Por Gonzalo Reartes
Después de 21 años, Excursionistas se consagró campeón del torneo de Primera C y consiguió el ascenso directo a la Primera B Metropolitana.
Ya temprano en el aire se podía presentir que algo histórico se aproximaba. Que aquellos fieles y leales peregrinos, aquellas almas sufridas que tantas veces pasaron por la esquina de Pampa y Miñones sosteniendo en las manos una frágil ilusión iban a encontrar ese día el tesoro al final del arcoíris, la perla en lo profundo del océano. Los banderines verdes y blancos que colgaban a lo largo de la calle La Pampa, desde la Avenida Libertador, adornaban el Bajo de un sentimiento de esperanza, de revancha contra un destino cruel e injusto. Los corazones villeros, que venían soportando partidos tremendos, batallas increíbles, se preparaban para una hazaña más, la definitiva, la crucial.
Después de 21 años de militar en una categoría que le queda chica, Excursionistas se consagró campeón del torneo de Primera C y consiguió el ascenso directo a la Primera B Metropolitana, donde volverá verse las caras con viejos rivales conocidos como Defensores de Belgrano, Colegiales, Platense y San Telmo, entre otros de menor importancia. Tras varias campañas de ilusiones truncas, de suerte esquiva, el equipo dirigido por el Búfalo Szeszurak ganó su partido de local frente a Sacachispas por un tanto contra cero, convertido por una de sus piezas clave a lo largo del torneo: el central Ramiro Montenegro.
El recibimiento para el Villero hizo estremecer a quienes se hallaban presentes en el Bajo Belgrano. Fuegos artificiales, millones de papelitos, globos, banderas, un humo verde que todo lo inundaba. Era la gente del Verde que hacía sentir a sus jugadores que estaba ahí, como siempre, como nunca. Sin embargo, cuando el silbato del árbitro Leandro Rey Hilfer sonó, todo fue nervios y expectativa. Hinchas caminando al lado del alambrado, como leones enjaulados, pisando cigarrillos, revisando el celular para ver cómo iba el partido de Italiano (que llegaba a esa última fecha dos puntos debajo de Excursionistas). Aunque ese nerviosismo se fue transformando en saltos, cantos, gritos: la alegría del folklore a medida que avanzaban los minutos y el aliento se hacía sentir, el “dale, dale, dale, dale Ve” que llegaba de los cuatro costados.
El gol de Montenegro fue un grito atragantado de años y años de juntar desdichas, de quedarse en las puertas del cielo, como en el 99/2000, cuando a Excursionistas le descontaron 21 puntos por incidentes con Comunicaciones, como en el torneo de 2001, cuando salió campeón y perdió la posibilidad de ascender al quedar afuera en un extraño cuadrangular que inventó la AFA, como en el 2006 cuando se perdió la promoción con Cambaceres, como en 2009/2010, cuando igualó en el primer puesto con Barracas Central y perdió el partido desempate en el tercer minuto de descuento. Este fue un grito que estuvo contenido, raspando la garganta, esperando salir, esperando estallar durante 21 años. Un gol de esos que se gritan tres, cuatro minutos, con bronca. Poco importa que por un momento todos los corazones villeros se paralizaron cuando un cabezazo de Ayala terminó en la red y en gol de Sacachispas; esas almas volvieron a respirar al ver que el línea (Diego Romero) levantaba su bandera y cobraba fuera de juego. Italiano ganaba su partido uno a cero a Sportivo Barracas. Pero el Verde hacía los deberes en casa. La ilusión estaba intacta.
Párrafo aparte para dos nombres: Leonardo Ruiz y Guillermo Szeszurak. El 10 y el técnico. El Búfalo consiguió su cuarto ascenso (dos con Riestra y uno con Argentino de Quilmes), con la diferencia de que este lo consiguió con el club que lo vio nacer y brillar, su casa. Armó un equipo de leones, de jugadores que siempre fueron al frente. Por su parte, Cachete se erigió en figura y goleador de este plantel. Marcó 16 goles en 19 partidos y se consagró no sólo como goleador del torneo, sino también como ídolo de la hinchada. Pero el héroe es colectivo, lo que cuenta es lo que Excursionistas logró como grupo unido, como plantel que tiró desde el primer día para el mismo lado. Esa solidaridad se dejó ver fecha tras fecha en todas las canchas.
Un repaso por momentos sublimes
Este último partido no fue más que la cereza de un torneo para el infarto. Crea el lector honesto que los hinchas de Excursionistas que sobrevivieron a los electrizantes partidos de este campeonato gozan de corazones de hierro, de una salud cardíaca de otro planeta. Nadie jamás olvidará, entre otros, el partido de la fecha 8, contra Defensores Unidos de Zárate, que ganaba parcialmente 2 a 0 en el primer tiempo frente a un Excursionistas que jugaba con diez, por la expulsión de Montenegro. Pero en el segundo tiempo Cachete Ruiz, con dos goles, pondría el 2 a 2 parcial. Luego, tras la expulsión del arquero visitante, Vera pondría el 3 a 2 para el Verde. Siete minutos después, Martínez ponía el 3 a 3. Era un partido de ida y vuelta, vibrante. Promediando los 25 minutos fue expulsado Cejas y penal para el CADU. Sin embargo, Arias Navarro (otro de los pilares del Verde) contuvo el remate desde los doce pasos. Y la muestra de carácter que necesita todo equipo campeón llegaría: Yanzi (el capitán del elenco verdiblanco) ponía el 4 a 3 para Excursio que jugaba con 9 y daba vuelta un partido increíble.
La serie de partidos para el infarto continuaba. En la fecha 10, el Verde empató de visitante 3 a 3 con San Martín de Burzaco, en la fecha 12, 2 a 2 con Luján, también en condición de visitante, en la fecha 13, superó 4 a 2 a Laferrere en el Bajo Belgrano, que llegaba como puntero absoluto y en condición de invicto. Pero los últimos tres partidos fueron pruebas de fuego. En la fecha 17, el sábado 28 de mayo, cuando la mayoría estaba en su casa mirando la fina de la Champions League, refugiándose de la lluvia, Cachete Ruiz hacía de las suyas y convertía tres goles (uno olímpico) para dar vuelta un partido durísimo frente a Argentino de Quilmes (3 a 2, en el Bajo).
Sin embargo, el pico más alto de stress fue el pasado martes 7 de junio, en Rosario, frente a Central Córdoba. Porque Excursio llegaba en igualdad de puntos al primer puesto con Italiano, que jugaba su partido frente a Liniers. Porque arrancaba mal el tema para el Verde, que en 85 años había ganado una sola vez en Rosario, que a los 25 del primer tiempo ya jugaba con uno menos y perdía 1 a 0, mientras Italiano le ganaba a Liniers. Encima, en ese primer tiempo, Cachete pedía el cambio por una fuerte contractura. El panorama pintaba más oscuro que una noche fría de invierno. Arrancaba el segundo tiempo, Italiano estiraba su ventaja 2 a 0. El Búfalo mandó el equipo más al frente que. Y entonces, lo impensado. En seis minutos, Vivanco y Carella dieron vuelta el partido y el Verde ganaba 2 a 1. Había que aguantarlo, pero Central Córdoba se venía. Liniers descontaba. A los 35 del segundo tiempo, una mano dentro del área chica culminó en la expulsión de Nadalín y penal para Central Córdoba. El cielo se ennegrecía y el Verde quedaba con 9. Pero los milagros existen: Yovino, tercer arquero del plantel, atajaba el penal. Las guardias del Bajo Belgrano esperaban recibir hinchas villeros inminentemente, con fallas cardiovasculares. Pero había más: a los 41, el árbitro escucha un supuesto insulto y expulsa a Leguiza, el único punta que quedaba en cancha. Excursio quedaba con 8, aguantando un triunfo clave. Llegaban los 45 y se adicionaban 5 minutos. De repente, gol de Central Córdoba. Anulado por offside. Y los hinchas del Verde con ataques de pánico, sin poder respirar, debajo de sus camas, mirando el partido por la casaca web, diciéndole a sus mujeres que no se movieran, que hay que mantener las cábalas, manoteando rosarios, cadenitas, cruces, volvían a vivir. Terminaba el partido en Rosario. Histórico. Increíble. Inconcebible. Excursio llegaba a la última fecha con la punta en soledad.
Después sobrevino la historia que ya conocemos. El ascenso es una emoción difícil de explicar. El pitazo del final desencadenó lágrimas, risas, abrazos. Emoción que flotaba, que se iba hasta las nubes, para abrazar a los que ya no están, que compartieron tantas canchas, tantos palos de la policía, esa que no puede entender, que nunca va a entender, lo que es el amor, el amor sincero, por los colores. Los hinchas de Excursio se miraban, no sabían qué decir, se comunicaban con ojos vidriosos, emocionados, risas, abrazos. Son campeones. Y ahora todos esos clubes que cómodamente gozan hace mucho tiempo su inmerecida y prolongada ausencia se miran entre ellos, confundidos, incrédulos, con miedo, sin entender qué es eso que llega con tanta fuerza desde el Bajo Belgrano, esos gritos de felicidad, ese aliento inconmensurable, ese “Dale Campeón”. El Bajo está de fiesta. Como siempre. La diferencia es que ahora el regreso es inevitable. Es el Villero que vuelve a la B.