Por Ivan Messina
Reseña de la película de producción conjunta entre Perú, Argentina y Colombia, dirigida por Salvador del Solar. El film basado en la novela “La Pasajera”, de Alonso Cueto se estrenará en nuestro país en agosto de este año.
Amanece en soledad. Maneja un taxi varias horas al día. Tiene a su cuidado unas horas a un viejo jefe de sus tiempos en el Ejército, llamado “Coronel” hasta el presente. Termina cada día en un bar, junto con un camarada también de esos tiempos recordando sus actuaciones militares. Y se va a dormir, a veces alcoholizado, para volver a empezar la misma rutina el siguiente día.
Así parece suceder la vida de Harvey Magallanes, el protagonista que da nombre a la ópera prima de Salvador del Solar, una producción peruana-argentina-colombiana basada en la novela “La pasajera” del escritor peruano Alonso Cueto, protagonizada por Damián Alcazar, Magaly Solier y la participación especial de Federico Luppi.
Pero en un minuto todo el cuerpo de Harvey recibe un sacudón, un completo movimiento de sensaciones de recuerdos devenidos en culpas, remordimientos, ansias de redención.
Y ese sacudón es causado porque un día como cualquier otro, recorriendo las calles suburbanas de Lima se sube al taxi Celina, una jóven mujer que ni bien Magallanes toma contacto visual con su mirada mediante el espejo retrovisor de su taxi, él, mientras lleva a Celina hacia su destino cercano, también viaja hacia su pasado como soldado, a los crímenes inhumanos que el Ejército peruano cometió como excusa de los “excesos de una guerra”.
Excusa patética que los latinoamericanos conocemos muy bien ya que, hayamos vivido o no (por cuestiones de edad), esos tiempos oscuros de dictaduras enmarcadas en el Plan Cóndor, su legado se imprimió en nuestro cuerpos, en forma de memoria de nuestros compañerxs que ya no están, de aquellos que sobrevivieron, de aquellos que recuperamos, aunque también de manera dramática en la devastación que produjeron en cuanto a destrucción de los intentos de desarrollo económico autónomo el neoliberalismo como laboratorio ya que aquí en nuestramérica dio sus primeros pasos.
Esa escena introductoria del conflicto que va a atravesar toda la película, se logra de manera brillante porque ese viaje al pasado de Magallanes ni siquiera necesita palabras o algún tipo de diálogo entre Harvey y Celina sino que la gestualidad de su rostro alcanza para meternos en ese mundo de lo incierto, de lo pendiente, de la punta de iceberg, que se irá conociendo durante los ciento diez minutos que nos mantienen expectantes en ese descubrimiento paralelo de los actores y espectadores.
Ese encuentro casual de Magallanes con su historia, a través de Celina, se volverá cada vez más causal por decisión de él mismo, quien la buscará una y otra vez tratando de poner sobre la mesa lo que por mucho tiempo estuvo oculto. Y en ese ocultamiento entra su “querido” Jefe, el coronel, un anciano con Alzheimer, de esos que uno ve desfilar muchas veces en los tribunales argentinos en el banquillo de los acusados por délitos de lesa humanidad, y que parecen no recordar nada de todas las atrocidades pasadas y que, como adelantábamos al principio, el “Coronel” es cuidado por su subalterno Magallanes. En tiempos de “guerra”, este viejo militar con su grupo de tareas que incluía a Harvey y a Milto, un compañero de él, se instalan en Ayacucho y durante un año el Coronel secuestra y tiene a su “servicio” a una muchacha muy jovencita que no es otra que Celina.
¿Quién es Celina? Celina es una mujer que vive en las afueras de Lima, y sueña con tener su propia peluquería, sueño que tiene demasiadas piedras en el camino, dado que para ponerla en funcionamiento tuvo a recurrir a una prestamista sin escrúpulos ni piedad. Como pasa frecuentemente con la usura, el tiempo a Celina para poder pagar su local completo se le está acabando, no sin aprietes de por medio, y de esto se entera Magallanes quien no se quedará pasivo ante la situación.
El interés por Celina se mezcla con una venganza más de tipo clasista que prepara Magallanes ya que el hijo del “Coronel” es un abogado muy prestigioso y mediático con una posición muy acomodada y será estorsionado por el mismo Magallanes (a través de un familiar) quién jugará de ambos lados del mostrador para hacerse de la recompensa y así poder ayudar a Celina. La estorsión sera mediada por una foto que el protagonista tiene de aquellos tiempos en la que se ven a Celina y el Coronel en situación de explotación sexual y que amenaza con salir a la luz. El problema para Harvey es que Celina no querrá esa ayuda. Y esta es una constante en Celina, su dignidad, su entereza ante cualquier tipo de solución económica a un pasado tan cruel e injusto. Digna de una antiprincesa. Su fortaleza a pesar del dolor es tan marcada que en una escena, justa, muy adecuada Celina dice su verdad en quechua ante varios de los personajes, todos permanecen inmutables sin comprender demasiado. Enorme paralelo que hace el director con una cultura y otra, el mercado como sentido y regulador de vida no es universal, sino occidental. Queda claro en la película.
¿Qué esconde la historia de Magallanes? ¿Por qué encontrar a Celina dio un vuelco en su vida? ¿Por qué Celina no quiere ayuda de parte de Magallanes? Estas y otras preguntas le pueden surgir al espectador durante el largometraje. Cuando todo parece estar descubierto siempre hay un secreto más por dilucidar.
Excelentes actuaciones, bien latinoamericanas, Alcázar mexicano, Luppi argentino, Solier peruana y excelente paisaje nos muestran una Lima que no es la céntrica, sino la real, la escondida, la de las afueras, la del pueblo.
Magallanes es una película en la que la historia de los 80´ de Perú (la “guerra” del Estado peruano contra Sendero Luminoso) asoma en todos los personajes pues es ahí donde está lo pendiente, la trama oscura que puja por liberarse, por lo menos en las vidas de Harvey y de Celina. Con una visión clara sobre las penurias que sufrió pueblo peruano que no estaba ni en las filas del terrorismo de Estado ni en las filas de las Guerrillas, Celina por caso, no se juega demasiado en el conflicto más terrible que le tocó vivir a Perú.
Esto no es casual pensando en el presente político de Perú. Hace tan solo semanas Kuczynski se imponía a Keiko Fujimori, hija del histórico presidente de derecha Alberto Fujimori, por poquísimo margen. Si hubo un claro ganador fue la continuidad del neoliberalismo que golpea y golpea desde hace mucho tiempo al pueblo peruano. Tal como sucede con Celina y con tantas otras personas desde hace décadas. Magaly Solier, la actriz que interpreta a Celina, ya nos había deleitado en el film “La Teta asustada” protagonizando a una mujer que sufría el síndrome que da nombre a la película a causa de que su madre había sido violada estando embarazada en la misma época que retrata Magallanes. Esto le provocaba en su vida no poder estar en presencia de un hombre a solas. Otras de las tantas huellas que dejó el terrorismo de Estado en Perú.
Pero, como Celina en Magallanes, a pesar de todo, Nuestramérica herida camina, a veces sin pies, igual camina. Y el pueblo peruano, reflejado en Celina, o en las numerosas asambleas ambientales que en la cotidianeidad que se oponen a proyectos mineros que agujerean cerros tanto como empleos y desarrollo, o en las luchas campesinas comandadas por Hugo Blanco, o en los personajes que tan bien retrató Manuel Scorza, el pueblo peruano, late, y camina.