Por Rocío Magnani
Lo que dejó la XI Cumbre de la Alianza del Pacífico y el rol que empieza a jugar este bloque en la recomposición del escenario regional. La presentación de Macri tras la incorporación de Argentina como observador en otro fuerte gesto del rumbo en su política exterior.
El presidente Mauricio Macri subió el jueves pasado al escenario del Teatro Lago, en la ciudad chilena de Puerto Varas, con un chiste -¿ensayado?- en la punta de la lengua. Quien lo acababa de presentar en el marco del foro empresario de la XI Cumbre de la Alianza del Pacífico (AP) había olvidado mencionar un mérito -¿importante?- de su currículo. “Mi verdadero talento, que usted no expresó, es que soy un gran bailarín.” Siguieron las risas.
Fue el debut de Argentina como miembro observador de la Alianza del Pacífico, el bloque comercial que componen Chile, Colombia, México y Perú (más Costa Rica y Panamá en proceso de incorporación) que se constituyó en 2011 como alternativa al Mercosur, y que hoy representa el modelo contrapuesto a los procesos de integración progresistas de la última década en América Latina. Irreprochable la ironía del jefe de Estado que supo moverse al ritmo de la cumbia en el balcón de la Casa Rosada el día de su asunción, habla también del giro argentino en política exterior y de los pasos con que su gobierno puja por reconfigurar el sistema de alianzas regionales hacia un paradigma liberal.
El baile consistirá no sólo en tejer una nueva red de alianzas afines a su proyecto político, sino en reorientar la visión proteccionista de los resortes tradicionales como el Mercosur hacia el paradigma de “libre comercio” y de economías abiertas que promulga la AP. “Hay que dinamizar el Mercosur, que viene congelado desde hace mucho tiempo. Tenemos una visión de convergencia con la Alianza del Pacífico, es el mejor camino para todos”, explicitó el presidente.
El triunfo de Alan García
Cuando en 2014 el ex presidente de Perú Alan García agradeció los aplausos que saludaban su presencia como orador en un encuentro de ex mandatarios sobre los alcances y desafíos del bloque andino, también pidió una corrección en su presentación: “Quisiera que la historia me recuerde como promotor y por haber lanzado la idea de la Alianza del Pacífico, porque creo que es el proyecto más constructivo y de mayor futuro que en los próximos decenios podrá desarrollarse en Latinoamérica en su conjunto”.
La gesta de la Alianza se remonta a 2010, recordó García. Habían pasado sólo cinco años desde que los presidentes de Brasil, Lula Da Silva; de Uruguay, Tabaré Vázquez; de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos; de Venezuela, Hugo Chávez, y de Argentina, Néstor Kirchner, rechazaran la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata. El mensaje a Washington había sido claro. En palabras del jefe de Estado del país anfitrión, Latinoamérica se oponía a aceptar “las consecuencias nefastas” de las políticas de “ajuste estructural” y del endeudamiento externo. “El mercado por sí solo no reduce los niveles de pobreza”, había alertado Kirchner.
No todos los países de la región se habían alineado a esa postura y Alan García sería quien tirara la primera piedra para reformular el proyecto de un bloque comercial que tiene al libre mercado como principal bandera. “Los avances que hemos hecho en materia de liberalización del comercio -Perú, Colombia, Chile y México comparten, además de la salida al Pacífico, Tratados de Libre Comercio con Washington- son insuficientes para fortalecer nuestras economías”, escribía García a su par colombiano, Juan Manuel Santos, el 10 de octubre de 2010. “En este mundo de las telecomunicaciones no hay que crecer hacia adentro como soñaron en el Pacto Andino o en el Mercosur. Hay que hacer un bloque para crecer hacia afuera. Ese es el cambio de paradigma.”
Era el nacimiento de la Alianza del Pacífico, “un mecanismo constituido por países con visiones afines del desarrollo, el libre comercio y la economía”, según se autoproclama en su presentación institucional. “Teníamos que proponer un giro copernicano –recordaba García en 2014-. Los otros (en referencia a los países que conducían la Unasur) optan por el estatismo como hace 40 años. (Pero) esa película en blanco y negro de gobiernos totalitarios que se adueñan de las empresas ya la vimos y a lo que conduce es a modelos inertes llevados por la marea sin músculo ni esqueleto productivo”.
La desregulación como alianza
La Alianza del Pacífico se propone como una plataforma moderna, desideologizada y con lógica de mercado que busca crear “mercados atractivos” para atraer inversiones y fortalecer el comercio en la región Asia-Pacífico. Sus objetivos son avanzar hacia la circulación libre de bienes, servicios, capitales y personas -algunos especialistas señalan que este último punto es el único motivo por el cual Estados Unidos continúa siendo sólo un país observador-, impulsar un mayor crecimiento de las economías de esos países “con miras a lograr mayor bienestar, superar la desigualdad socioeconómica e impulsar la inclusión de sus habitantes” y articular política y comercialmente con otras naciones.
La expectativa de estos países no parece estar puesta en ampliarse en cantidad de socios. Entre sí parecen completar los requisitos para posicionarse internacionalmente. Entre los países de la AP concentran el 39% del Producto Interno Bruto (PIB) total de América Latina y el Caribe, representando en su conjunto la octava economía del mundo. Además, festejan sumar aproximadamente el 50% del comercio exterior de Latinoamérica.
La expectativa del bloque está puesta en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP), al que ya se sumaron Chile, Perú y México y al que Colombia ya se comprometió. Esta nueva alianza podría quitar barreras comerciales entre estados políticamente afines de Asia y América. El horizonte, no hay que olvidar los conceptos de García, pareciera estar más en desregular la economía para aumentar el flujo comercial hacia afuera que en apostar a la integración local.
La felicidad del derrame de la copa
El ingreso de Argentina como país observador número 49 es más un gesto de consonancia política con los objetivos y lineamiento propuestos por la Alianza que un compromiso con implicancias económicas concretas. En cuanto a atribuciones operativas apenas significa que el gobierno podrá participar sin derecho a voto de los encuentros a los que sea invitado. Quizás resulta más elocuente mencionar que son Bolivia, Brasil, Guyana, Surinam y Venezuela los países de Sudamérica que todavía no se sumaron como observadores.
“Tenemos que ir en una transición ordenada, no crítica hacia la integración Mercosur, espero en breve, con la Alianza del Pacífico y después con el mundo entero”, opinó Macri el jueves pasado y lamentó que Argentina venga “de muchos años de una economía cerrada”. En ese sentido, celebró su incorporación al bloque: “Si uno quiere llegar lejos, hay que ir unidos. Unidos por la ley, por las instituciones, por la no impunidad y por las reglas claras que premien el esfuerzo de la gente. Ese esfuerzo que dignifica, que te lleva a lo más importante de este mundo que es lograr ser felices, felices en familia, en los afectos y en los valores”.
Y, en la misma línea, expuso que “a mayor institucionalidad vamos a tener más inversión, que es lo que hace que tengamos más empleo”, que se traducirá, según auguró, en igualdad de oportunidades y reducción de la pobreza. Parece fácil, aunque hay que ver cuál es el desenlace de la crisis económica y política que atraviesa Brasil y si permite la transformación del Mercosur que pretende Argentina.