Por Marta Navarro*
‘Víctima’, de Fernando Clavo Sanz, la obra ganadora del concurso del Ayuntamiento de Zaragoza, en España, pretende ser un monumento en homenaje a las víctimas de la violencia machista. Lo cierto es que la obra de arte desató una agria polémica. ¿Y por casa?
Cuando miras por primera vez la escultura, piensas que es una broma de mal gusto de alguna revista digital experta en ridiculizar la realidad. Después, descubres con tristeza que la noticia y la estatua es real y que viene directamente del Ayuntamiento de Zaragoza. La idea de partida es buena; la gente que ha formado parte del proyecto, el jurado, etc., es seguramente gente honesta. ¿Cómo es posible entonces que, partiendo de una interesante propuesta, se pueda acabar con un resultado tan deleznable?
La escultura tenía como objetivo recordar a las mujeres víctimas del maltrato machista. Pero el resultado no puede estar más lejos. Si el objetivo hubiera sido humillar a las víctimas, deberíamos ahora felicitar a la organización del evento. A la estatua de una mujer arrodillada y tapándose la cara solo le faltan unas cadenas para provocar más indignación. La imagen ganadora ha obtenido un premio de 18.000 euros y será ubicada en un lugar céntrico de la ciudad.
¿Qué pretende el jurado al elegir esa escultura? Olvida que las mujeres sobreviven, levantan la cara, se ponen en pie, denuncian, buscan apoyo y tienen miedo, pero no se humillan, todo lo contrario. Esa es la imagen que se debe dar, la de la dignidad y la fuerza, no la de la rendición. Esa mujer de rodillas es un triunfo del machismo asesino. Hace unos días le enseñé a una mujer víctima de maltrato machista una foto de la escultura. Cuando la vio, se echó las manos a la cabeza.
Si esto lo hubiera perpetrado el PP, los responsables de este desatino estarían ahora mismo pidiendo que su retirada. ¿Pero qué hace la actual administración y todos los que participaron en la decisión? Esperar a que disminuya la crítica para seguir adelante y ubicar la estatua haciendo caso omiso de la indignación provocada.
Podemos ponernos de rodillas como la estatua o estampar la imagen contra la pared. O mejor aún, empezar de cero y hacerlo todo bien. Como si nos importaran aquellas personas a las que va dedicada la escultura. Un ejercicio de empatía y humildad les vendría bien a los y las responsables.
La coordinadora de organizaciones feministas de Zaragoza publicó hace unos días un comunicado donde expresaba su repulsa. Coincide en que la escultura “representa a una mujer humillada, rendida, con la cabeza agachada, débil, sola y hundida, inerte e indefensa”. La polémica ha estado muy viva también en las redes sociales.
Sin embargo, hay que resaltar el silencio de los partidos de izquierdas, tanto los que forman el gobierno como la oposición, un silencio que se vuelve cómplice y apesta por minutos. Preocupa tener a feministas o a partidos que dicen serlo y que se callan ante algo así.
Zaragoza es mejor, mucho mejor. También las instituciones que lo gobiernan. Un gesto de cordura sería retirar la escultura y empezar de nuevo.