Por Iván Messina
Iniciamos esta sección de recomendaciones culturales de nuestra América, focalizándonos en la necesidad de bucear en el cine latinoamericano. En esta oportunidad, una producción independiente paraguayo-argentina.
En momentos en que los sueños de hermandad y de sueños compartidos corren riesgo por vía política de arriba, creemos que es necesario redoblar desde cada rincón cultural, político, económico y social nuestros profundos deseos de un continente unido, en la diversidad.
Creemos que el cine es una herramienta para tender puentes, comprender y compartir realidades y es por eso que recomendaremos Guaraní, película de coproducción paraguayo-argentina, dirigida por Luis Zorroaquín y protagonizada por Emilio Barreto y Jazmín Bogarín.
Un poco por la circunstancia de su presencia reciente en el cine (hoy ya no está en cártel), y un poco por antojo propio decidimos arrancar por cine de Paraguay, para Paraguay y para todos.
Guaraní nos presenta la vida de Atilio, un pescador de toda la vida que es abuelo y vive con dos de sus hijas (la tercera, importante, está en Buenos Aires) y sus nietas a orillas del río. Entre ellas está Iara, su nieta mayor de 11 años quien en los tiempos que no está en la escuela lo ayuda a Atilio ya no en la pesca, sino en el traslado de gente y mercaderías, ya que están en zona de frontera con Corrientes.
Precisamente la hija de Atilio que vive en Buenos Aires, es la madre de Iara, y partió hace varios años. Es por eso que la relación de ellas, ante lo imposibilidad de lo cotidiano sucede mediante cartas, encomiendas o algún llamado telefónico
Esa carencia de Iara, el interés por la vida de su abuelo, y la combinación de ambas hacen del vínculo abuelo nieta algo entrañable que se fortalece con el correr de los días.
No sin conflictos y tensiones dado que, por un lado, Atilio tiene la necesidad imperiosa de tener un nieto varón a quien trasmitirle toda la tradición de un pescador en tierras guaraníes. La historia nos deja ver que en la mente de Atilio, no entra la posibilidad de la trasmisión de todo ese bagaje cultural a una nieta mujer. Ese conflicto hace muy atractivo el desarrollo de la película, dado que en lo real su más fiel compañera es precisamente su nieta.
Otra de las tensiones recorridas es una férrea resistencia de Atilio a hablar otra lengua que no sea la guaraní. Una resistencia que se nutre del orgullo por lo ancestral y hace de barrera a la intromisión colonizadora occidental en el aquí y ahora que se refleja en Iara tanto por la música más urbana y moderna que escucha con sus auriculares cada vez que está sola, como en la ropa de moda que empieza a vestir producto de los regalos que su madre le envía desde la Gran ciudad de Buenos Aires y es motivo de entredichos entre ellos dos. Iara también se debatirá entre hacer del “nieto” que quiere su abuelo o ser ella misma, con sus sueños y sus metas por descubrir.
Es muy atinado que esta tensión recorra el trasfondo de la película teniendo como escenario justamente Paraguay, ese país que había logrado durante décadas luego de su independencia política a comienzos del siglo XIX una segunda independencia en lo económico que lo transformó en el país más desarrollado industrial y autónomamente de la región, algo que el imperialismo inglés y sus aliados sudamericanos probritánicos y oligárquicos (los gobiernos argentino, uruguayo y brasileño) no le iban a perdonar provocando, tal vez, el conflicto más despiadado que se recuerde entre naciones de Nuestramérica, aquel que se ha dado en llamar la “Guerra de la Triple Alianza”, “Guerra del Paraguay” o mejor denominada por el revisionista Norberto Galasso, que derivó no solo en la destrucción de la autonomía paraguaya en pos de insertarlo en la división internacional del trabajo, o dicho sin eufenismos, en el capitalismo dependiente de Europa y Estados Unidos sino también la destrucción de tres cuartos de la población paraguaya condenándola a la miseria. Dicho sea de paso, ese hecho histórico fue vuelto a problematizar por un documental realizado por Federico Sosa llamado Contra Paraguay proyectado en el Cine Gaumont hasta la semana pasada, que en agosto vuelve a un espacio Incaa, en este caso el Artecinema de Constitución.
Es así como se enfrentan a través de Atilio y Iara dos prácticas muy diferentes con respcto a lo cultural paraguayo y latinoamericano.
Por esto si fuera poco, una carta para Iara llegada desde Buenos Aires conteniendo una noticia esperanzadora para Atilio y ambivalente para la misma Iara hace que ambos emprendan un viaje hacia ese destino tan ansiado por ella, tan rechazado por él.
Es en ese viaje, no desprovisto de complicaciones y sacudones emocionales, donde nuestros personajes principales crecerán, cambiarán, enojarán, reirán y emocionarán y sobre todo, sorprenderán.
¿Encontrará Atilio el nieto que tanto anhela? ¿Podrá sentir la paz de poder pasar la posta de su tradición o estará condenado a morir con él?
¿Se reencontrará Iara con su madre? Estas y otras preguntas que surgen al espectador se responderán de una forma que dejará abierta la posibilidad de liberar la imaginación y la intuición del ojo que observa. Sin el vértigo de esa obra de arte que resultó ser 7 cajas, con la calma de un río manso que recorre cada escena convertida en postal.
Una película para disfrutar lo profundo y lo cotidiano de ese Paraguay que tan poco conocemos.
¿Qué nos esconde la tierra guaraní? ¿Por qué estamos tan lejos de ella que ni siquiera los numerosos viajes mochileros empiezan por ese suelo colorado? Tal vez Guaraní es un inicio, para viajar por ese país con tanta historia digna y admirable. Que la aventura comience.