Por Sebastián Alonso / Foto por Agostina Chiodi
Luego de la masacre sucedida en la madrugada del domingo en la que Omar Mateen entró en la disco “Pulse” en Orlando y asesinó a 50 personas y dejó a 53 heridxs -mayoría homosexuales y latinos-, el foco de los medios de comunicación se depositó en la supuesta responsabilidad islámica del atentado y poco se dijo sobre el racismo, el heteropatriarcado y la homolesbotransfobia que sigue asesinando personas a diario.
En el mes en el que se rememora la Revuelta de Stonewall bajo el día Internacional del Orgullo, ni la magnitud de los hechos parece torcer el machismo mediático y la profundización de juicios islamofóbicos a favor del imperio.
Suelen decir que son detalles. Que son datos y características como podrían haber sido otros. Parece que siempre lo mismo les da a los grandes medios de comunicación si son maricas, travestis, inmigrantes ilegales, negrxs, o lo que sea que pueda desubjetivarse y ser un detalle más para la prensa. O mejor aún, cuando pueden convertirles en un objeto indigno centro de todas los males y responsabilidades de este mundo. Pero no, no es un detalle que la mayoría de los masacrados a tiros en la disco Pulse en Orlando, EEUU, hayan sido homosexuales y latinos y que el foco esté puesto en comprobar fehacientemente que lxs responsables de la tragedia sea el Estado Islámico.
Hubiese querido pensar que la magnitud de los hechos y lo obvio que parecen ciertas situaciones devendría en un abordaje desde los medios con una perspectiva que permita por lo menos visibilizar o entrever las causas de los crímenes de odio hacia las disidencias sexuales y latinxs. Claro que no importa si es un asesinato o cincuenta, sino que lo importante aquí es seguir alimentando el amarillismo y el sensacionalismo barato, asqueroso, que propone este sistema perverso y morboso en el que nuestros cuerpos, vivos o muertos, son mercancías de compraventa para seguir reproduciéndose en las comodidades del sillón de las mejores familias.
El fenómeno de la violencia es complejo y multifacético, pero no es difícil de comprender en lo más sencillo del acto. En la sociedad estadounidense donde lo simbólico y lo fáctico de la violencia del sistema capitalista, heteropatriarcal y racista penetra en las subjetividades más profundas y autodestructivas, y donde el mismísimo Estado promueve la venta libre de armas de guerra como derecho constitucional (según las últimas cifras brindadas por el FBI, fueron vendidas más de 16.800.000 armas en la última década), me pregunto cómo nos seguimos sorprendiendo de que hechos nefastos donde mujeres, latinos, sexualidades disientes y afrodescendientes son el blanco más probable de ataque de arma de fuego, sigan sucediendo.
Aquellos medios de comunicación funcionales a que todo siga estando como está jamás nos invitarán a reflexionar y cambiar la realidad. Nada cambia si los medios hegemónicos son yanquis o latinos; aquí todxs sirven a un mismo (im)postor: el imperio. El modo en el que se han ensañado nuevamente contra la comunidad islámica demuestra, una vez más, cómo estas maniobras calan hondo en los intereses yanquis que desencadenarán en una profundización de medidas restrictivas y militares de ocupación imperialista, además de alimentar el miedo y el odio en la sociedad. Ya el xenófobo republicano Trump, candidato a la presidencia, manifestó que cerrará las puertas del país a los musulmanes en caso de ganar. Qué curioso, que en los últimos años, desde que se le declaró la guerra al terrorismo, han muerto más estadounidenses en tiroteos e incidentes con armas de fuego que en atentados.
En medio de esta perversidad, jamás las medidas serán a favor del pueblo y contra la opresión y el odio que genera tanta violencia. A nosotrxs nos queda seguir sorprendiéndonos. Nos sorprendemos porque todavía nos resta esperanza y aquí estamos dando batalla para transformarnos. Porque no es un hecho más de las masacres que suceden, un acostumbramiento más a la violencia ejercida que intentan normalizar para someternos cada vez más. Intentamos no acostumbrarnos a pesar de todo. Porque no queremos esperar de lxs de arriba las soluciones a tan terribles tragedias. Gobiernos, medios masivos de comunicación, mercado, publicidades, estereotipos, sexismo. Todxs parte de lo mismo. Nosotrxs, aquí, estamos construyendo otro mundo y repudiaremos con energía cada vez que nos sigan segregando, nos sigan matando, nos sigan pisoteando y vendiendo nuestros cuerpos a un sistema que nos quiere calladxs, nos quiere dormidxs, nos quiere pobres, nos quiere sumisxs y funcionales.
Hasta que nada de esto cambie, hasta que no cese la violencia machista y racista, desde el más pequeño acto como reírse de la travesti hasta un hecho como una masacre en una disco, las cosas seguirán sucediendo una y otra vez en este círculo vicioso, retorcido y sistemático. De esta manera, seguiremos siendo nosotrxs lxs culpables y responsables de nuestra propia opresión y los medios se encargarán de echárnoslo en cara. ¿O acaso no se les impidió donar sangre a lxs amigxs de las víctimas de la masacre de Orlando por el simple hecho de ser putos? ¿O acaso ahora no están investigando si el asesino no era un homosexual reprimido o un hetero curioso con tendencia homicida o un pajero experimental de las redes sociales aparte de ser un terrorista extremista?
¿Cuántas cosas más deben pasar para tomar real dimensión de lo grave que es el patriarcado? ¿Hasta dónde es necesario llegar? ¿Cuántas máscaras nos pondrán encima para callarnos? ¿Cuántas muertas, torturadas, desaparecidas más sin ser nombradas? ¿Cuántas negras asesinadas en manos de policías blancos, latinos ilegales, travestis torturadas, mujeres violentadas por los machos y una lista interminable más?
Nosotrxs decimos basta muchas veces y lo seguiremos haciendo. No queremos ser un show mediático de muerte y regocijo. Seguiremos organizándonos y construyendo medios respetuosos, interpeladores, que permitan soñar y entrever soluciones colectivas y populares. Seguiremos gritando en las calles que ni unx menos, es ni unx menos en cualquier parte del mundo.