Por Federico Orchani*
A 6 meses del inicio del gobierno de Cambiemos, la construcción de una alternativa política se presenta como una tarea ineludible.
“El presente es todo de (Mauricio) Macri…”, se entusiasma Julio Blanck en su habitual columna dominguera para el diario Clarín y clama para que el peronismo se desprenda de una vez de su pasado kirchnerista. Lo que no dice Blanck, es que el presente de Macri representa para gran parte de la población argentina un aumento escandaloso del costo de vida, agravado por los altos índices de inflación, el aumento de las tarifas y la amenaza permanente de perder o no conseguir empleo, en simultaneo se “empoderan” los sectores más concentrados de la economía ligados al capital trasnacional, el agro negocio y la burguesía “urbana”. En otras palabras como afirma el politólogo Hernán Pablo en Twitter analizando la evolución del consumo y la actividad económica: “CAME anuncia baja del consumo minorista, el de la gente, 9,8% en junio, mientras Caputo sube utilidades +234% en dólares. Ése es el cambio.”
Nicolás Caputo, un empresario muy beneficiado por la obra pública macrista durante su gestión en la Ciudad de Buenos Aires también integrante de la (poco) cuestionada “patria contratista” de la que también se beneficiaron con generosos sobreprecios, coimas, etc., los Báez y López durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Sin embargo, en el momento más duro del ajuste, la ofensiva es protagonizada por el gobierno de Mauricio Macri, con claras “movidas”; por un lado en el plano internacional (acercamiento con los países integrantes de la Alianza del Pacifico) y en el plano domestico la pelea librada con el kirchnerismo, herido de muerte (¿?) por los perdigones del “efecto López” y las denuncias (muchas no probadas) y escándalos de corrupción que salpican a ex funcionarios claves durante la gestión K como Julio De Vido.
¿Habrá sectores que obtengan rédito político de las interminables horas de crónica policial y judicial que tratan sobre la corrupción del actual y anterior gobierno? ¿Cuál es el futuro del peronismo? ¿Quiénes serán los sectores que encabecen la resistencia social y política a la embestida reaccionaria de la “nueva derecha”? Interrogantes claves para pensar la transición.
“El peronismo es el hecho maldito…”
La frase acuñada por John William Cooke “el peronismo es el hecho maldito del país burgués” pertenece a los tiempos de “empate hegemónico” que estremecieron la historia Argentina, el proceso político de movilización social de grandes masas obreras y populares que fuera suspendido abruptamente por la última dictadura cívico militar, plantea diferencias claras con el momento actual y el rol del peronismo. Más bien, parafraseando mal a Cooke podríamos decir que asistimos a una versión “aburguesada” del peronismo, al menos el dominante. Así como dijimos en estas páginas que la convocatoria hecha por Cristina Kirchner a la conformación de un Frente Ciudadano estaba más cerca de una coalición de “centro” que del ruido de los caños de la “resistencia”, la versión actual del “peronismo del sistema político” o su versión kirchnerista, plantea más diferencias que semejanzas con el potencial revolucionario del peronismo de los años 60 y 70. Se podría forzar la comparación, en relación a la gravitación entorno a los designios de un liderazgo, Cristina y Perón (repito, forzando la comparación) aunque la situación de Cristina Kirchner es diferente en muchos sentidos, el contexto social, político y hasta internacional lo es (Podemos no es la URSS ni la Venezuela de Maduro es la CUBA de Fidel y el Che). Poco tienen en común La Campora y Montoneros, a no ser que destaquemos la extracción social de clase media y la actitud soberbia hacia el resto del “movimiento”, porque la combatividad y radicalidad de quienes fusilaran al general Aramburu, dista bastante de los jóvenes comandados por Máximo y compañía. Ni hablar del movimiento obrero, lejos están el reformismo de Caló, Moyano, Barrionuevo y otros de la disciplina combativa del Peronismo de Base, de figuras como Di Pascuale, Ongaro y Raimundo Villaflor, que fueran emergentes de los programas de La Falda, Huerta Grande o la CGT de los Argentinos.
Esta breve digresión histórica, para arriesgar porque creemos que el futuro del peronismo está más ligado a lo que fuere en su momento un “neoperonismo” a lo Vandor si se quiere, hoy representado en la confluencia de figuras como Moyano y otros en lo sindical, Massa, Urtubey, Randazzo, Gioja en lo político y algunas expresiones del movimiento social como el Movimiento Evita, una especie de “vandorismo social” por su carácter por momentos combativo pero centrado en los beneficios de la negociación.
Escenario abierto
No podemos saber a ciencia cierta cuánto dura una transición, pero si podemos planificar e intervenir de qué forma salimos de ella. Los 9 millones de dólares que intento esconder en un convento el número dos de Julio De Vido en la obra pública siguen haciendo daño en la principal fuerza que gobernó por más de una década nuestro país; aún no vemos la dimensión ni las consecuencias del “efecto López”, y si bien no se debe subestimar la figura y liderazgo de Cristina Kirchner, que mostró en otras ocasiones saber recomponerse a la adversidad, José López era como “de la familia”. Eso es lo que más impacta, se podrá argumentar que la AUH, el “matrimonio igualitario”, la Ley de Medios, las obras que sí se hicieron, etcétera, etcétera. Da igual; López era de la familia y hoy está preso por robarse 9 millones de dólares que eran de todos y todas. Mal que le pese a Gabriela Cerruti, por ahora Cristina está lejos de volver y ser “la madre de dragones” como escribió en un post. De momento, desconcierto y desazón.
La magnitud del “cambio”, nos obliga a pensar y actuar de manera contundente. La “resistencia” está afuera, protagonizada todos los días, a veces de manera silenciosa, otras forzando el grito, por un pueblo rebelde que no se le achica a la pretensión inexorable de esta nueva “democracia de las finanzas” como caracteriza la última editorial de revista Crisis analizando la irrupción de la “nueva derecha”. Quizá lo nuevo sean los “métodos”, con la capacidad de las nuevas clases dominantes de “hacerse cargo” de la “cosa pública” y forzar de manera inesperada los limites democráticos, si es necesario volteando gobiernos, ya no por las armas (como ocurrió en Brasil y Paraguay) o desplegando un ajuste fenomenal que obligaría a una respuesta enérgica por parte de los sectores populares, hasta ahora no ocurrió, pero la respuesta hay que darla.
Hay espacio para una fuerza política que se anime a la tarea de articular un sujeto “disperso”, a veces permeable al discurso dominante. Allí están con sus luchas los laburantes despedidos cortando la autopista o disputando el control de la fábrica a la burocracia, pero también las y los “manteros” del barrio de Once, los trabajadores cooperativistas precarizados de la economía popular, los trabajadores rurales de las periferias en las grandes ciudades y en el campo profundo, las y los estudiantes y docentes que se rebelan contra los recortes de la educación publica o las asambleas ambientales que se plantan ante la contaminación de la minera. La expresión política de estas luchas y los sujetos de los que hablamos no puede refugiarse en las viejas recetas. La transformación radical de la sociedad para terminar de una vez con las injusticias debería incomodarnos cotidianamente. Con sus límites y errores, están las experiencias del pueblo venezolano y boliviano que muestran (si vemos atentamente) que para hacer la revolución y recuperar la capacidad irreverente del socialismo no alcanza con romper en el plano de las ideas. Hace falta pensar la sociedad futura, que soñamos, desde el hoy, pariendo experiencias organizativas y de reproducción de la vida económica y social que prefiguren la sociedad que soñamos.
Hace unos días se cumplió un nuevo aniversario de la Masacre de Avellaneda, donde perdieron la vida Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Nos sorprendió gratamente encontrar una gran cantidad de compañeros y compañeras en la Estación que hoy lleva sus nombres. A pesar del frío, fuimos muchos y muchas los que entendimos el valor de la unidad. Maxi y Darío son ejemplos de ética militante, tan necesaria en momentos de incertidumbre y desconcierto. Que seamos capaces de unirnos y tengamos la capacidad de expresar en el plano político las luchas de nuestro pueblo contra el ajuste y la represión, es el mejor homenaje para dos vidas truncadas por las balas que también se llevaron a 30 mil compañeros y compañeras que dieron su vida por mucho más que un proyecto de capitalismo con rostro humano más inclusión, el deber de transformar lo injusto por autonomía emancipatoria nos hierve rojo en la sangre.
*Militante del Frente Popular Darío Santillán.