenos Aires. Hasta 2008, además de acompañar a Jorge Bergoglio, en quien reconoce un amigo y referente, también fue vicario episcopal de la zona de Flores. A pesar de que todo su recorrido eclesiástico se vincula a la ciudad de Buenos Aires, en ese año se mudó a la ciudad de Santa Rosa, capital de La Pampa, para reemplazar al obispo Fidel Brédice, que atravesaba un intenso conflicto por varias denuncias de reducir a servidumbre a internas, de captarlas siendo menores de edad, y de “defraudación”, en un instituto secular llamado Servi Trinitatis.
En 2012, se distanció y repudió públicamente las palabras del sacerdote pampeano Jorge Luis Hidalgo, que había felicitado al genocida Jorge Rafael Videla por su cumpleaños en una página de la red social Facebook. Afirmó que sus dichos “son ajenos a nosotros y a nuestro oficio de amar, y nos causaron un profundo pesar” y también comentó que el saludo produjo “un profundo pesar y le causó un grave daño a la Iglesia”.
Su voz durante la discusión sobre la aprobación de la ley de matrimonio igualitario se sumó a la de un gran núcleo integrado por el propio Jorge Bergoglio, el obispo de La Plata, Héctor Aguer, el de Río Gallegos, Carlos Romanín, entre otros, que movilizaron a la Iglesia y salieron a dar una batalla pública y mediática contra el acceso a ese derecho. En esa ocasión, en el año 2010, el prelado dirigió una carta a los senadores que decía: “Queremos manifestar nuestro desacuerdo ante lo que podría constituirse en un grave y riesgoso factor de disolución familiar, afectando seriamente el futuro de nuestra provincia y la Nación entera”. Y luego agregaba que de aprobarse la ley “dejaría abierta la puerta a derechos como la institución de la adopción de hijos que estarían al cuidado de dos hombres o dos mujeres”, cuestión que, a pesar de los intentos de este sector de la Iglesia, finalmente sucedió.
El 25 de marzo es en nuestro país desde 1998, y gracias a un decreto del ex presidente Carlos Saúl Menem, el “Día del niño por nacer”. Este año, hace apenas una semana, el futuro arzobispo de Buenos Aires, en su homilía en la catedral de Santa Rosa se despachó contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación y dijo que su fallo sobre aborto no punible “ha vulnerado el derecho a la vida de los niños en gestación”. “El aborto nunca es una solución; hay que escuchar, acompañar y comprender cada situación, procurando que todos los actores sociales seamos co-responsables en el cuidado de la vida, para que tanto el niño como la madre sean respetados sin caer en falsas opciones”, argumentó posteriormente Poli. Por último, sobre un posible tratamiento en el congreso de la ley que hace años reclama el movimiento de mujeres y centenares de organizaciones políticas y sociales que despenalice y legalice la interrupción voluntaria del embarazo, opinó que una ley así “no protege la vida, sino que favorece una cultura de la muerte”.