Por Gabriela Mitidieri
Un repaso por el histórico 8 de marzo; desde la lucha de obreras textiles y el reconocimiento del derecho al sufragio hasta el protagonismo en la lucha popular han definido a las mujeres en una historia que se sigue relatando hoy.
“Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro.”
W.Benjamin. Tesis de Filosofía de la Historia.
Cuenta la leyenda que un 8 de marzo de 1857, un grupo de obreras textiles de Nueva York se lanzaron a la huelga en reclamo de aumentos salariales, mejores condiciones de trabajo y la reducción de su extenuante jornada laboral. En algunas versiones de esta historia, la huelga incluyó un intenso combate contra la policía. En otras versiones, el mismo episodio era situado en ese día pero de 1907 o 1911. En un gesto de reconocimiento a aquellas trabajadoras, la ONU declaraba hacia 1975, el 8 de marzo como un día de conmemoración y de reivindicación femenina de igualdad política, jurídica y laboral.
O quizás el origen de este día sea diferente.
Cuenta otra leyenda, ésta tal vez mejor documentada que las andanzas de las obreras textiles de 1857 (o 1907, o 1911), que en 1889 se celebraba en Paris un congreso de la II Internacional. Allí la militante socialdemócrata alemana Clara Zetkin abogaba por incluir en la agenda del encuentro las demandas por los derechos de las mujeres trabajadoras y que las mismas fueran una reivindicación a levantar en el siguiente 1º de mayo. Siguiendo la costumbre socialista de la época, las fechas de encuentro del que participaba Zetkin estaban previstas para los días comprendidos entre el 18 y el 28 de marzo, en un homenaje directo a las jornadas de la Comuna de París de 1871.
Tiempo después, en el Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas que precedía la reunión general de la II Internacional en Copenhague (agosto 1910), Luise Zietz sugirió la celebración de un Día Internacional de la Mujer al año siguiente. Clara Zetkin secundó su propuesta pero no se llegó a especificar una fecha. Así, en 1911 se aprovechaban una vez más las conmemoraciones europeas de la Comuna de París para celebrar un Día Internacional de la Mujer, en el cual se difundirían las demandas por igualdad de derechos sociales y políticos.
Pero hete aquí que ya tres años antes, el partido socialista de los Estados Unidos se dirigió al Comité nacional de Mujeres en Campaña por el Derecho al Sufragio con la intención de comenzar a realizar manifestaciones conjuntas por la causa. Tal como refiere en su investigación la historiadora Temma Kaplan, la seccional número 3 de la Sociedad de Mujeres Socialdemócratas de Nueva York organizó un mitín masivo por el sufragio de las mujeres, -esta vez sí- un 8 de marzo de 1908.
Una más: corría el mes de marzo de 1917, para quienes vivían bajo la norma del calendario gregoriano. En la Rusia todavía zarista era 23 de febrero y de acuerdo al testimonio de Alexandra Kollontai, militante revolucionaria y defensora de los derechos femeninos, en esos días eran las mujeres obreras las que mayoritariamente encendían la mecha de la que meses después sería la Revolución de Octubre, en una Petrogrado en plena crisis político-económica.
Hay a veces en la historia, la Historia que se narra, la que se investiga, una obsesión con los orígenes. Una tendencia a pensar que una vez desmenuzado ese gran “cómo comenzó todo”, ciertos elementos cruciales nos ayudarán a explicarnos mejor qué fue lo que pasó después. A veces esto funciona. Otras veces, nos damos cuenta de que en la historia que se (nos) narra hay una búsqueda por destacar algunos episodios del pasado y no otros, un interés por determinados personajes célebres (sí, en su inmensa mayoría hombres blancos), efemérides puntuales que nos acostumbramos a ver ahí, marcadas en el calendario. Y así, la Historia es un terreno político por el cual luchar: los sentidos que nos ayudan a explicarnos mejor el presente y a tender o no un puente con las luchas que nos precedieron se construyen en esa historia que se narra, que nos narramos. Entonces, sea cual sea el origen con el que decidamos emparentar esta fecha, los diversos posibles comienzos del día de la mujer nos sirven para tender esos puentes necesarios, para insertarnos en una tradición de lucha en la que poder reconocernos, que es fuente de inspiración y con la cual discutir. Procesos históricos en que otras mujeres establecieron una agenda política con demandas concretas que intentaban superar una situación de opresión y desigualdad.
Pensando en las distintas luchas que hoy nos convocan como mujeres (el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, la necesidad de terminar con los femicidios, la igualdad en materia laboral y jurídica, el rechazo a la heteronorma obligatoria, el repudio a las redes de trata, entre muchas otras) vale la pena recordar una frase de la escritora Virginia Woolf, “el presente, cuando cuenta con el apoyo del pasado, es mil veces más profundo que el presente cuando nos apremia tan de cerca que nada más se puede sentir (…)”.