Por Lea Ross*
Todo humor brinda una lectura política sobre la realidad. Un breve pantallazo sobre lo cómico en el lenguaje audiovisual.
Sigmund Freud había hecho un cierto paralelismo entre el reír y el soñar, en el sentido en que ambos coalicionan contra las fuerzas de la represión. Como quien dice por ahí, la risa es la respuesta de la inteligencia ante el miedo a la opresión. De ahí, su fuerza liberadora.
El primer chiste registrado en la Historia del Cine lo hicieron los propios hermanos Lumiére, los padres del cinematógrafo. El jardinero regado (1895) es el primer gag en el cine. Un humor de la categoría slapstick, es decir, humor físico.
Y es precisamente ese humor que se ha caracterizado en la era del cine mudo. Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd como los tres pilares fundamentales. En sus filmes, la figura humana esta insertada en un entorno físico y se ponen a prueba en un mundo donde las oportunidades son limitadas. La figura y el fondo coalicionan entre sí. Y qué mejor forma de demostrarlo que interpretando a un vagabundo. En Tiempos modernos (1936), el personaje de Chaplin queda subsumido en la locura por el trabajo reiterativo de la fábrica, quebrando con los estandartes del modelo fordista.
Con la llegada del cine “parlante” o sonoro, la palabra empezó a tener su espacio dentro de la construcción del chiste. Si se suma la llegada de la televisión, cuya pantalla quedó reducida a escalas hogareñas, la antítesis de sujeto-entorno quedó achicado al sujeto-sujeto. Es decir: los cuerpos chocándose unos con otros. Así, pasamos con la saga de El Gordo y el Flaco, pasando por Los Tres Chiflados, hasta finalmente arribando en los dibujos animados de los Looney Tunes, donde sus personajes ponen a prueba las leyes de la física con experimentos pirotécnicos.
Hoy, la comedia cinematográfica en Estados Unidos muestra sus debilidades al atraer estrellas del humor televisivo, de Adam Sandler a Ben Stiller, acostumbrados a un formato de depreciación al entorno y a la memorización del chiste en palabras, más un apunte a lo “caricaturesco” de los dibujos animados.
Mientras que dentro de las expresiones audiovisuales del continente europeo, todavía se ha mantenido por décadas el estilo slapstick. Jacques Tati con su personaje Mr. Hulot en el humor francés y llegando luego al surgimiento de la banda de Monty Phython –en donde algunos de sus chistes requirieron planos muy generales, desde una playa hasta una cancha de fútbol donde disputaron los filósofos alemanes y griegos-. Incluso, siguiendo con la sangre inglesa, vemos como humoristas de la talla de Benny Hill, Rowan Atkinson en su personaje de Mr. Bean, y actualmente Sacha Baron Cohen no se conforman con instalarse en la misma escenografía, que tantas veces se reiteran en las sitcom televisivas.
En el año 2011, una gran polémica se desató entre los críticos de cine de Argentina, cuando se anunció que dentro de las nominaciones a mejor película extranjera para el FIPRESCI local, quedó ternada la película Jackass 3D, el tercer filme hecho por un grupo de jóvenes que se realizaban bromas de la auto-flagelación, escatológicas y dolorosas para reírse entre ellos, en la señal televisiva de MTV.
Frente a las acusaciones de ser una obra chabacana y vacía, Javier Porta Fouz, crítico de la revista El amante, señaló que Jackass 3D es un “cine cómico de gran inventiva, en el que cada situación es un nuevo desafío físico y estético. Pictóricamente lujosa, remite al cine mudo desde varios ángulos”. A su vez, Gustavo Noriega señala que “Jackass no quiere ser manifiesto de nada, pero si lo fuera, sería uno en contra de la digitalización”, en referencia a su apego al realismo.
Mientras que el analista y cineasta Nicolás Prividera, agarrado hasta los dientes contra quienes defienden la película, sentenció que el humor de Jackass es “fascista”, basado en “la glorificación del sadismo y la ley del más fuerte”. La tortura como herramienta política ha tenido su proceso de legitimación por parte de la serie televisiva 24. Y quizás también por parte de Jackass. Sin mencionar, siguiendo a Prividera, su supuesta anulación al pensamiento crítico que propone este equipo de humor televisivo.
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La risa es liberadora. Pero será el chiste, desde un análisis crítico y político, que nos brindará si esa fuerza liberadora nos interpela a nosotros mismos sobre ciertas estructuras o por el contrario nos lleva al conformismo de los mismos. Diego Capusotto definía al humor como una deformación de la realidad, en donde uno lo construye para sentirse más feliz. De ahí, que todo humor brinda una lectura política sobre la realidad. Y como dice insistentemente Prividera, la estética y la política son lo mismo.
*columnista de La luna con gatillo; una crítica política de la Cultura, que se emite los jueves de 15 a 17 por Radio Eterogenia