Por Gabriel Casas
Les voy a aclarar algo de movida: yo soy el Messi de los periodistas deportivos. Y en estos días me crucé con el Messi de los plomeros, la Messi de las ejecutivas, el Messi de los colectiveros, la Messi de las secretarias y así con todas las profesiones. Todos y todas somos lo mejor en lo nuestro de nuestro país. No perdemos finales, claro. No erramos penales (es más, atajamos uno distinto cada día).
Por eso, entre el domingo y comienzo de lunes, los y las Messis de la vida diaria, destrozaron al Messi de la Selección Argentina. Al mejor futbolista del planeta por un campo. Más ahora que veo a Cristiano Ronaldo en la Eurocopa. Mencioné ese lapso de tiempo, porque cuando llegó el aluvión de apoyo al rosarino, empezaron a chiflar más bajito los cuestionadores de siempre (¿no es un buen nombre para una película argentina?).
Mientras la renuncia de Messi era trendding topic (o como se escriba) en todo el mundo, en la Argentina sucedía de todo tras su anuncio. Una madre dejaba que su hijo llore desconsolado, mientras lo grababa para “mostrárselo a Messi en su cuenta de twitter”. Sí, una madre del dolor.
Una docente (la más sensata quizás) le escribió una carta diciéndole que revea su postura de la renuncia que no desea ese mensaje para sus alumnos. Eso de que sólo sirve ganar y salir campeón. Eso de que ser segundo es un fracaso. Las máximas bilardianas y ahora simeonianas. Quizás se le fue un poco la mano en eso de ponerlo como un ejemplo para sus alumnos. Una cosa debería ser la idolatría deportiva y otra ser un ejemplo. Pero eso es tarea de los padres y madres, más que de las/os docentes.
Y un conductor del programa de televisión más exitoso del país, le habló media hora a cámara en un mensaje explícito de complicidad entre ambos. Convencido de que le iba a tocar la fibra más íntima. Con los ojos llorosos que ya se le vio muchas veces y tan difíciles de creer. Convencido, en el fondo, de que él va a convencer a Messi. Y criticó severamente a los dirigentes de la AFA, como si él no fuera…dirigente del fútbol argentino y que está cocinando hace meses el estofado en la AFA. Con alfiles y peones.
El gran problema es el exitismo, para variar. Al que Messi también adhiere con su renuncia al seleccionado. Si no sos campeón, nada sirve. Si no sos el mejor, chau. Un mensaje de mierda para el fútbol, pero más para la vida. Leo que su mujer, Antonella, escribió algo así como: “no voy a dejar que te vayas perdedor”. Un gran apoyo, ¿no? El tipo renuncia harto de ir por la zanahoria del éxito con la celeste y blanca (con todo el desgaste y las críticas que lo rodean al fallar) y su mujer sólo piensa, de buena fe, que se tiene que ir ganador. Ni en su casa lo dejan tranquilo con la decisión que tomó en busca precisamente de eso: tranquilidad.